Niños y padres paseando en la calle; la comunicación con los hijos es fundamental / EFE

Niños y padres paseando en la calle; la comunicación con los hijos es fundamental / EFE

Vida

Comunicación con los hijos: cómo evitar el cortocircuito en la adolescencia

Construir una relación de intimidad y confianza con los menores es difícil, pero no imposible, si se establecen unas buenas bases en edades tempranas

20 diciembre, 2020 00:00

Criar un hijo es lo más parecido una carrera de fondo a la que hay que añadir múltiples obstáculos. Una de esas dificultades tiene que ver con la comunicación, o más bien con la falta de ella, especialmente cuando llega una etapa crucial en la vida de los hijos: la adolescencia. Muchos padres observan cómo la comunicación con sus hijos estalla en mil pedazos sin causa aparente y se ven solos y sin herramientas para reconstruir la relación de intimidad y confianza que habían tenido. Pero mantener una buena comunicación con los hijos a lo largo de las distintas etapas de su vida si bien es ciertamente difícil, no es imposible. Pero para ello hay que sentar unas buenas bases que empiezan mucho antes de lo que pensamos.

Las bases se sientan ya en el embarazo

Y es que el diálogo se tiene que trabajar desde el mismo embarazo. Así lo cree Elisa Molina, maestra de educación infantil y autora del libro Educar en calma, de Ediciones Teconté. “La comunicación con nuestros hijos la debemos empezar a trabajar ahí. Lo más normal y natural del mundo es que hablemos con nuestro bebé desde que estamos embarazadas”.

Una mujer en las últimas semanas de su embarazo de un bebé / PIXABAY

Una mujer en las últimas semanas de su embarazo de un bebé / PIXABAY

Desde el propio embarazo, opina Miriam Escacena, ingeniera de profesión y autora del libro Comunicación con bebés. Mis manitas hablan, de editorial Cuatro Hojas. “El propio embarazo es el momento en que empieza a forjarse el vínculo afectivo, especialmente con la madre. Está demostrado que los bebés tienen sensibilidad a la luz y al tacto desde el interior del útero materno, a partir de cierto mes reconocen cuando ponemos nuestras manitas sobre el vientre y empiezan a interpretar que son queridos y deseados. Incluso una vez que nacen reconocen las voces de sus progenitores”. Escacena, experta en el método Montessori, tiene claro que los años de la primera infancia son “los más importantes en la vida de un ser humano. El niño desarrolla su psique, su imagen del mundo, y puede interpretarlo como un lugar hostil o como uno lleno de amor”.

La lactancia, etapa crucial

De hecho, “el recién nacido necesita desarrollar un vínculo afectivo con al menos un cuidador principal para que su desarrollo social y emocional se produzca con normalidad. Esto se evidenció gracias a los trabajos realizados por el al psiquiatra y psicoanalista John Bowlby (1907-1990), a quien la ONU encargó investigar por qué los niños que habían quedado huérfanos tras la segunda guerra mundial tenían tantas dificultades para salir adelante en los orfanatos. Los resultados fueron demoledores: a pesar de tener todos los cuidados básicos garantizados, no tenían el amor de una madre que los acunase entre sus brazos. Somos seres sociales por naturaleza y necesitamos relacionarnos unos con otros, construir un sentido de pertenencia, tener conciencia de que somos importantes para las personas que nos rodean, y todas esas relaciones se establecen desde la primera infancia”, explica Miriam Escacena, de Tu Guía Montessori.

Una madre y su bebé, tras alimentarlo con la lactancia materna / CG

Una madre y su bebé, tras alimentarlo con la lactancia materna / CG

La etapa de la lactancia es también un punto crucial en lo que será la futura comunicación. No en vano, “es en ese momento cuando se desarrolla la musculatura orofacial directamente relacionada con el lenguaje oral. Más allá de lo físico, se establecen las bases de la comunicación no verbal, sobre todo a través de las miradas, gorjeos, etcétera”, detalla Escacena.

