El auge, la popularidad y la democratización de las criptomonedas ha abierto un mundo de oportunidades para inversores de todos los perfiles. Sin embargo, este ecosistema digital también ha captado la atención de los delincuentes, que han encontrado en el mundo cripto un filón para sus actividades ilícitas.
Las estafas, los robos de billeteras virtuales y las extorsiones en criptodivisas son algunos de los delitos que han proliferado en los últimos años.
Lo explica el subinspector José Merino, jefe del Área Central de Delitos Económicos de la División de Investigación Criminal (DIC), quien celebra que en 2024 se registró una disminución del 15% en las denuncias por delitos relacionados con criptomonedas, con respecto al año anterior.
Aun así, la cifra sigue siendo elevada: pues en un año se interpusieron más de 3.300 denuncias vinculadas al mundo cripto.
El reinado de la estafa
Las estafas representan el 70% de los casos denunciados. Entre ellas, las falsas inversiones se han consolidado como la técnica más utilizada por los delincuentes.
Este tipo de fraude se basa en un proceso de captación gradual en el que la víctima, tras ganar confianza en el supuesto inversor o asesor financiero, acaba depositando sumas crecientes de dinero en plataformas que prometen rendimientos atractivos.
La realidad, sin embargo, es que estos fondos terminan en manos de organizaciones criminales.
Seguridad y criptomonedas
Según Merino, las estafas de inversión cripto ocupan el cuarto lugar en número de denuncias dentro de los delitos económicos en general, pero si se analiza el dinero defraudado, ascienden hasta la primera posición. Las cantidades que pierden las víctimas no son menores: las cifras oscilan entre los 20.000 y los 40.000 euros de media.
Extorsiones y robos en el universo digital
Más allá de las estafas, existen otros delitos que han encontrado en las criptomonedas un vehículo ideal. Las extorsiones y la sextorsión, por ejemplo, han mutado con la llegada de las monedas digitales.
Ahora, en lugar de exigir pagos en efectivo o mediante transferencias bancarias rastreables, los delincuentes exigen el pago en criptodivisas, aprovechando el anonimato y la dificultad de rastreo que ofrecen estas divisas.
También se han registrado robos de billeteras virtuales, tanto en su vertiente digital como en su versión más analógica (a la vieja usanza). Aunque pueda parecer sorprendente, los asaltos físicos con el objetivo de obtener claves privadas y acceder a los fondos de las víctimas son una realidad.
Un reto para la investigación
El subinspector Merino reconoce que la resolución de estos delitos sigue siendo un gran desafío. La tasa de éxito en las investigaciones se sitúa entre el 10% y el 15%, muy por debajo de otros delitos económicos. Las razones son diversas, pero destacan dos factores especialmente.
En primer lugar, la dimensión internacional de estas redes criminales. Muchas de estas estafas se orquestan desde el extranjero, en jurisdicciones con legislaciones opacas o con las que la cooperación policial es limitada.
En segundo lugar, la dificultad para identificar a los responsables. Los delincuentes utilizan identidades falsas, plataformas de intercambio descentralizadas y billeteras anónimas para dificultar su rastreo.
Agentes del Área Central de Cibercrimen de los Mossos d'Esquadra
Cualquiera puede ser víctima
Uno de los grandes mitos en torno a estos delitos es la existencia de un perfil claro de víctima. Sin embargo, la realidad desmiente esta percepción. "Todos podemos caer en la trampa", advierte Merino. La sofisticación de las estafas ha alcanzado niveles en los que incluso personas con experiencia en inversiones pueden ser engañadas.
Además del impacto económico, estos delitos dejan secuelas emocionales profundas en las víctimas, que muchas veces sienten vergüenza y culpa por haber sido engañadas.