Durante la guerra civil española proliferaron numerosos cuadernos con dibujos de aviones que los centinelas de los pueblos de la costa utilizaban para poder reconocer los aviones enemigos y advertir así a sus habitantes —muchos de ellos no habían visto nunca un avión volando —de un posible bombardeo. Entre ellos se encuentra el cuaderno de Vicenç Lozano, refugiado de la Guerra civil que en el año 1939 ejerció de centinela desde el campanario de la iglesia de Santa Maria de Arenys de Mar y que hoy puede verse en la exposición ¡Enemigo a la vista! la defensa de la costa del Maresme durante la Guerra Civil (1936-1939) en el Museu de Mataró/Can Serra. 

Organizada originalmente por el Museu d’Arenys de Mar bajo el comisariado del historiador Adrián Cabezas, del Grup de Recerca i Estudis de la Guerra Civil, la muestra, visitable hasta el 27 de octubre, está centrada en dar a conocer la defensa de la costa de la comarca durante la Guerra Civil y el patrimonio bélico que se conserva. Para conseguirlo, Cabezas ha llevado a cabo un notable ejercicio de recuperación de la memoria histórica con el propósito de investigar y dar a conocer un periodo de gran crudeza, como es la guerra, y de explicar cómo se organizó la defensa de las diversas poblaciones de la comarca ante cualquier desembarco o amenaza de las tropas franquistas. 

Una red de observatorios

"Debido a la derrota de las Baleares en manos franquistas [excepto Menorca] y la entrada en el Mar Mediterráneo de los cruceros del bando rebelde Canarias y Almirante Cervera a finales de septiembre de 1936, se empezaron a adoptar las primeras medidas de defensa de la costa catalana. De esta manera se inició el emplazamiento de antiguas piezas artilleras y el envío a la costa de los primeros milicianos, así como también se empezaron a realizar los primeros trabajos de fortificación del litoral”, escribe Cabezas en el catálogo. El punto de inflexión, sin embargo, fue el bombardeo naval que realizó el crucero Canarias el 30 de octubre de 1936 sobre la ciudad de Roses, provocando un pánico generalizado en todas las poblaciones litorales catalanas. 

"A partir de ese momento se empezó a organizar una red de observatorios a lo largo de toda la costa catalana con el objetivo de informar de cualquier movimiento tanto marítimo como aéreo que aconteciese frente al litoral, y poder así actuar en caso de amenaza lo más rápidamente posible", explica el historiador.

Eso explica que desde el inicio de la guerra se establecieran diferentes puntos de vigilancia en el litoral del Maresme, como los lugares de observación de la artillería de costa y de carabineros, faros y destacamento de costas. Estos lugares de vigilancia fueron gestionados primero por milicianos y más tarde por carabineros, integrados en diferentes comandancias, "aunque siempre en un número inferior al total que tenían que ser", se lamenta. 

Imagen de uno de los torpedos disparados contra el Ciudad de Barcelona en la playa de Lloret de Mar, 1937 / Servei d’Arxiu Municipal de Lloret de Mar null

La proliferación de puestos de vigilancia durante los primeros años de la guerra fue acompañada de la construcción de numerosas posiciones defensivas, entre las cuales destacan las trincheras y los nidos de ametralladoras (se llegaron a construir más de 450 a lo largo de toda la costa catalana), así como los emplazamientos para baterías de costa que hoy todavía pueden verse por las playas del Maresme, en su mayoría en mal estado o cubiertas de grafitis, como se aprecia en las fotografías de la exposición. 

Muchas de estas construcciones de hormigón, cubiertas de roca o mampostería para despistar a los aviones, iban dotadas de piezas de artillería de mala calidad. "Muchas provenían de las guerras carlinas o incluso de museos", destaca Cabezas, señalando además que nunca llegaron a utilizarse, ya que no se llegó a producir ningún desembarco de tropas franquistas frente a la costa catalana. 

Arte bélico

Por otro lado, en la exposición se incluyen los óleos que el pintor mataronense Jordi Arenas i Clavell realizó en 1936 de los soldados rebeldes asentados en Mataró, así como documentación extensa y recortes de periódico sobre la sublevación frustrada del regimiento de artillería ligera número 8 de Mataró, que se alzó en apoyo de las tropas franquistas. También se expone una colección de objetos bélicos, metralletas y artillería patrimonio de la ciudad, así como los bocetos a tinta y papel que el centinela Vicenç Lozano realizó mientras vigilaba el cielo desde el campanario de Arenys de Mar.

Con trazo preciso y buena letra, Lozano explica las diferentes maniobras aéreas militares e identifica los diferentes modelos de aviones que sobrevuelan el cielo, como el Fiat CR-32, un caza biplano de origen italiano, "con dos ametralladoras tirando a través de la hélice", el Heinkel He 5, un biplano de fabricación alemana, o el Messerschmitt Bf 109, uno de los primeros cazas modernos, que el III Reich envió en apoyo a las tropas franquistas y que más tarde se convertiría en el avión estrella de la Segunda Guerra Mundial.