La etapa infantil, la más importante para el desarrollo

Aunque la etapa infantil parece la más sencilla para los padres, desde el punto de vista del niño es una de las más complejas. “La etapa de infantil nos parece sencilla porque somos nosotros, los adultos, los que hablamos, hablamos y hablamos. Y los pobres pequeños nos escuchan con paciencia porque su aparato fonoarticulatorio no está plenamente desarrollado para hablar. Luego comienzan las frustraciones porque quieren decir cosas y no les entendemos, es una situación que genera malestar. Por si nos ayuda a empatizar con los niños, pensemos que llegamos a un país en el que no hablamos el idioma y tenemos que conseguir la documentación para poder alquilar un piso, por ejemplo. Siempre agradeces que alguien muestre empatía e interés en esa situación, ¿verdad? Pues es lo que deberíamos mostrar a nuestros pequeños”, sostiene Elisa Molina, de Educar en Calma.

Unos niños visualizan un vídeo en internet / PIXABAY

Unos niños visualizan un vídeo en internet / PIXABAY

Y entonces un día, con los deberes hechos o no, de repente estamos sentados al lado de un adolescente que prefiere pasar tiempo con sus amigos a estar con sus padres, que ya no nos cuenta sus inquietudes, que no comparte con nosotros su día a día y que se aleja cada vez más de nosotros para ir ganando autonomía.

Confianza

“Cuando llega la adolescencia lo normal es que los chicos y las chicas nos cuenten menos a nosotros, sus padres, porque en general le cuentan todo a su grupo de iguales. ¿Y por qué no nos cuentan cosas? En ocasiones es, simplemente, porque sienten que no nos interesa, que rechazamos sus ideas, su mundo, sus emociones… a veces tendemos a saberlo todo, a corregir mucho, a castigar ideas u ocurrencias que tienen, dudas que les surgen y que les negamos en rotundo. Así es difícil tener un ambiente de confianza. Y sin confianza la conexión es más complicada. Debemos conocer a nuestros hijos, interesarnos en sus vidas, en sus planes, en lo que viven y con quién lo viven. Sin agobiar, sin acaparar, pero con presencia real y escucha sincera. Debemos recordad que todos hemos sido adolescentes y jugamos con esa ventaja, ¿cómo nos sentíamos nosotros cuando nos hacían tantas preguntas?”, apunta Elisa Molina.

Sin embargo, compaginar esta complicada etapa de rebeldía y lucha por su propia con una buena comunicación es posible “respetando a nuestros hijos. Es normal que, como padres, queramos saber cosas de nuestros hijos, pero hay otras que tienen derecho a mantener de forma privada, igual que lo hacemos nosotros. Los adultos no lo contamos siempre todo y menos cuando nos hacen el tercer grado”, insiste Molina, que además es madre de cuatro hijos. Por ello, recomienda “confianza, conexión, apertura hacia ellos”.

De los gritos al cortocircuito en la comunicación

“Todo será más sencillo si hemos mantenido una comunicación buena durante la infancia y la niñez. Si nuestros hijos durante su infancia hablaban más bien poco, será más complicado que en la adolescencia nos cuenten de todo, pero nunca hay que rendirse. Sobre todo, en lugar de comenzar la comunicación con nuestros hijos haciéndoles preguntas tipo “¿qué tal el día?, ¿qué has hecho?”, yo recomiendo que comencemos contándoles nosotros sobre nuestros días, sobre lo que hemos hecho, los anhelos que tenemos, lo que conseguimos y lo que no conseguimos. En muchas ocasiones encuentro adolescentes que no saben a lo qué se dedican sus padres y eso es por una falta de comunicación muy muy grande”, lamenta Molina. 

La desesperación de los padres ante un problema de comunicación con los hijos puede derivar en ocasiones en gritos, una muy mala salida, puesto que “cortocircuitan la comunicación porque bloquean, crean distancia y miedo, dejan un ambiente hostil y la confianza desaparece. Seguro que no es la comunicación que queremos mantener con nuestros hijos ni el modelo que deseamos tener con ellos de relaciones humanas. Si es de forma esporádica mejor que si es de forma habitual, y si no hubiera gritos en casa, sería lo mejor porque es una forma de violencia que está normalizada y debemos trabajar en erradicar. Es importante que aprendamos a comunicarnos bien con nuestros hijos”, señala Elisa Molina.

¿Penalizar el error?

Quizá un punto clave para mantener una buena relación y comunicación es la actitud que mantendremos como padres ante la confesión de un error cometido por los hijos.

