El suicidio de Claudia González, la joven de 20 años que se quitó la vida en Gijón el pasado 29 de abril tras publicar una carta en redes sociales denunciando haber sido víctima de "bullying" por varios de sus compañeros durante su etapa escolar, cuela de nuevo este problema social en los informativos y portadas de diarios. Sin embargo, el que pareciese ser un fenómeno nuevo lleva instalado en las escuelas de todo el mundo más tiempo del que podemos imaginar. 

De eso sabe mucho Carmen Cabestany, la autora del libro El bullying es cosa de todos’, nacido de su larga experiencia como docente, en la que ha convivido y convive cuerpo a cuerpo con el acoso escolar.

"Si tú no actúas, ellos se matan"

Cabestany está entregada a la lucha contra esta lacra también al frente, y de forma muy activa, a través de la asociación No al Acoso Escolar (NACE).

"Si tú no actúas, ellos se matan" fue el lema de una de las manifestaciones que la asociación organizó en homenaje a las víctimas del acoso escolar y con el objetivo de concienciar a la sociedad de que el bullying es cosa de todos, y su solución también.

¿En qué momento y con qué objetivo decide escribir ‘El bullying es cosa de todos’?

La idea surgió en 2021 y se materializó en 2022. Pensé que era importante que la sociedad entendiera que el problema del bullying no es exclusivo de la comunidad educativa, sino que nos afecta a todos y que tenemos que hacer algo entre todos, porque el acoso escolar es un fallo multiorgánico del sistema.

¿Qué nos indica que estamos ante un caso de acoso escolar?

Las señales. En la Asociación NACE hemos creado un sistema fácil para detectar un caso de acoso escolar. Es la regla de las 3C: Cambios, Campanas, Cuerpo.

Cambios: Empeoramiento de los resultados, pérdida o deterioro frecuente del material escolar, cambio de itinerario para ir al colegio, cambios en los ritmos de comidas o del sueño, desinterés por salir o relacionarse, pérdida de amigos, señales en el cuerpo (moratones, arañazos…) o en la ropa (descosidos, falta de botones, pérdida de prendas…), irritabilidad o mal humor en casa, llanto aparentemente injustificado…

Campanas: Hacer novillos. No quiere ir al colegio, presenta el síndrome de los domingos por la tarde, que no es otra cosa que la somatización de la angustia y del miedo (dolor de cabeza o de estómago, náuseas…). Absentismo.

Cuerpo: El cuerpo se hunde bajo el peso del maltrato. El niño se encoge, mira al suelo, quiere pasar desapercibido, se asusta fácilmente ante cualquier gesto, pierde la alegría y el brillo de los ojos… En casos graves, se autolesiona (especial atención a las mangas largas, incluso cuando hace calor). Cuantas más “C” observemos en el comportamiento de los chicos, más probabilidades de que estén sufriendo acoso escolar o cualquier otro tipo de maltrato.

¿Suelen informar los niños que están sufriendo este problema? ¿Y los compañeros?

No, porque están todos bajo la ley del silencio. Generalmente, la víctima está amenazada por el agresor o agresores, pero los testigos también; por lo tanto, nadie habla. Además, en los colegios hay una palabra que impide que los compañeros denuncien: “chivato”. Con esta palabra consiguen los victimarios amordazar a los demás y seguir maltratando impunemente.

¿Cómo sé si mi hijo es un acosador y cómo debo actuar en caso de comprobarlo?

El perfil de un niño acosador coincide con aquel que, desde pequeño, siempre se ha salido con la suya, no ha obedecido, ha cogido rabietas, ha manipulado a sus padres, a veces incluso les ha insultado o pegado… Un victimario, muchas veces, se fabrica en casa; y es allí donde da sus primeros pasos en el arte de maltratar. Si no se le corrige, va creciendo y afianzándose en ese papel de pequeño tirano. Si los padres no le ponen límites, repetirá esa conducta en la escuela y en su vida posterior.

Una educación demasiado laxa en casa y en la escuela, que permite y no sanciona el maltrato, contribuye a fomentarlo. En caso de detectar que nuestro hijo puede ser un acosador, o de que nos lo digan desde la escuela, hay que tomar medidas muy serias y de manera inmediata: hablar con él, averiguar por qué maltrata y avisarle de cuáles serán las consecuencias de volverlo a hacer. En ningún caso se debe permitir ese tipo de conducta. Hay que entender que el tema es grave y que es nuestra obligación como padres actuar; y no solo por la víctima, sino también para evitar que nuestro hijo acabe siendo un auténtico maltratador.

