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Rudy no está acostumbrado a hablar delante de una cámara. Tampoco Nury. Ni su hijo, Jose. Pero, según repiten una y otra vez, llega un momento en el que "el silencio deja de ser una opción".

“No hemos salido para atacar a nadie —dice el padre—. Hemos salido para defender el honor de nuestro hijo y de nuestra familia”.

Viven en Barcelona, en el entorno de plaza España, y han decidido dar la cara después de que la expareja de Jose, Shayma, y el padre de ella, Sicus Carbonell, lo acusaran públicamente en televisión de sustracción de menores, malos tratos e incluso secuestro.

Una versión que la familia del joven, de 24 años, niega de forma rotunda y que considera falsa y profundamente dañina.

Para entender esta historia, advierten, hay que ir más allá del marco estrictamente judicial y abrir la mirada a una realidad cultural que funciona con códigos propios: la del pueblo gitano.

Jose con su hijo pequeño Cedida

Un matrimonio fuera del registro civil

Jose y Shayma han sido pareja durante casi una década. Vivieron nueve años en casa de los padres de él, Rudy y Nury, y tuvieron un hijo en común. Su unión, sin embargo, nunca fue inscrita en el Registro Civil.

Se casaron bajo el ritual caló, la forma tradicional gitana, lo que a ojos de la ley ordinaria implica que no existe matrimonio ni divorcio.

Esa circunstancia explica por qué, cuando la relación se rompe en octubre de 2024, la familia de Jose no acude directamente a los juzgados. Siguiendo la tradición gitana, optan por la mediación comunitaria, recurriendo tanto a ancianos gitanos como a entidades especializadas.

Entre ellas, la FAGIC (Federación de Asociaciones Gitanas de Cataluña), una organización de amplio reconocimiento institucional y experiencia en procesos de mediación.

Desde la FAGIC aseguran haber acompañado a la familia de Jose desde el inicio del conflicto y avalan su forma de actuar, subrayando que siempre apostaron por el diálogo y por soluciones pactadas en beneficio del menor.

La ruptura y las visitas “impuestas”

Tras abandonar el domicilio familiar, Shayma se marcha con el niño a Mataró (Barcelona). A partir de ahí, comienza lo que la familia de Jose describe como una odisea fuera de la legalidad ordinaria, marcada por regímenes de visitas impuestos unilateralmente por la familia materna, con Sicus Carbonell, el abuelo del menor, como figura central.

Según explican, aceptaron esas condiciones —primero una tarde, luego tres— porque era la única forma de ver al niño y porque mantenían la esperanza de una reconciliación de la pareja. “Todo se hacía pensando en que volvieran a estar juntos”, sostienen.

Las mediaciones, sin embargo, fracasaron una tras otra. La familia de Shayma exigía que Jose se trasladase a vivir a 20 o 30 kilómetros de Barcelona, algo que la familia paterna interpretó como un “destierro”.

Por ello, y en aras de desencallar el conflicto, Rudy propuso como alternativa un piso de su propiedad en el barrio de Gràcia; lo que permitiría mantener vínculos familiares por ambas partes. La propuesta, sin embargo, fue rechazada.

Desde la FAGIC y desde la familia de Jose aseguran que Sicus Carbonell nunca quiso sentarse a hablar con la federación, pese a su estatus dentro de la comunidad gitana.

Simón Montero, presidente de la FAGIC, junto con Salvador Illa, presidente de la Generalitat de Cataluña Generalitat de Catalunya

Agresiones, silencios y un símbolo roto

En este periodo se produce un episodio especialmente grave. Durante la devolución del niño en Mataró, Rudy y Nury aseguran haber sufrido una agresión por parte del abuelo materno, hermanos y primos de Shayma.

Afirman disponer de partes de lesiones, aunque nunca denunciaron los hechos, manteniendo su apuesta por la mediación gitana.

Hay otro gesto que, dentro de la tradición caló, marca un antes y un después. Sicus Carbonell envió un mensaje reclamando la devolución del pañuelo, símbolo sagrado de la unión matrimonial.

