La muerte de Arantxa C. dio un giro de 180 grados en 10 días, los que transcurrieron entre su fallecimiento, en apariencia compatible con causas naturales, y la detención de I. H., el hombre con el que compartía su vida y con el que se había instalado hace apenas dos meses en un bajo de la calle Gaudí de Manresa. Él, ahora sospechoso de este posible crimen machista, manifestó con los ojos llorosos horas después de la tragedia que la víctima, embarazada de cuatro meses, se había caído de un escalón de su loft y se había dado un mal golpe. El examen forense sugiere otra cosa: la mató y, acto seguido, se fue de fiesta, tal y como recoge el auto de prisión.
Arantxa, originaria de Prats de Lluçanès (Barcelona), salió de trabajar el viernes 5 de mayo alrededor de las diez de la noche y se dirigió a casa de su expareja, muy cerca de su piso, según las sospechas de la jueza. Allí estaban también I. H. y dos amigos de él. Hubo consumo de alcohol y cocaína y, según los testigos, al sospechoso “le molestaba que ella lo estuviese pasando bien”, por lo que no tardó mucho en acompañarla a casa para luego regresar él solo a esa noche de vicios. De hecho, un vecino vio a la pareja entrar en el portal 41 de la calle Gaudí sobre las once sin que nada llamase su atención, tal y como pudo recabar in situ Crónica Global. Los testimonios incluso añaden que en aquella fiesta “había tensión” entre la pareja y el ahora detenido “dijo en árabe ‘esta noche voy a dormir en la cárcel’”.
Discutieron, pero nadie escuchó nada
No obstante, según recoge la jueza, “cuando se marcharon se fueron gritando y discutiendo y, al llegar al domicilio, según la unidad investigadora, continuó la discusión —ningún vecino escuchó nada—, que todo apunta fue por celos”, porque la mujer quería volver con su ex, un extremo que también comentaron los manresanos a este medio, aunque apenas nadie conocía a la pareja, recién llegada a esa zona. En esta línea, la magistrada tiene “indicios muy fundamentados para creer que el investigado estuvo revisando el teléfono” de la víctima y cree que vio una conversación entre ella y su expareja en la que la mujer le decía que le hubiera gustado quedarse más rato y le decía que le quería.
Esa misma noche, Arantxa también habló por teléfono con su prima, le dijo que no estaba bien con su pareja y comentaron la posibilidad de que fuera a dormir a casa de ella. Durante esta conversación, el hombre “le quitó el teléfono de las manos”. La hipótesis de la investigación es que, a continuación, I. H. “la agredió dándole varios golpes (constan traumatismos en la cabeza y el abdomen) y finalmente la asfixió, poniendo fin a su vida”. Tras ello, regresó a la fiesta en casa del ex de la mujer y dijo que la había dejado “borracha y durmiendo”, algo que sorprendió al resto porque según dos de los testigos la víctima no estaba ebria cuando se marchó.
Llamó a su madre: "He hecho algo muy grave"
Los testigos también han señalado que I. H. “estuvo mucho rato fuera” cuando fue a acompañar a la mujer, más del necesario teniendo en cuenta que las dos viviendas están muy cerca, y que al volver le notaron muy nervioso. Pero siguió la noche y no fue hasta que salieron los primeros rayos del sol, sobre las 6.30 del 6 de mayo, cuando el sospechoso pidió al exnovio de Arantxa que le prestase unas zapatillas a un amigo y le pidió a este que le acompañase a casa. Sin embargo, lo hizo esperar fuera, por lo que se fue a tomar un café en la terraza de un bar cercano. Desde allí escuchó como el sospechoso “hablaba por teléfono con su madre en árabe con el manos libres y le decía que ‘había hecho algo muy grave’, mientras su progenitora le respondía que ya le había dicho que no ‘se pusiera nervioso ella’”. En una nueva llamada a su madre le dijo que “no sabía lo que iba a hacer”. Después, hizo entrar al amigo en casa.
Una vez dentro del pequeño loft que antaño fue una oficina, y descubierto el cuerpo inerte de Arantxa, I. H. le pidió a su amigo que mirase si tenía pulso, a lo que este se negó. En ese momento, el sospechoso se puso agresivo y según ha declarado el testigo le dio dos puñetazos, y después “le ordenó, bajo amenazas, que llamara al 112”. Lo hizo a las 8.49, y explicó lo que el ahora detenido le dictaba, según consta en la grabación de esa llamada. Así, detalló que la mujer, de 31 años, había caído por las escaleras de su casa, tres escalones que separan la cocina del comedor, y se había dado un golpe en la cabeza. Esa misma versión es la que mantuvo el sospechoso un día después, entre lágrimas, cuando una vecina le dio el pésame en el bar El Moai, tal y como desveló este medio.
Maltratador
Pero los técnicos del Sistema de Emergencias Médicas (SEM) encontraron el cadáver con un golpe en la cara y otro en el abdomen, y “en una posición antinatural y no parecía compatible con una caída por las escaleras”. En todo caso, fue el médico forense de guardia quien apreció que “la causa probable de la muerte no era una caída por las escaleras, sino una asfixia mecánica” porque Arantxa tenía marcas alrededor del cuello y tenía restos de espuma en la boca. En el piso encontraron restos de sangre apartados de la zona donde yacía el cuerpo e indicios de que alguien había fregado el suelo, como queriendo limpiar esas pruebas. Por ello, “todo apunta a que alguien movió el cuerpo de la finada” para simular esa caída accidental.
El entorno de la víctima califica a I. H. de “persona agresiva, que agredía de manera habitual a la víctima, que incluso había llegado a tenerla retenida en ocasiones para evitar que la gente viera las marcas de violencia que él le había provocado, y que tenía además también una actitud celosa, controladora y posesiva”. La causa está abierta por un presunto delito de homicidio consumado; el sospechoso se ha acogido a su derecho a no declarar en el juzgado.