El uso de las redes sociales, internet y la tecnología es el principal motivo de conflicto entre padres e hijos, según un estudio realizado por el Centro Reina Sofía sobre adolescencia y juventud de la Fundación FAD Juventud. No es para menos, ya que el 98% de los menores utiliza internet de forma diaria.
Para Emma Overton, directora de Educación Infantil y Primaria y responsable de Transformación Digital de The British School of Barcelona (BSB), hay una gran diferencia entre utilizar las pantallas de forma pasiva o hacer un uso constructivo de ellas. Como renegar de la tecnología y de su consumo es algo prácticamente imposible, “es imprescindible que nos tomemos un tiempo para entender la diferencia entre el uso pasivo y el uso creativo de la tecnología en nuestro propio entorno familiar”.
Consumo pasivo contra consumo creativo
Overton señala como consumo pasivo aquel en el que miramos las redes sociales, vemos vídeos de Youtube o navegamos pasivamente por internet. Sin embargo, para esta responsable de transformación digital, existe la posibilidad de hacer un uso productivo de esta tecnología cuando la empleamos para aprender una nueva habilidad, programar un juego o una página web, editar imágenes, o crear vídeos o piezas de música digital, entre otras. “Con moderación, ninguna de estas actividades es mala. Se convierte en un problema cuando se permite a los niños un consumo sin supervisión”, aclara.
Por ello, consideran desde The Brithish School of Barcelona, no debemos enfocarnos tanto en la cantidad de tiempo que se pasa consumiendo tecnología, sino en que ese tiempo suponga un uso saludable de ella, obviamente “siempre vigilando que haya un equilibrio saludable entre las actividades digitales y las no digitales en nuestras vidas”.
La clave: poner en práctica las 4 C
Desde esta escuela radicada en Barcelona ya aplican, con la colaboración de expertos internacionales, una estrategia de transformación digital con el objetivo de que los alumnos adquieran hábitos saludables en materia tecnológica. Lo llaman Ciudadanía Digital. “Al preparar a nuestros estudiantes para que usen la tecnología de forma segura y responsable, les damos la oportunidad de crear hábitos para toda la vida que les ayudarán a tener éxito en un mundo que está claramente impulsado por la tecnología”, sostiene Overton.
Esta experta aconseja a las familias poner en práctica las 4 C para maximizar el tiempo dedicado a las pantallas. La primera de ellas, Critical Thinking, se basa en fomentar el pensamiento crítico. Para ello es imprescindible buscar medios o canales que profundicen en un tema, una materia o una habilidad o poniendo a disposición de los niños juegos en los que se enfrenten a dilemas éticos o en los que deban elaborar estrategias para sortear obstáculos. “Los juegos de preguntas y respuestas pueden ser divertidos y parecer educativos, pero en realidad no ayudan a los niños a encontrar un significado profundo o duradero”, insiste Overton.
Creatividad y conexión
La segunda C es la creatividad, que comparten muchos productos educativos tecnológicos. “Crear nuevos contenidos como un nuevo nivel para un videojuego o una canción hace que los niños se sientan más dueños de su aprendizaje cuando pueden darle su propio giro a la experiencia”, continúa.
Para poner en práctica la tercera C, la conexión, es decir, que los pequeños conecten a nivel personal con lo que están viendo, jugando o leyendo, debemos intentar que jueguen a juegos que les permitan sentirse identificados con los personajes y comprometerse con el objetivo que persigan estos, ya que aprenden más.
El contexto, fundamental
Por último, hablamos del contexto, fundamental para que los niños entiendan cómo encajan los medios en el mundo. “Estar con ellos mientras juegan o ven algo, hacerles preguntas sobre lo que aprenden y realizar actividades sin estar conectados a internet puede ampliar su aprendizaje y ayudarlos a reflexionar sobre su entorno”, explican desde BSB.
Además de intentar poner en práctica las 4 Cs, esta maestra recomienda a los padres que hablen mucho con sus hijos para entender a qué dedican el tiempo cuando están conectados, que los ayuden a gestionar el tiempo libre y que pacten límites de horas dedicadas a las pantallas. “Establecer límites de tiempo es muy útil, pero para que estos límites se materialicen de forma eficiente, el ejemplo que dan los padres es clave. Si los padres respetan los límites horarios al igual que sus hijos y proponen pasar tiempo en familia haciendo planes alternativos, los niños verán estos límites como creíbles y respetables”, concluye.