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Hay ahora una escultura de Teresa Margolles –la artista mexicana que trabaja a partir de los cadáveres y los restos humanos en general, de la que creo hemos hablado alguna vez en esta serie de artículos sobre obras maestras del arte contemporáneo–, una escultura a base de máscaras faciales de transexuales mexicanas, colocada en el lugar de Londres más visible para una obra de arte, con voluntad de vocear los sufrimientos que padecen y concienciar a la gente.

El lugar en Londres más visible para una obra de arte no es un museo, sino el “cuarto pedestal” de Trafalgar Square.

En esa plaza hay otros tres pedestales, cada uno como pie de la escultura de algún héroe de la patria, pero el cuarto pedestal, después de muchos años esperando a que le colocaran encima la figura de un rey, permanecía vacío, hasta que a finales de los años 90 a las autoridades se les ocurrió dedicarlo a sustentar una obra de arte, durante dos años, al cabo de los cuales sería substituida por otra.

En Londres se ha vuelto muy popular ese “cuarto pedestal”. Dada su visibilidad, los artistas seleccionados procuran aportar algo memorable.  

Como decía, ahora en él hay una obra de Teresa Margolles. Pero el primero de la serie, el primer artista que ocupó “el cuarto pedestal” y le dio nombradía, obteniéndola él al mismo tiempo, fue Mark Wallinger (1959), y vaya si aportó algo memorable.

Su escultura se titula Ecce homo. O sea, Aquí está el hombre, la frase que dijo Pilatos al presentar a Jesús cautivo ante la multitud.

El 'Ecce homo' de Wallinger

Wallinger para representar a Cristo eligió a un modelo de aspecto más bien vulgar, de tamaño natural. Colocado al borde del “cuarto pedestal” parecía proporcionalmente pequeñísimo y más desamparado aún.

Todo el secreto, todo el impacto de la pieza de Wallinger radicaba en una cuestión de tamaño y de proporción. 

Como decía, esta obra le hizo famoso. Pero para mí la más impactante es Threshold to the Kingdom (Umbral del Reino), un vídeo que realizó al año siguiente, también una obra de carácter o de resonancias religiosas.

También aquí la imagen es trivial, pues lo que vemos es a viajeros que cruzan la puerta de Llegadas internacionales de un aeropuerto, un poco desorientados como pasa siempre en esa circunstancia, buscando con la mirada algún punto de referencia o a la persona que haya ido a recogerles… pero una vez más la alteración de las proporciones convierte la escena, que no puede ser más rutinaria y carente de misterio, en otra cosa mucho más ambigua y rozando, o aludiendo, a lo sublime.

Momento de 'Threshold to the Kingdom'

Pues la filmación se proyecta a cámara lenta, lo cual confiere a esos viajeros que están atravesando el “portal del Reino” –sin que quede claro si se trata del Reino Unido, o del Reino de los Cielos–, por más que vistan de forma funcional y vulgar y que la experiencia por la que están pasando, un aura de dignidad y de individualidad, realzada por la banda musical, que es el conocido, conmovedor Miserere de Gregorio Allegri

Este vídeo es una invitación a que nos respetemos a nosotros mismos, y a ser conscientes de la naturaleza valiosa y hasta excepcional de cada uno de nuestros pequeños actos.

Además, las dificultades que pone Gran Bretaña a los ciudadanos extranjeros, aumentadas por el Brexit y los difusos recelos ante las oleadas de inmigrantes, le dan al vídeo otra capa de sentido, lo mantienen contemporáneo aunque hayan pasado ya 25 años de la filmación.

Y finalmente, teniendo en cuenta esa veta de religiosidad que late en el señor Wallinger, podría ser que haya querido mostrarnos la manera en que entraremos en el cielo: a través de una puerta de vidrio deslizante, entre otros, desconocidos compañeros de viaje, arrastrando una maletita con ruedas, siguiendo una flecha que indica la salida, dando pasos lentos, como si flotáramos en una música angelical.