El Ministerio de Sanidad de España ha anunciado su intención de prohibir la venta de vapers desechables y dispositivos con saborizantes, enmarcando esta decisión dentro de una política más amplia de control del tabaquismo.
La ministra de Sanidad ha señalado que estos dispositivos electrónicos, populares entre los jóvenes, representan un riesgo para la salud pública similar al de los cigarrillos tradicionales. Con esta medida, España se suma a la tendencia creciente en Europa y otras partes del mundo de endurecer la regulación sobre los vapeadores, especialmente aquellos llamativos para jóvenes que se venden en negocios no regulados.
Esta nueva normativa no solo afecta a los vapers, sino que también forma parte de una estrategia para reforzar las restricciones sobre el consumo de tabaco. En España, ya está prohibido fumar en espacios cerrados y áreas públicas como hospitales y centros educativos, y se pretende extender las prohibiciones a terrazas de bares y restaurantes, donde tampoco se puede fumar en muchas regiones del país.
La normativa busca seguir reduciendo los espacios donde el consumo de cigarrillos, tanto tradicionales como electrónicos, está permitido, con el objetivo de proteger la salud pública y reducir la exposición al humo de segunda mano.
Este último giro de guion ha despertado una discusión importante sobre las diferencias entre el cigarrillo convencional y los vapeadores, especialmente en términos de impacto en la salud. Mientras algunos sectores del ámbito sanitario apoyan la regulación estricta, otros señalan que equiparar ambos productos puede desincentivar el uso de herramientas como el vaper, que, según investigaciones científicas, podría ser una alternativa menos nociva para los fumadores.
¿Es el cigarrillo tradicional equivalente al vaper?
Uno de los puntos clave en la reciente normativa del Ministerio de Sanidad es que los vapeadores, en particular los desechables, son tratados como si fueran equivalentes a los cigarrillos convencionales. Sin embargo, existe una diferencia fundamental entre ambos productos: el proceso de combustión. En los cigarrillos tradicionales, la combustión del tabaco genera más de 7.000 sustancias químicas, de las cuales al menos 70 son cancerígenas. Estos químicos, incluidos el alquitrán y el monóxido de carbono, son responsables de gran parte del daño a la salud asociado al tabaquismo, tales como enfermedades cardíacas, problemas respiratorios y cáncer de pulmón.
Por otro lado, los vapers y los cigarrillos electrónicos eliminan la combustión presente en los cigarrillos. En su lugar, utilizan un líquido que suele contener nicotina, aromatizantes y otras sustancias, que se calienta mediante un mecanismo electrónico para generar vapor. Este vapor, aunque no es completamente inocuo, ha mostrado contener significativamente menos toxinas que el humo del tabaco.
Investigaciones recientes sugieren que el vapor generado por los cigarrillos electrónicos presenta un nivel reducido de compuestos dañinos en comparación con el humo del tabaco tradicional. Según algunos estudios, aunque el uso prolongado de vapers no está exento de riesgos, estos son considerablemente menores que los asociados con fumar.
De hecho, los datos proponen que los fumadores que cambian a vapear pueden reducir significativamente su exposición a químicos peligrosos. La confusión sobre los riesgos relativos ha llevado a muchas políticas públicas a tratar ambos productos de manera similar, ignorando esta distinción clave en términos de salud pública.
El vaper es una alternativa para dejar de fumar, según estudios científicos
Numerosas investigaciones científicas han indicado que el uso de vapeadores puede ser una herramienta eficaz para dejar de fumar. En el Reino Unido, el Public Health England (PHE), en un informe reciente, destacó que los vapeadores son una de las alternativas más eficaces para los fumadores que desean abandonar el tabaco, superando en efectividad a otros métodos tradicionales como los parches de nicotina, los chicles o los medicamentos. Según este informe, el uso de vapers ha mostrado tener tasas de éxito mayores para el cese del tabaquismo en comparación con otros métodos terapéuticos.
El Servicio Nacional de Salud (NHS) del Reino Unido también apoya el empleo de cigarrillos electrónicos en sus programas para dejar de fumar. En su sitio web oficial, el NHS afirma que, aunque el vapeo no es completamente seguro, es al menos un 95% menos dañino que fumar cigarrillos, lo que lo convierte en una opción mucho más segura para los fumadores que buscan reducir el daño a su salud. Además, el NHS señala que el vapeo se ha convertido en una herramienta clave en sus esfuerzos para ayudar a los fumadores a abandonar el tabaco, especialmente aquellos que no han tenido éxito con otros métodos.
¿Se deberían aceptar los vapers como alternativa al cigarrillo?
Países como el Reino Unido han adoptado políticas que promueven el uso de cigarrillos electrónicos como parte de sus estrategias de salud pública para combatir el tabaquismo, basándose en las pruebas científicas que sugieren que el vapeo es significativamente menos dañino que fumar cigarrillos convencionales. Esto contrasta con la reciente decisión del Ministerio de Sanidad de España, que ha optado por equiparar los vapeadores desechables con los cigarrillos convencionales, limitando su venta y su uso de forma similar a las restricciones impuestas al tabaco.
Una comparación interesante se puede hacer con la reciente legalización del cannabis con fines terapéuticos en España. La ministra de Sanidad ha respaldado esta medida basándose en evidencias científicas que avalan el empleo del cannabis medicinal para el tratamiento de ciertas afecciones, como el dolor crónico. Del mismo modo, desde el sector se pide que las alternativas sin humo respaldadas por evidencias científicas tengan un tratamiento distinto al cigarrillo convencional, y diferente normativa en función del daño que causa cada producto.
Lo que está claro es que con estos dispositivos se reduce el principal problema de los fumadores pasivos, que es el humo de segunda mano.