El periplo de un catalán que huyó de Albania tras ser encarcelado por fumarse un porro de CBD
- El joven, ante el temor de pasar las Navidades solo y lejos de lo suyos, decidió volver a casa por sus propios medios
- Otras historias: Así entraron en prisión los narcos albaneses a los que se les quemó una nave de marihuana
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Retenido en Albania, acusado de tráfico de drogas y sin documentación. Esta es la historia de un joven catalán que ha esperado durante tres meses la llegada de un juicio que cerrara el caso y le permitiese volver a casa.
Sin embargo, harto de esperar una resolución del corrupto sistema judicial albanés, decidió escaparse por las montañas de Montenegro y volver a Barcelona para pasar las Navidades con su familia.
Todo empezó por fumarse un porro de CBD, legal en España, pero indistinguible de otros tipos de marihuana por la ley albanesa. Desde entonces, se sumergió en un periplo judicial para demostrar su inocencia mientras la fiscalía entorpecía el curso normal del proceso.
La pesadilla empezó con un porro
Su aventura empezó a finales de agosto, el último día de un viaje con amigos por Albania. A escasas horas de despegar de vuelta a casa, la policía lo paró mientras se fumaba un porro en un parque de Tirana, la capital.
Él se justificó asegurando que se trataba de un cigarro de CBD -un tipo de marihuana sin THC, el principio psicoactivo del cannabis, de venta legal en España-. No obstante, ni sus explicaciones, ni siquiera el ticket de compra, sirvieron para convencer a los agentes, que decidieron ponerle los grilletes y llevárselo a comisaría.
Lo que debía ser un arresto de un par de horas, según le indicó la policía albanesa en el momento, se convirtió en un calvario judicial que le llevó a pasar 20 noches en prisión y, luego, casi tres meses en libertad provisional a la espera de juicio.
Cinco días en el calabozo
Tras el arresto, pasó cinco días en el calabozo hasta que pudo declarar ante el juez. Poco se imaginaba entonces que la autoridad judicial decretaría 20 días de prisión provisional en Fushë-Krujë, al noroeste de Tirana.
A preguntas de Crónica Global, cuenta que la experiencia en la segunda celda fue mejor que en la primera, que tuvo que limpiar a mano con una pastilla de jabón que pidió a un guarda y un trozo del colchón. Esta fue la antesala antes de ingresar en una cárcel albanesa.
Otros veinte días en prisión
El recibimiento en la prisión fue bueno, dice. Le metieron en una celda con otros cinco reos extranjeros. Rápidamente, se corrió la voz de su llegada y lo bautizaron como "el español"
El primer día, los más veteranos le ayudaron prestándole algunos utensilios, pues, sin un plato, no podía acceder al comedor a recoger su ración diaria de estofado de verduras y judías blancas. Todos los días el mismo menú.
Sobre el día a día encarcelado, describe situaciones inimaginables para un interno en Cataluña: la cena la preparaban en la propia celda, con un fogoncillo de camping gas; solo podían acceder a un pequeño patio de cemento una hora al día; o las llamadas estaban limitadas a 15 minutos a la semana.
Durante los 20 días que estuvo entre rejas no pudo hablar con su familia. "Como iban a ser pocos días, ni siquiera hicieron los trámites necesarios para autorizarme las llamadas", recuerda.
La fantasía de huir
Al ser liberado, pero sin la posibilidad de salir del país, alquiló un piso y su segundo abogado lo ayudó a encontrar trabajo como camarero en un bar de copas de Blloku, la zona más chic de la capital albanesa.
Al primer letrado lo despidió al entrar en prisión. "Me pedía más de 1.800 euros para formalizar mi defensa y pronto me di cuenta de que se estaba aprovechando de mí".
Por su lado, la embajada española no pudo hacer nada y solo le quedaba esperar. Fue entonces, ya en libertad, cuando empezó a fantasear con la idea de escapar del país y regresar a Cataluña por sus propios medios.
Sus amigos y familiares le visitaban prácticamente cada fin de semana y juntos empezaron a gestar el plan. Sin embargo, el joven perjudicado, aconsejado por su abogado, decidió paralizar la huida hasta el 12 de noviembre, cuando tenía previsto que el fiscal archivara su caso.
Un fiscal corrupto
Para agilizar los trámites, el primer abogado le instó a sobornar al fiscal con 3.000 euros. Lamentablemente, de nada sirvió el trueque. A pesar de que todas las periciales se resolvieron a su favor, el fiscal pidió una prórroga de tres meses para seguir investigando el caso.
Con todo, las pruebas aportadas demostraban que, evidentemente, se trataba de un cigarro de CBD; y que los escasos tres gramos que le requisaron tenían como finalidad el autoconsumo. De hecho, las periciales toxicológicas indicaban que el catalán era consumidor habitual, lo cual se considera atenuante.
Nada de eso fue suficiente para que el fiscal corrupto archivara el caso. "Sospecho que quería sacarme más dinero", asegura.
Con esa decisión, y ante el temor de pasar las Navidades solo y lejos de su familia, se materializó el plan de huida. Asegura que nunca le ha temido a la extradición. Y menos después de conocer que no podían atribuirle tráfico de estupefacientes.
La odisea empezó en taxi
Tan solo dos días después de conocer el veredicto del fiscal, este joven catalán decidió actuar. Acompañado por su madre, tomó un taxi y emprendió un arriesgado viaje desde Tirana hasta las montañas que marcan la frontera con Montenegro, que cruzaron andando. Allí, al otro lado, les esperaba su hermana con un coche alquilado, dispuesta a ayudarlos a continuar su travesía.
La primera etapa fue complicada, pero lograron cruzar Montenegro de forma discreta, los tres juntos. Sin embargo, al llegar a la frontera con Croacia, tuvieron que separarse. La hermana pasó con el coche, mientras que madre e hijo lo hicieron a pie para evitar levantar sospechas.
En avión hasta casa
Ya en territorio croata, la situación dio un giro inesperado cuando la policía del país les dio el alto. "Nos vieron cruzando las montañas", relata el joven.
Para zafarse, improvisaron: alegaron que estaban de excursión. Gracias a que su familia había planeado cada detalle de la huida, el joven llevaba consigo un pasaporte vigente que había sido traído desde Cataluña, lo que le permitió identificarse sin problemas. Su DNI, sin embargo, seguía retenido en Albania, lo que añadía una tensión extra a cada paso de su viaje.
Finalmente, cansados, pero aliviados de estar ya en territorio de la Unión Europea, decidieron culminar la odisea de la manera más rápida posible. Desde Dubrovnik, tomaron un avión con destino a Barcelona.
Así terminó una aventura que nació del desespero y que tenía un único objetivo: regresar a casa para pasar las Navidades en familia.