Días trepidantes en TV3. Se está cumpliendo la profecía. Francesc Pujols y Alexandre Deulofeu tenían razón. "Tal vez no lo veremos, porque estaremos muertos y enterrados, pero es seguro que los que vendrán después de nosotros verán a los reyes de la Tierra ponerse de rodillas ante Cataluña", escribió Pujols. Está pasando. El imperio español se desmorona. Será historia en 2029, predijo el matemático Deulofeu, a quien Teleprocés dedicó un excitante Sense Ficció.
El jueves se estrenó Katalonski, "el món parla català". Halldór Már, el cantante islandés al que entrevistaba la semana pasada la primera dama en las teles de la Diputación, es el protagonista de un espacio que consiste en que Már viaja a las principales capitales del planeta para entrevistar a personas que saben catalán, han abrazado la religión verdadera y conocen el secreto. Cataluña es Dios. Están en todos los lados y puede ser cualquiera. Va Halldór con su gran aspecto de Búfalo Bill por un parque del extrarradio de Nueva York y "de sobte" ese acento sublime, esa exquisita musicalidad del "què passa, neng", un australiano que también parla català, "ves per on, quina casualitat". La catalanización mundial ha comenzado y es inevitable, como el cambio climático.
Más señales. A los políticos no nacionalistas en TV3 antes les insultaban en los mensajes de los espectadores que rulan en la franja inferior. En Preguntes Freqüents han innovado en ese terreno y ahora ya es el público del plató quien puede insultar en vivo al unionista de turno, en este caso Jordi Cañas. Una buena mujer condecorada con la gran cruz del lazo amarillo le dijo lo que no está en los escritos. ¿Penalti y expulsión? Para nada. Ahí siguió la dama, miss dignidad republicana. Cañas se niega a desvelar el epíteto o lo que fuera que motivó la leve reprimenda de Laura Rosel a la "señora".
Y misión en Berlín de Vicent Sanchis. Objetivo Puigdemont. Que parezca una entrevista. El nostre president de TV3 pide al pueblo de Cataluña que mantenga la fe en el advenimiento de la república y se queja además de que el Estado que le persigue no vela por su seguridad. Sanchis le pregunta si Alemania o los flamencos le protegen y este responde que él no lo ha pedido y que deberían ser las autoridades españolas quienes velaran por su seguridad porque él es el presidente de la Generalitat. Nadie de su cuerda se atreve a llevarle la contraria.