 

Imagen de archivo de una niña víctima de 'bullying' Freepik

¿Hay cifras oficiales de cuántos niños pueden estar siendo víctimas del bullying en  España?

Últimamente ha salido un estudio de la Universidad de Alcalá de Henares, encargado por el Ministerio de Educación, que sitúa el acoso escolar, en Primaria, en un 10 %. A mi juicio, esto es casi imposible. En primer lugar, porque en la etapa de Primaria es donde más bullying hay; y, en segundo, porque en 2006, sin la incidencia de las nuevas tecnologías, las cifras se situaban ya en un 25 %, de modo que es prácticamente imposible que ahora estemos en unas cifras sensiblemente inferiores. Aparte de esto, hay también otros estudios que, aunque sean de percepción, sitúan el problema en cifras en torno al 20 % o 25 %.

En su libro usa como punto de partida el caso de Nadia que, con 14 años y tras un año y medio sufriendo acoso escolar, advirtió a su madre de que si la obligaba a ir al instituto "se tiraría por la ventana". ¿Por qué decide que sea este caso el hilo conductor de la obra?

Porque fue uno de los casos más graves y difíciles, y porque, en el mismo, intervinieron diferentes instituciones y servicios que, en general, no actuaron bien. De este modo, partiendo de un caso real, se han podido analizar esas actuaciones erróneas y denunciarlas para que, en el futuro, no vuelvan a suceder.

Imagen de archivo de un niño sufriendo bullying Pixabay

Afirma que el caso de Nadia demuestra la "incompetencia de las instituciones e ilustra cómo el maltrato que sufren los hijos se suma al maltrato institucional a la familia" ¿A qué se refiere?

Me refiero a los daños colaterales que, por desgracia y por desidia de directores, inspectores, administraciones, están presentes en casi todos los casos de acoso escolar. Cuando se presenta un caso de bullying, no solo hay un niño que sufre, hay una familia que sufre. No solo hay una niña a la que no se le da crédito, hay una madre que también es cuestionada. No solo hay un menor que acaba afectado psicológicamente (estrés postraumático, fobia escolar, autolesión, ideación suicida), hay familiares que también lo están, especialmente la madre.

Entonces, ¿a dónde puede acudir una familia cuyo hijo es víctima de acoso escolar?

Si no obtiene una respuesta adecuada por parte del colegio y de la administración educativa, que recurra a una asociación, al defensor del menor, a la policía, o a un abogado.

Es especialmente importante que la familia acuda a alguien que conozca bien las distintas caras del bullying: por dónde transitan las víctimas, el funcionamiento de los centros educativos, los errores de inspectores, policías o fiscalías. Es decir, a alguien que tenga una visión 360 grados y que sepa analizar muy bien cada caso, porque un error en la orientación puede ser fatal.

"No puede volver a pasar"

Habla de “la ley del silencio” en la comunidad educativa. ¿Cree que se desconoce la envergadura del problema o es cuestión de falta de formación para identificar y abordar los casos?

Probablemente, las dos cosas. A pesar de los constantes suicidios por acoso escolar, creo que los colegios no son conscientes del alcance de esta lacra. A esto se suma la falta de formación del profesorado. Y, por si fuera poco, tenemos un tercer factor: el miedo a la pérdida de prestigio en caso de que se sepa que en un centro ha habido algún caso. De ahí el disimulo, la ocultación, la negación y, en definitiva, la “ley del silencio”

¿Esta ley del silencio se repite fuera de la comunidad educativa?

Sí, podríamos decir que toda la sociedad está o puede estar bajo esta ley del silencio. Los políticos, las diferentes administraciones, la policía, los servicios públicos de salud mental, los servicios sociales… Hemos visto cómo diferentes instancias, en vez de aliarse contra el maltrato, se confabulan para que los casos no salgan. Por eso en mi libro insisto en que tenemos que pasar de la red perversa, y a veces corrupta, que tenemos, a una red benéfica y transparente que constituya un soporte seguro para todos los niños de nuestro país.

Desde NACE ayudan y asesoran a todas aquellas familias que les piden ayuda. ¿Cuántos casos aproximadamente han atendido? ¿Qué tipo de ayuda les prestan? 

En estos 12 años, habremos atendido unos 5.000 casos. La ayuda consiste en escuchar, evaluar bien cada caso en particular, orientar, alertar sobre posibles complicaciones que puedan presentarse, acompañar a reuniones a las familias, derivar hacia profesionales específicos y, sobre todo, seguir intentando cada día, con la máxima honestidad y el máximo empeño, que no se pierdan más vidas..