Excepcionalmente, incluimos hoy, en esta serie de artículos sobre maravillosas obras del arte contemporáneo, una película. Pero es que a Cinco obstrucciones, de Lars von Trier (Copenhague, 1956) no la considero una película –desde luego, no una película comercial— sino una obra de arte, solo que en formato cine.
De hecho, cuando Lars von Trier expone (fotogramas de sus películas) en espacios artísticos, suele rebautizarse como 'LArt von Trier'. Yo vi por primera vez Cinco obstrucciones en la sala de exposiciones Serpentine, de Londres, donde se estrenó en el año 2010.
(También, dicho sea de paso, muchas de esas piezas de las que vengo comentando aquí no existen solo como una imagen plástica, sino que necesitan el título, la cartela, las palabras, que las completan y les confieren todo su sentido…)
El talento de este cineasta danés, cofundador del movimiento Dogma, que tan fértil fue en sus primeros años, y autor de cinco o seis películas de inteligencia superior –otras no las he querido ver, por motivos que luego expondré--, entre ellas Europa y Melancolía, es fenomenal tanto para la creación como para el escándalo, como recuerda el público de Cannes, que en 1991 asistió estupefacto a la forma en que “agradeció” al jurado una decepcionante distinción (le dieron un tercer premio, no la Palma de Oro que él creía merecer por Europa, y que se llevó Barton Fink de los hermanos Coen), insultando al presidente, a la sazón Roman Polanski: "Gracias al enano que preside el jurado…".
Por cierto, que tenía razón Lars en enfadarse, pues aunque Barton Fink no es una mala película, ni en un chiste de gangosos de Arévalo se la podría comparar con la sublime Europa.
Más desagradablemente se comportó otro año en que, visiblemente empastillado, farfulló desde el escenario su vaga simpatía por "algunos aspectos" de Adolf Hitler. Luego se desdijo y presentó excusas no menos confusas. El Festival le declaró 'persona non grata' y él ya no ha vuelto.
Lars von Trier en el festival Berlinale
Ahora sus últimas provocaciones prefiere hacerlas por Instagram. Allí suscitó debates publicando poco después de la invasión de Ucrania que "las vidas rusas también importan". No veo por qué la tomaron con él por decir esa evidencia, la gente es muy quisquillosa.
Allí, poco después, buscó "una novia o una musa", con el siguiente mensaje: "Tengo 67 años, Parkinson, trastorno obsesivo-compulsivo y, actualmente, alcoholismo controlado. Con un poco de suerte", añade, le quedan aún un par de películas "decentes" por hacer.
"A pesar de todos los lamentos, quiero afirmar que en un buen día y con la compañía adecuada puedo ser un compañero alegre", explica el cineasta, que invita a las interesadas a escribirle a su dirección de correo electrónico antes de agradecer la "infinita" paciencia de sus seguidores.
¡Se olvidó de mencionar en la lista de las enfermedades que padece la depresión y el pánico a volar! Pero nadie negará que ese autorretrato no es engañoso ni autocomplaciente. Mi Lars está por encima de eso.