“El pañuelo no se pide, se tira. Pedirlo es una gran ofensa”, explican. Para la familia de Jose, ese gesto supuso una humillación y una ruptura que no se correspondía con la realidad de la relación.

Nury, la abuela paterna, con su nieto Cedida

El regreso y la nueva desaparición

Aun así, y después de muchas negociaciones, a principios de septiembre de 2025, Shayma regresó con el niño al domicilio familiar. La convivencia duró pocos días, pero es vivida por Jose con ilusión.

Sin embargo, hay elementos que le generaron mucha inquietud: durante el tiempo de separación, Shayma empadronó al menor en Mataró y lo inscribió en un colegio de esa ciudad sin el consentimiento del padre. Jose se enteró de todo ello a posteriori.

Pocos días después, Shayma vuelve a marcharse con el menor y se reactiva el conflicto por la custodia.

Doce días y una denuncia

En el marco de nuevas negociaciones, la familia materna decidió que Jose no iba a ver al niño durante una semana, que acabaron convirtiéndose en 12 días. Cuando finalmente pudo recogerlo, reconoce que, en un gesto impulsivo, decidió que la madre tampoco vería al menor durante el mismo periodo.

El niño llevaba solo 24 horas con su padre cuando una patrulla de los Mossos d’Esquadra se presenta en el domicilio familiar. Jose ha sido denunciado por sustracción de menores.

Su familia asegura que Shayma sabía perfectamente dónde estaba el niño, que podía ir a buscarlo cuando quisiera y que incluso se le comunicó que el menor sería escolarizado en Barcelona, indicándole el centro concreto.

Fiscalía descarta los malos tratos

Fue entonces cuando Jose comenzó a recibir citaciones y denuncias, incluidas acusaciones por malos tratos. Sin embargo, existen varias notificaciones tanto de la fiscalía como del juzgado en las que se descarta la existencia de violencia en la relación, se rechazan las medidas cautelares solicitadas por la familia de Shayma y se califica el relato presentado como incoherente e inconexo para justificar dichas medidas.

La justicia ha fijado una vista en abril de 2026 para decidir sobre el futuro del menor.

Resolución del Juzgado donde se determina que no existen antecedentes de violencia de género Cedida

Es precisamente ese escenario —una resolución judicial lejana en el tiempo— lo que, según la familia de Jose, desata la desesperación de Shayma y precipita el paso definitivo a la justicia ordinaria, rompiendo con la mediación gitana que hasta entonces había regido el conflicto. En esa fase llegan las denuncias por violencia de género. 

“Una traición a la ley gitana”

Dentro de la comunidad gitana explican que la actuación de Sicus Carbonell se interpreta como una traición a la cultura: instrumentalizar la justicia “paya” para obtener ventaja en un conflicto que hasta entonces se había gestionado por vías tradicionales.

La decepción es profunda, especialmente por las declaraciones televisivas del abuelo materno y por su negativa reiterada a reunirse con mediadores reconocidos.

Jose, su hijo y Nury, la abuela materna Cedida

Es por ello por lo que la familia de Jose denuncia haber sido víctima de una campaña de difamación en las últimas semanas. Aseguran que Sicus Carbonell ha aprovechado su proyección mediática para desacreditar públicamente a su hijo y a todo el entorno familiar.

En este sentido, lamentan la oleada de insultos e injurias que, según sostienen, el cantaor gitano ha difundido a través de sus perfiles en redes sociales. Una exposición pública que, denuncian, ha agravado el daño personal y reputacional en un conflicto que, insisten, debería resolverse pensando únicamente en el bienestar del menor.

La otra versión

Shayma, por su parte, mantiene una versión radicalmente distinta. La madre del menor asegura haber vivido la situación como un episodio de malestar extremo y sostiene que el padre de su hijo ha secuestrado al niño, lo que la llevó a acudir a la justicia ordinaria y a los platós de televisión. 

Dos relatos enfrentados, una mediación fallida y un menor en el centro de una batalla que combina leyes, culturas y emociones.