Para la autora de Educar en calma es clave “pensar esto antes de que nos ocurra para llevarlo un poco preparado. No es lo mismo la travesura de un niño que termina en que se ha roto un vaso, le ha cortado el pelo a su hermano o ha pintado un pasillo, que cuando hablamos de cosas más serias tipo sexo sin protección, drogas o cosas de este tipo que nos suelen alterar más por el miedo que nos genera. Si hay confianza y nos enfocamos en soluciones podemos no alterarnos, ni gritar, ni incriminar a nuestros hijos, sino enfocarnos en lo que sí podemos hacer en estos momentos para solucionar o reparar lo que ha pasado".

"Podemos aprender de estas situaciones --añade-- y darnos cuenta de que, quizá necesitaban más presencia por nuestra parte o quizá haber hablado de estos temas antes. Por eso es fundamental hablar con nuestros hijos en un clima tranquilo y agradable. Vamos a dejar de preocuparnos para ocuparnos y vamos a alejarnos de los gritos y los castigos. Pensemos que hay que ser muy valiente para contar un problema, mostrarnos vulnerables y expresar nuestros sentimientos cuando hemos hecho algo que está mal y por lo que nos sentimos mal. Esto nos puede ayudar a cambiar la mirada en esa situación y enfocarnos en lo que sí podemos hacer”.

Otros agentes educativos

Una mala comunicación con los hijos puede afectar a estos en su desarrollo. “Si tus padres no te han hablado, o te han hablado poco o mal, evidentemente la forma que tienes, de primeras, de relacionarte con el mundo es un poco deficiente. Afortunadamente tenemos otros agentes educativos a nuestro alrededor: familia extensa (abuelos, tíos, primos, etcétera), la escuela, amigos, compañeros de clase, extraescolares, etc. Esto enseña, educa, acompaña y sirve para tener nuevos modelos de comunicación”, considera Molina, experta en Disciplina Positiva.

Niños y niñas utilizando smartphones / GOOGLE

Niños y niñas utilizando smartphones / GOOGLE

“Lo que comunicamos y expresamos y sobre todo cómo lo hacemos es clave en la unión que se genera y en el vínculo que se crea entre madres, padres e hijos/as. Las consecuencias que nos podemos encontrar en los adultos en los que la comunicación en su entorno familiar no fue acertada pueden ser, por ejemplo, una mala gestión emocional, falta de confianza y de seguridad en uno/a mismo/a, problemas de autoestima, apegos no seguros, problemas a la hora de establecer y mantener relaciones sociales”, afirma Sonia Castro, psicóloga experta en Disciplina Positiva del Instituto Europeo de Psicología Positiva.

Muchos padres se dan cuenta de que a veces la comunicación con los hijos está fallando porque han delegado demasiado tiempo del entretenimiento en las pantallas, muy útiles para unas cosas, pero no demasiado buenas para la fluidez verbal dentro de las familias. Jorge Muñoz, CEO de Viva el cole lo resume claramente: "justamente en la pandemia nos dimos cuenta de que tantas horas en casa requerían diálogo además de pantallas, y observamos cómo comenzaron a aumentar pedidos de juegos para familias o puzles, es decir, aquellas cosas que los niños gozan haciendo y que, si sus padres les ayudan les hacen sentir muchísimo más importantes. A veces creemos que no les van a gustar porque ya son de otra era, la digital, pero no es cierto. Los niños siguen disfrutando, muy especialmente en la primera infancia, de sentarse a jugar con nosotros y es lo lógico y lo esperable".

Recuperar la conexión

Para Elisa Molina, recuperar la conexión con los hijos “casi siempre es posible, aunque es cierto que la confianza se tarda tiempo en conquistar y se destruye con más facilidad. Tendremos que trabajar muchos aspectos diferentes, pero nada es imposible. Hay que poner foco en lo que queremos conseguir con nuestros hijos y apostar por recuperar ese vínculo de seguridad, esa conexión que se ha perdido porque nos hemos ido alejando física o emocionalmente. Tendremos que volver a dedicarnos tiempo, conocernos, descubrirnos, dejar que fluyan conversaciones. Sin embargo, si este artículo te coge en una etapa temprana de la maternidad/paternidad, estás a tiempo de trabajar las bases para mantener una buena comunicación con los hijos en todas las etapas de su vida: respeto, confianza, empatía, honestidad y amor incondicional”.