La presión policial en el estrecho de Gibraltar para combatir el tráfico de hachís ha empujado a las organizaciones criminales a buscar vías de entrada alternativas para continuar con este lucrativo negocio. Con la zona sur blindada, los narcos llevan años probando suerte en Cataluña.
Inicialmente el lugar elegido fue principalmente la zona del Delta del Ebro, pero dos macrooperaciones de la Guardia Civil, bautizadas como Maius y Drift, y que se saldaron con 51 detenidos y 10 toneladas de droga decomisadas, disuadió a estas organizaciones, que se han ido desplazando hacia las costas de las provincias de Barcelona y Girona. Precisamente, el fin de semana una patrullera de Vigilancia Aduanera detectó en Arenys de Mar (Barcelona) un intento de desembarco, pero que derivó en un macrooperativo que se ha cerrado con una treintena de detenidos.
Además, las fuentes consultadas precisan que la orografía del Maresme, con pequeñas calas encajadas entre acantilados, facilita los desembarcos, frente a la llanura de los arrozales del Baix Ebre.
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El hachís, un nuevo filón
Con esta situación, sólo el año pasado los Mossos d’Esquadra requisaron 18.000 kilos de hachís, más del doble que el año anterior, cuando se intervinieron unos 7.500 kilos. Por su parte, solo en Tarragona, la Guardia Civil se incautó en siete actuaciones de 9.965 kilos en 2023, 2.113 kilos más que el año anterior.
Con estas cifras, algunos catalanes que nunca antes habían estado vinculados al hampa han descubierto en el tráfico de hachís un filón y se han subido al carro con la creación de organizaciones criminales que operan como auténticas empresas de logística, encargadas de facilitar los recursos necesarios para efectuar los desembarcos con éxito.
Organizaciones criminales “de servicio”
Así quedó patente en dos macrooperativos Maius y Drift, en 2022, en los que la Guardia Civil detectó por primera vez estas organizaciones criminales “de servicio”.
En estos casos la organización no tenía ningún tipo de relación sobre el cargamento, pues la droga tenía un dueño en origen y un comprador. La pseudoempresa se limitaba a facilitar todo lo necesario para su transporte y almacenamiento: personal de vigilancia y descarga -una suerte de estibadores-, estancia y dietas para la tripulación, naves para almacenar la droga, combustible y, si así lo requerían las organizaciones del Sur, también las lanchas neumáticas, que les vendían o alquilaban. Las fuentes consultadas recuerdan que “una organización de Cádiz que quería introducir varios miles de kilos de hachís, como no podía hacerlo a través del Estrecho por la presión policial, contrató los servicios de esta empresa”.
Les proporcionaban lanchas
En el caso de necesitar una lancha, este grupo criminal, que compraba las embarcaciones a astilleros de Galicia y Portugal y las almacenaba en una finca en la que se halló una grúa para tal efecto, también se las facilitaba, trasladándolas por tierra, vacías, hasta el sur de España.
Este fue el motivo por el cual, durante 2021 y 2022 principalmente, el instituto armado detectó varios remolques de camiones en la provincia de Tarragona que albergaban estas embarcaciones. Una vez en la costa andaluza, se fletaban y cruzaban hasta África para cargar los alijos de hachís.
Los pilotos, los que más cobran
Una vez cargadas, las lanchas volvían a subir hasta Cataluña. Eso sí, con su propio piloto, el único servicio que no ofrecen estas organizaciones de “servicios”. El motivo, explican fuentes conocedoras, es que cada una de las organizaciones criminales que ofertan el hachís contratan siempre a sus propios pilotos, gente experimentada de su máxima confianza capaz de tripular lanchas equipadas con hasta cuatro motores de 350 caballos.
“Es lo que mejor se paga”, insisten, por el riesgo a ser aprehendidos por alguna embarcación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, pero, sobre todo, por el riesgo a sufrir un accidente en alta mar por las velocidades que manejan en mitad de la noche. “En el mar hay tablones, hay desperdicios, y a veces las narcolanchas impactan contra estos elementos”. Por eso, por cada trayecto cobran entre 30.000 y 80.000 euros. “Es muy difícil pillarlos, porque nunca tocan tierra. Cuando hay una mínima sospecha de que hay presencia policial son los primeros en marcharse”.
Las ‘empresas’ se profesionalizan
Mediante estas narcolanchas, con capacidad para albergar entre 2.500 y 4.500 kilos de hachís, las redes criminales son capaces de trasladar la droga desde Marruecos a Cataluña sin repostar combustible durante la travesía. Estas embarcaciones por lo general no viajan a grandes velocidades para evitar dejar estelas en el agua que puedan ser detectadas desde un avión de control, pero si se sienten amenazadas pueden circular a velocidades que difícilmente los barcos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado pueden alcanzar.
Las fuentes policiales consultadas alertan de que el nivel de profesionalización es cada vez mayor. Se evidencia, por ejemplo, en que los fardos de droga ya no portan un asa, sino dos, lo que permite descargarlos como si se tratase de una mochila, agilizando los desembarcos. Esto también ha permitido aumentar su tamaño, pasando de contener aproximadamente 30 kilos de droga a 36.
Pese al auge de desembarcos en Cataluña, la comunidad es sólo un lugar de paso, pues esta droga alcanza un precio mucho más alto en Europa, a donde se traslada a través de camiones.