En España existen más de 4.000 administraciones de loterías registradas, negocios que operan en un ambiente donde se mezclan la ilusión y la incertidumbre. Estos emprendedores apuestan una gran parte de sus recursos y esfuerzos en la Lotería de Navidad, sorteo que les repercute económicamente más que cualquier otro.
Sin embargo, detrás de la venta de boletos y el reparto de premios, se esconde una realidad económica que dista mucho de ser lucrativa para el dueño de la administración.
Los loteros operan bajo la sombra de su aliado y, a la vez, mayor enemigo: el Estado. Loterías y Apuestas del Estado funciona como una empresa dentro del Ministerio de Hacienda. Las administraciones ganan dinero únicamente a raíz de lo que venden, trabajando mucho, y reciben comisiones tanto por la venta de boletos (Lotería Nacional, Primitiva, etc.) como por el pago de premios.
El principal problema que denuncian los administradores es el estancamiento de estas comisiones. Llevan 20 años sin que el Estado les suba las comisiones. Esta falta de actualización, mientras el coste de vida se eleva, asfixia sus negocios.
Roger, lotero de Loterías La Lluna, lo explica abiertamente en el canal de Eric Ponce: “Si tenemos en cuenta la inflación que ha subido durante los últimos 20 años, estamos perdiendo un montón de dinero porque no están actualizando las comisiones al mismo ritmo que están subiendo los precios”.
A pesar de que el nivel de vida y el IPC han subido, y aunque el precio de otros productos haya aumentado, las comisiones se mantienen inalteradas. El riesgo que asumen estos negocios es enorme, dado el gran volumen de dinero que manejan, especialmente durante las campañas de Navidad y del Niño.
La comisión que obtienen por el producto estrella es especialmente baja. “Para un décimo de Lotería de Navidad la comisión actual es de un 4,5% bruto, ganas una miseria”, asegura Roger. Este 4,5% es bruto, lo que significa que el lotero debe descontar de ahí el pago de autónomos y otros impuestos. De hecho, la Primitiva ofrece un porcentaje ligeramente superior, casi un 6% bruto, lo que se traduce en 6 céntimos por cada euro vendido.
Para poder cubrir los gastos fijos de todo el año —como nóminas o alquiler—, las administraciones dependen de que la campaña navideña sea excelente. Para poder facturar algo "normal" y que la comisión cubra los gastos, no se pueden estancar solo en las ventas que entran por la puerta; deben salir a la calle y buscar muchísimos clientes. Si no venden o no devuelven al Estado los décimos sin vender, deben pagarlos de su propio bolsillo, ya que "no hay perdón".
A estos desafíos se suma la digitalización. Aunque los loteros han tenido que transformarse y vender a través de aplicaciones de terceros (como TuLotero), Loterías y Apuestas del Estado también vende directamente online en su propia página, compitiendo con los puntos de venta físicos.
A pesar de que el negocio es "muy esclavo" y no convierte a nadie en millonario, muchos loteros se mantienen por la conexión con sus clientes. El trato humano y la emoción de repartir grandes premios, como un Euromillón de un millón de euros o el tercer premio de Navidad, son la satisfacción personal, aunque financieramente no sea el negocio que fue hace 20 años.
