Este 10 de marzo se han cumplido 100 años del asesinato de Salvador Seguí, el Noi del Sucre, cerca del lugar donde hoy tiene una plaza con su nombre, en el Raval de Barcelona. Pero ¿quién fue este peculiar personaje y por qué le pusieron ese particular apodo?
Seguí (Tornabous, Lleida, 23 de diciembre de 1886-Barcelona, 10 de marzo de 1923), formado como pintor, era un hombre culto y de bien joven dejó atrás su pequeño pueblo leridano para instalarse en Barcelona. Mas no se le conoce por sus trazos con el pincel ni su buen manejo con la brocha, sino porque se erigió en el líder del sindicalismo catalán.
Anarcosindicalista moderado
La figura de Seguí, pues, ha llegado a nuestros días como la de un anarcosindicalista comprometido con la causa que defendía, si bien siempre abanderó la moderación y la no violencia, por más que siempre iba armado –eran los años del pistolerismo en la ciudad–. Tenía muchos enemigos. Uno de ellos lo mató a bocajarro la tarde del 10 de marzo de 1923.
La Veu de Catalunya explicó que el nombre de Seguí vio la luz por primera vez en 1907 con motivo de la campaña que los lerrouxistas secundaron contra la policía de Barcelona en vista del aumento del terrorismo en las calles de la ciudad y en la que señalaban directamente al Noi del Sucre como uno de los responsables de la colocación de bombas. Él irrumpió en un mitin para defenderse, pero se le echaron encima y tuvo que salir a la carrera.
Impulsor de Solidaridad Obrera y la CNT
Tras ello, no tardó en introducirse en el movimiento sindical, desde donde aspiraba a liderar una revolución. Ese mismo 1907, de hecho, fue uno de los impulsores de Solidaridad Obrera, entidad llamada a reorganizar los sindicatos, muy debilitados tras el fracaso de la huelga general de 1902.
En 1910 también fue uno de los impulsores de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), una alianza de sindicatos de ideología anarquista de la que llegó a ser secretario general y que en aquellos años pretendía la afiliación de todos los obreros y la desaparición de los sindicatos gremiales. “Se había significado por una intensa batalla a favor del sindicato único”, recogía La Vanguardia. Demasiado poder contra el poder. De hecho, “intervino en la mayor parte de los conflictos obreros de Barcelona” y “aspiraba a extender la organización sindicalista por España”, añadía La Veu. Lo pagó caro.
El discurso de Las Arenas
En 1918 se convirtió en el líder de los sindicalistas y, un año después, su discurso ante los obreros –todas las fuentes documentales remarcan su capacidad oratoria– fue capital en el fin de la huelga de La Canadenca, un parón general por el que se lograron, entre otras cosas, aumentos salariales y la aceptación de la jornada laboral de ocho horas. Seguí, en una recordada aparición en la plaza de toros de Las Arenas –hoy convertida en centro comercial–, convenció a los trabajadores para que regresasen a sus puestos tras varias semanas de protesta; en paralelo, forzó al Gobierno a negociar y a reconocer a los sindicatos, destacaron los citados periódicos. La patronal no se lo perdonó. En 1920, salió ileso de un primer atentado.
No se libró, en cambio, del ataque a quemarropa que acabó con su vida de forma fulminante la tarde del 10 de marzo de 1923, sobre las 19.15. Fueron tres los autores de ese fatal atentado, aunque solo uno fue el ejecutor. El diario de Godó publicó la crónica el día siguiente con todo lujo de detalles, como que el asalto se produjo frente al número 19 de la calle de Sant Rafael, “cerca de la calle de la Cadena” –hoy desaparecida para abrir la rambla del Raval–, y que “un sujeto” le hizo “varios disparos, hiriéndole tan gravemente que cayó al suelo mortalmente herido”. Seguí no estaba solo. Como consecuencia de la agresión falleció también el vidriero sindicalista Francisco Comas Pagès Paronas. En todo caso, el cadáver del Noi del Sucre fue trasladado al Hospital Clínic de inmediato.
‘Adicto’ al azúcar
Nunca se detuvo a los terroristas ni hubo un juicio contra ellos. Pertenecían a priori al Sindicato Libre, movimiento surgido a raíz de la huelga de La Canadenca y como oposición a la “tiranía” y “antipatriotismo” de la CNT. En otras palabras, se acusaba a los miembros del Libre de practicar terrorismo de Estado, y fueron sus pistoleros los que mataron a Seguí y a Paronas, según ha llegado a nuestros días, aunque el caso está envuelto en un halo de misterio. Con ello, apunta al Ayuntamiento de Barcelona en una placa en el lugar del crimen, se “decapitó al movimiento obrero para dejar el camino libre a la dictadura del general Primo de Rivera pocos meses después”.
Falta conocer el origen del peculiar mote de Salvador Seguí. El Noi del Sucre era un apasionado de los terrones de azúcar que le servían con el café, de ahí su apodo. Escuela de rebeldía fue su libro póstumo.