“Si no eres capaz de contármelo a mí, ¿te apetecería contárselo a Kuba?”, preguntó la psicóloga forense a la niña. Frente a ella, la pequeña levantó la oreja de la perra y relató muy bajito, con apenas un hilo de voz, el episodio de extrema violencia al que la había sometido su propio padre. Así fue como la menor, de tan solo siete años, testificó en un Juzgado de Instrucción de Madrid acompañada de uno de los perros de Dogtor Animal

Al otro lado del doble cristal de la luminosa sala, adornada con elementos infantiles para enmascarar la hostilidad propia de los juzgados, escuchaban atentamente su relato la jueza, el fiscal, el secretario judicial, los profesionales de atención a la víctima y el propio acusado. “Fue un caso de violencia de género en el que la niña no solo fue testigo sino también víctima, por lo que recoger su testimonio sobre un episodio en particular era fundamental para que la jueza pudiera determinar las medidas adecuadas”, relata Vanessa Carral, codirectora de Dogtor Animal e impulsora del programa Perros en los juzgados de menores junto a Purina. Ahora, luchan por trasladar esta iniciativa a Cataluña tras su éxito en Madrid

Un programa de éxito desde 2017

La idea se gestó en 2007, cuando Carral comenzó a trabajar como psicóloga infantojuvenil en la Policía Nacional. “Me di cuenta de que cuando los menores entraban en la comisaría tenían que relatar una serie de situaciones que les sobrepasaban”, relata a Crónica Global. Por eso, tras pasar una temporada en Australia, donde se especializó en intervenciones con delfines y leones marinos, y después de residir en Estados Unidos, donde ya habían implementado este tipo de intervenciones en juzgados, decidió importar el modelo. Por eso, cuando regresó a Madrid y fundó Dogtor Animal, entre 2008 y 2009, este fue uno de los primeros proyectos que puso en marcha. Pese a su titánica lucha, no fue hasta 2015 cuando el programa echó a andar. “Nos decían que meter a un perro en la sede judicial era imposible”, rememora. 

Dos perros de Dogtor Animal en un juzgado de Madrid DOGTOR ANIMAL

A partir de 2015 y hasta 2017 hicieron una prueba piloto, que se empezó a implantar de forma muy tímida en los Juzgados de Familia y que permitió evidenciar que la presencia de estos animales mejora la experiencia y humaniza los procesos judiciales en los que hay niños y adolescentes implicados. A partir de este momento el proyecto se extendió también a los juzgados de Instrucción y de Violencia sobre la Mujer y, a día de hoy, en la Comunidad de Madrid cualquier magistrado puede solicitar este servicio. 

Un ‘colchón emocional’

Este servicio, explica Carral, tiene que solicitarlo el juez, aunque también puede ser la familia del menor quien de motu proprio lo pida. No obstante, la última palabra la tiene el magistrado, que tiene que autorizar su presencia en la sala. “Hay juzgados que ya lo tienen de oficio, cuando entra un menor se nos convoca”, explica la impulsora. 

Desde su puesta en marcha en 2017 han asistido a niños desde los 2 años hasta los 17. También a jóvenes adultos de hasta 23 años con diversidad funcional. “En el caso de los niños con 2 años no se hace una exploración forense como tal porque su lenguaje todavía es muy inmaduro”, por lo que el perro actúa como mediador y como puente entre el infante y un progenitor. “En niños de entre 5 y 17 años hemos observado que el perro es un recurso que reduce mucho la ansiedad, que les hace sentir seguros y percibir el espacio como amigable”. Además, añade Carral, su apoyo aplaca las emociones que genera en los niños el tener que testificar en los juzgados, como el miedo, la frustración, la ira y el estrés. 

“Entre los 5 y los 12 años es muy patente este efecto de colchón emocional”, remarca, mientras que a los adolescentes les ayuda a despojarse de su coraza y su mera presencia en la sala facilita la comunicación en sede judicial. “A veces los adolescentes comienzan siendo muy herméticos y es curioso porque suelen usar al perro como escudo, colocándose detrás de ellos” para sentirse más seguros a la hora de declarar.

Una intervención en tres fases

La intervención con los canes consta de tres fases. En primer lugar los técnicos de Dogtor Animal y los perros los reciben cuando llegan a los juzgados, un momento de mucha tensión para los menores. “Vienen con una maraña emocional, pensamientos muy distorsionadores, así que conocer al animal favorece la adaptación a este espacio hostil”. 

Una vez que los menores son llamados a declarar, los niños cogen las riendas de la correa y acceden a la sala de doble cristal. En este momento el perro sabe que tiene que adoptar una actitud pasiva, de acompañamiento, para ofrecer una sensación cálida y de tranquilidad al menor. El técnico siempre permanece en un segundo plano, para velar por el bienestar del animal y para que esté correctamente colocado. 

Finalmente, una vez ha concluido la declaración, el perro despide al niño. Esta última fase, remarca Carral, es muy importante, dado que el menor acaba de relatar una serie de episodios, a menudo muy traumáticos, que le han hecho aflorar emociones intensas y difíciles de gestionar. Por eso, para que la experiencia sea más liviana, hacen alguna habilidad con el perro y una foto de recuerdo

Perros cuidados y queridos

El mérito de que este trance sea más llevadero para los niños es de Eika, Kuba, Janis, Dollar, Lia y Pecas, entre otros, que han tenido que graduarse con honores en la escuela de perros de intervención de Dogtor Animal para poder trabajar en los juzgados.

Estos canes, subraya Carral, no son perros excepcionales. De hecho, su raza ni siquiera es relevante, sino su carácter y su adiestramiento. Son perros de familias, "muy cuidados y muy queridos" que también gozan de tiempo para disfrutar y para relacionarse con sus homólogos. "Nuestra vida gira en torno a sus necesidades y su bienestar", sostiene. 

El salto de los 'dogtores' a Cataluña

Tras el éxito inapelable en la capital, Carral hace un llamamiento para hacer el salto a Cataluña. “Sería el paso natural después de Madrid, llevamos muchos años detrás de la comunidad catalana para instaurarlo”.

Hasta el momento han ido de la mano de Fundación La Caixa y Save The Children, que estudian la iniciativa, pero las relaciones con la Administración Pública se les han dificultado. “Hacemos este llamamiento, que nos echen una pata para poder llevar el proyecto a la comunidad”, que no solo humaniza los procesos judiciales sino que facilita y favorece el trabajo de los profesionales implicados. “Nuestra idea es que haya dogtores en todos los juzgados de España".