El móvil forma parte de nuestra vida cotidiana. Desde pequeñas, las personas interactúan contínuamente con pantallas y, hoy por hoy, existe la falsa creencia de que tener más followers garantiza una vida social sana. Pero ocurre lo contrario, pues las tecnologías, usadas de forma incorrecta, acarrean una serie de problemas tanto en la autoimagen de los jóvenes como en sus habilidades sociales. Por eso, cada vez son más los colegios que deciden liberarse de este aparato para que los alumnos levanten los ojos de las pantallas.
El terrible suceso de las gemelas de Sallent de Llobregat (Barcelona) ha vuelto a poner encima de la mesa la salud mental. Y ha evidenciado que el acceso tan prematuro a los teléfonos "ha complicado mucho" la lucha contra el suicidio juvenil, tal y como expresó el psicólogo especialista en conducta suicida del hospital Sant Joan de Déu, Francisco Villar, en El Món a Rac1.
El suicidio, la punta del iceberg
Pocos son los valientes que hoy en día se atreven a vivir sin móvil. Las tecnologías, bien usadas, proporcionan el acceso rápido a la información y facilitan el aprendizaje, pero también es una obviedad que dificultan la lucha contra el acoso escolar y sus consecuencias. Y es que el bullying ya va mucho más allá de las aulas. "Los móviles han ayudado a agravar situaciones de acoso", expresa Olga Armengol, psicóloga sanitaria, en declaraciones a Crónica Global, y avisa de que "el aislamiento social, la falta de control parental y la falta de educación del dispositivo son los principales factores desencadenantes". El suicidio es la punta del iceberg.
Los dispositivos se han colado en el ámbito escolar, donde resulta incómodo ver a los alumnos con la cabeza gacha. Lo asegura el docente Carles Viñalonga: "He visto cómo los preadolescentes o adolescentes salen de las aulas mirando el teléfono y se pasan toda la hora del patio con la pantalla". Una tendencia que sigue en la calle y cuando llegan a casa.
Institutos sin móviles
Por eso, cada vez son más los colegios que prohíben o regulan el uso de las pantallas. Uno de ellos se encuentra en Pineda de Mar (Barcelona). El centro decidió que, desde el pasado septiembre, sería libre de móviles. "Dentro de las aulas se grababan entre compañeros, se hacían bromas y se desarrollaba un comportamiento que podía molestar o incluso llegar a un caso de acoso", expresa un profesional del centro.
No cabe duda de que el teléfono dificulta la atención y distorsiona las dinámicas de clase. Desde entonces, la situación ha mejorado: "En el patio, por ejemplo, interactúan, juegan, hacen deporte y actividades conjuntamente. Vemos que hay comportamientos mejorados y más atención", relata.
El patio, un espacio para interactuar
Por otro lado, en los centros privados o concertados es habitual este tipo de prácticas. Desde la asociación de colegios privados independientes (CICAE) son partidarios de "marcar reglas", aunque más allá de eso se debe educar para que los niños y jóvenes hagan "un buen uso" de estos dispositivos, dentro y fuera del colegio. "Es una problemática a atajar desde todos los ámbitos posibles para tratar de prevenir el acoso escolar, y aquí es clave que la familia y la escuela estén alineadas", espetan.
La mayoría de las que forman parte de la Fundación Escuela Cristiana no permiten en la ESO el uso del móvil en el aula "a no ser que el docente lo proponga en algún momento puntual". En la primaria, directamente, lo prohíben. De hecho, fuentes de la entidad reconocen que tienen "taquillas o cajas dentro del aula para guardar" los dispositivos y, durante el patio, tampoco permiten su uso para potenciar que el alumnado interactúe de manera directa.
El control parental es clave
Pero la Conselleria de Educación no es partidaria de prohibir al considerar que no tiene autoridad para ello. De hecho, se escuda en que los centros tienen autonomía para decidir si quieren tomar o no esa decisión. "Consideramos que es una buena herramienta para el trabajo pedagógico", expresó la directora general del alumnado del Departamento, Anna Chillida, en Rac1. A su parecer, "educar en el uso crítico de las nuevas tecnologías es lo que hará que nuestros jóvenes estén prepreparados para indagar y analizar la situación que les llega desde las redes sociales".
Si en algo lleva razón la Conselleria es que el foco no debe ponerse solo en las aulas, pues los padres también juegan un papel importante. "Los centros ven poco control por parte de las familias", dicen las mismas voces, que recuerdan que, con un mayor control parental, podrían detectarse casos de ciberacoso o ciberbullying que, normalmente, "son menos visibles para los adultos", añade Armengol.
La teoría está muy bien, pero para desenganchar a los niños y adolescentes de las pantallas se necesita, también, autocrítica por parte de los adultos. Pues es muy fácil dar lecciones a los hijos cuando los propios padres se escandalizan al ver la media diaria que han estado enchufados.