"La violencia vial existe, como existe la violencia de género. Y es tan devastadora como cualquier otro tipo de violencia", escribe la madre de Josep Boan Rosanes, "una de las víctimas de un delincuente vial".
María Pilar Rosanes perdió el 9 de agosto de 2020 a uno de los ejes de su vida, su hijo Josep que, con sólo 20 años, falleció en una carretera gallega a manos de un "homicida vial" que, según el relato de la mujer, conducía a 116 kilómetros por hora en una curva peligrosa. De hecho, el límite de velocidad estaba fijado en los 70 km/h.
La importancia de los "nombres"
Es docente de profesión y experta en seguridad vial "por obligación". "Nada existe hasta que no le ponemos un nombre. La violencia de género ha empezado a existir cuando le hemos puesto un nombre", justifica.
Su primer sueño cumplido ha sido "dar una segunda vida a Josep". Por ello, ha contado su historia en redes sociales. Casi sin pensarlo, Maria Pilar consiguió que miles de personas se interesasen por conocer a su hijo y le dieron fuerzas para dar un primer paso en su lucha. La mujer inició una campaña en la plataforma Change.org con el objetivo de pedir justicia para las "víctimas de los delincuentes viales".
Reconocimiento legal
Ahora, el objetivo de María Pilar Rosanes es que se reconozca que la violencia vial existe. Defiende que es aquella "que ejercen los individuos que pisan el acelerador para descargar la rabia, la frustración, la ira; los individuos que persiguen a los demás conductores sin respetar la distancia de seguridad" y que debe ser penada como tal.
"También es esa violencia que ejercen los conductores indolentes que circulan por las calles de nuestras ciudades", añade, "los que no respetan ninguna norma de tráfico, conductores temerarios con actitudes temerarias. Homicidas potenciales".
Presión social
La madre de Josep mantiene que sólo la presión social forzará los cambios legislativos que ella reclama. Recuerda el caso Rubiales y cómo la indignación de un país ha obligado a la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) a mover ficha, aunque sea arrastrando los pies.
"Ese señor seguramente llevaría haciendo eso desde siempre", declara, "pero ahora la sociedad ha cambiado, lo ha identificado, y no lo consiente". Así, insiste Rosanes, el primer paso para conseguir incrementar las penas de los infractores de tráfico es trabajar la "concienciación social".
Víctimas invisibles
María Pilar confía en que las "víctimas invisibles" dejen de serlo y sus historias queden enterradas entre los datos de siniestralidad. Indica que no se pueden poner todos los accidentes en el mismo saco, ya que "muchas" de las personas que murieron en la carretera "lo hicieron a manos de delincuentes". "Hay muchos homicidios graves silenciados", remarca.
A Josep Boan "lo mató Asier González", pisando el acelerador en una curva, pese a pasar por tres señales que decían "reduzca, reduzca, reduzca", sostiene su madre, y eso, remarca, "no es un accidente". Lamenta asimismo que el "homicida" pueda conducir en este momento con total normalidad. "Lo condenaron a una retirada de tres años y medio de carnet, pero sigue al volante", lamenta la mujer.
Muchas vidas arrasadas
Rosanes insiste en que es necario que haya justicia para las víctimas de los "delincuentes viales", porque tras ellos también mueren su familia y amigos. Estos últimos, explica, han compuesto varias canciones en homenaje a Josep. Una de ellas es Vola, un tema producido e interpretado por Sergi Abella y Mariona Ferreres, acompañados por una guitarra acústica a manos de Mocha Jones.
"Con Josep mataron a un hijo, a un hermano, a un amigo, a un futuro tío y profesor de historia. Nos mataron a todos".
Celebrando la vida
Josep salió de viaje con su padre, ambos estaban ilusionados con la aventura sobre ruedas que iban a emprender juntos. Querían ir a Finisterre y después a Santiago de Compostela. Nunca llegaron juntos a su segundo destino. Josep Boan Rosanes fue arrollado y perdió la vida en la carretera gallega.
Asier González, el autor del atropello, negó de forma reiterada en sede judicial que el día del accidente circulase a 116 kilómetros por hora, una velocidad muy superior al límite permitido en la vía. También rechazó el relato de que, tras el accidente, se bajó del coche y andó en sentido contrario a la moto de Josep, que estaba en el suelo. Un comportamiento que implicaría omitirle el auxilio, según su madre.
El condenado nunca pidió perdón. Además, "celebró su vida en redes sociales", donde comparte de forma abierta retales de su día a día. Lo que más dolió a la familia del joven fallecido es que se tatuó el número 116 en su brazo. Entienden que es un guiño a la velocidad a la que iba en el momento del accidente.
"Está en el fin de la Tierra"
"Josep está en el fin de la Tierra. La última tierra que pisó fue en Finisterre. Todo es como una película: la vida de Josep fue una vida fabulosa, fantástica, y el viaje era, probablemente, uno de los momentos más felices de mi hijo", relata la mujer.
María Pilar sigue su duelo. Señala que su hijo "volvía y recuperaba al amor de su vida e iba con su moto, con su otro amor". Pero todo cambió en agosto de 2020. "Llega al final de la Tierra, se sube a su moto y ya no puso más los pies en ella".