En 1996, Santi, uno de los agentes de la División de Policía Científica de los Mossos d’Esquadra, ya jubilado, trazó a mano alzada, con un carboncillo, las facciones de un atracador de bancos sobre una cartulina.
Desde entonces, el grupo de Identificación Facial de la Unidad Central de Fotografía y Audiovisuales, perteneciente al Área Central de Identificación de la Policía Catalana, ha esbozado los rostros de los delincuentes más buscados de Cataluña, en su mayoría autores de agresiones sexuales y robos violentos o con intimidación, aunque da servicio a todas las unidades del cuerpo.
Facette, mejor que Identikit
Hoy poco queda de aquella rudimentaria forma para perfilar los rostros de los sospechosos. Desde 2020, el grupo que dirige la subinspectora Esperanza Romero, formado por un cabo y cuatro agentes, elabora los retratos mediante Facette, un programa informático que ofrece un catálogo con centenares de rasgos faciales. “Hay detalles muy importantes como los lunares, las arrugas, las cicatrices o las pestañas. También si llevaba algún accesorio como una gorra o un pañuelo”, explica la subinspectora señalando la pantalla en la que se proyecta el rostro hiperrealista de un hombre.
Hasta llegar a este punto, el grupo, en el que hoy trabajan cuatro agentes además de la responsable, probó otras fórmulas, como el Identikit, que usaron sólo durante unos meses, entre 2019 y 2020, y que permitía intercambiar láminas con las diversas facciones sobre un tablero. “Una especie de Mr. Potato” que no convenció a los especialistas.
Clima de confianza, un punto esencial
Después de muchas pruebas, los agentes han optado por este sistema, que utilizan otras policías europeas, pues permite elegir con precisión entre rasgos cuyas diferencias son prácticamente inapreciables.
Sin embargo, el éxito no sólo reside en la habilidad que tenga la víctima para escoger los elementos faciales de su agresor, sino también de la capacidad del agente para lograr un clima de confianza.
Las víctimas olvidan el 20% de los rasgos en 48 horas
Antes de realizar un retrato robot a petición de una unidad de investigación, este grupo remite un formulario que la víctima tiene que rellenar en el momento en el que interpone la denuncia. “Tiene que decir como mínimo tres detalles del agresor: la forma de la cara, el tipo de ojos, nariz o boca. Si no puede, no será idónea para hacer un retrato robot”, explica Romero, que precisa que hay algunas víctimas que no pueden recordar la cara en un primer momento a causa del choque que les provoca la agresión. En ese caso, se buscan otras alternativas para identificar al autor.
Si son capaces de completar el formulario, el reloj empieza a correr. “El momento idóneo depende de la víctima y del delito que haya sufrido, pero lo ideal es realizarlo lo antes posible”, insiste la responsable, que indica que a partir de las 48 horas las víctimas olvidan aproximadamente el 20% de los rasgos. Sin embargo, esto no es un cálculo exacto. Hay víctimas que bloquean los recuerdos y necesitan que pasen varios días para recordar, por lo traumático de la experiencia.
Para conseguirlo, el retratista debe saber cómo extraer la información, con una entrevista en la que se acompaña a la víctima y se estimula su recuerdo hasta llegar a ese preciso momento, en el que no se le pide que reviva la situación, sino que la describa como una fotografía. “El retrato se tiene que hacer siempre antes de una rueda de reconocimiento o una identificación fotográfica porque se puede sugestionar a la víctima con otras caras”. Si la víctima consigue hacer memoria, la elaboración del retrato suele durar entre una y tres horas, aunque se pueden realizar modificaciones a posteriori.
La inteligencia artificial, nuevo paradigma
En este sentido, desde el grupo subrayan que tienen esperanzas en el desarrollo del proyecto Minerva, en colaboración con la Universidad Politécnica de Cataluña y que permitirá a las víctimas describir la fisonomía de su agresor a viva voz para que no haya una segunda victimización. Este programa, que todavía está en fase de desarrollo, posibilitará que el testigo o la víctima vayan perfilando las características faciales y les irá ofreciendo varias imágenes creadas mediante inteligencia artificial cada vez que realicen una modificación hasta obtener un retrato lo más fiel posible a la realidad.
Aun así, avanza Romero, la IA no podrá suplir al equipo humano que conforma este grupo. “Sería muy frío dejar a una víctima de una agresión sexual hablando sola con un ordenador. El clima de confianza que se establece con la víctima no se puede suplir con la inteligencia artificial. Puede suplir a una persona que no tenga demasiada habilidad para realizar un retrato robot, pero nada más”, sostiene. En un futuro, se pretende que esta herramienta compare los retratos con las fotos de detenidos que figuran en las bases de datos policiales.
Lo más parecido por el momento es un programa llamado Automatic Biometric Identification System (ABIS) que estará activo antes de finalizar el año y que permite cotejar caras de personas que aparecen en vídeos o imágenes captadas por cámaras de videovigilancia con el archivo de detenidos por cuerpos policiales nacionales como Mossos d’Esquadra, Guardia Civil, Policía Nacional y Ertzaintza que dará unos candidatos basándose en las coincidencias.
Descartar sospechosos
Una vez terminado el retrato robot se entrega a la víctima y se envía a la unidad de investigación que ha hecho la petición, pero Romero es clara, “no sirve para buscar a una persona en concreto, sino para descartar a sospechosos, porque podría parecerse a otras personas”. Aun así, reconoce que ha habido “muchos casos” en los que les ha sorprendido la gran similitud entre el dibujo y la persona aprehendida. “Sirven para apoyar una línea de investigación”.
Uno de estos ejemplos sirvió por primera vez durante un juicio celebrado el año pasado para acabar de confirmar la autoría de unos hechos cometidos por un miembro del clan de Los Manolos, condenados en mayo a más de 118 años de cárcel por tráfico de marihuana y, algunos de ellos, por posesión ilícita de armas.
Más cámaras, menos retratos
Estos agentes, que no tienen una formación específica, pero en su día hicieron un curso en una escuela de arte plástica para desenvolverse y aprender la simetría de la cara, aseguran haber mejorado su habilidad con el paso de los años, aunque han atravesado momentos difíciles durante la pandemia, cuando las mascarillas dificultaban las descripciones de los autores. “Antes había detalles de las caras que pasaba por alto. Ahora me fijo en todos los detalles, por ejemplo, me doy cuenta de si una amiga se ha pinchado la cara”.
Después del hándicap durante la pandemia, los agentes han realizado cuatro retratos este año. Se trata, en realidad, de un trabajo ya residual, pues el aumento de cámaras de seguridad ha disminuido esta necesidad.