La ratio de alumnos por aula y profesor se ha ido reduciendo paulatinamente en las últimas décadas, aunque el principal descenso se produjo en el curso 2020-21 con motivo del Covid y el desdoblamiento de clases para reducir la probabilidad de contagio. Fue la oportunidad de dar respuesta, por fin, a esta reclamación histórica de la comunidad educativa en aras de una mejora de la calidad de la enseñanza. Más allá de la pandemia, otros factores que han incidido en el descenso de la ratio son la disminución notable de población infantil y una mayor sensibilidad con respecto a la convivencia y el aprendizaje en las aulas.

Cataluña es una de las comunidades que ha reducido de forma notable el número de alumnos por aula. Así, este 2022-2023, las clases de P3 cuentan como máximo con 20 alumnos --en 2021-2022 el número máximo de alumnos era de 25--. Esta reducción, que se irá aplicando de forma progresiva durante todos los cursos hasta llegar a sexto de primaria, hará que en nueve años todas las escuelas catalanas tengan un máximo de 20 niños por clase en todos los cursos.

20 alumnos por aula, ¿número ideal?

Pero ¿es 20 el número ideal de alumnos por aula? Irene V. es profesora de un colegio concertado de un municipio cercano a Barcelona. La baja natalidad de 2017 le brindó la gran oportunidad de tener una clase en infantil de tan solo 15 niños, algo que permite poder atender muchísimo mejor a todos los alumnos. La dedicación que se puede prestar a cada uno de ellos- comenta Irene-, no sólo es importante a nivel de tiempo, sino también de calidad. “Es mucho más fácil llegar a los niños que tienen necesidades educativas especiales y al resto de la clase, ya sea reforzando o ampliando contenidos”.

Para Alberto Solana, fundador de Colegio Ingenio, situado en Aravaca (Madrid), en la etapa de primaria, una ratio de como mucho 16 alumnos es ideal para fomentar un aprendizaje profundo, con dinámicas de aula atractivas y la capacidad de facilitar a la vez una relación rica entre los niños. En secundaria -continúa- este número depende de la diferencia de niveles de conocimiento, de actitud y de intereses de los alumnos. “En las circunstancias actuales y con la legislación vigente, 20 alumnos sería una cantidad muy razonable, siempre que no se den alteraciones importantes de conducta”, matiza.

Mejor convivencia y mayor disfrute del aprendizaje

Estudiar en una clase con muchos alumnos “suele aumentar el ruido, lo que perturba a los niños más sensibles y desvía la atención de los más dispersos”, indica Solana. Esto, opina, conduce a un mayor desgaste del profesor y a una pérdida del tiempo efectivo de aprendizaje. “Esta es la norma dentro de un modelo educativo y social que resta progresivamente relevancia y autoridad al docente, percibido como un mero entretenedor y acompañante sin nada que enseñar”. Por otro lado, Solana tiene claro que la capacidad de dedicación efectiva del maestro por alumno se reduce, especialmente si conviven en el aula niños con necesidades educativas muy diferentes, como también apuntaba Irene V.

Por el contrario, en las clases con un número de alumnos reducido se consiguen condiciones tranquilas, que permiten una comunicación fluida entre todos, una mejor convivencia y un disfrute mayor del aprendizaje por parte de alumnos y profesores, tal y como sostienen desde Colegio Ingenio. La participación, cree este profesional de la educación, es más ordenada. “Se sabe en qué situación está cada alumno, ninguna pregunta se queda sin contestar y es más fácil exponer las ideas y detectar fallos”.

¿Determina una ratio baja la calidad de la enseñanza?

Sin embargo, algunos expertos señalan que el efecto positivo de una baja ratio no es tan determinante como pueda parecer a priori. “El factor decisivo que afecta a la calidad de la enseñanza es sin duda el comportamiento de los alumnos. Si en el aula se dan condiciones de estudio relajadas, profesores y alumnos estarán más motivados, y el aprovechamiento será máximo, sin variar apreciablemente con la ratio”, aclara Solana.

Ante la gran crisis educativa que vive nuestro país, con ocho leyes educativas a sus espaldas desde 1980, ¿puede ser la bajada de la ratio parte de la solución al problema? Irene V. tiene claro que no y considera, además, que las familias deben hacer un cambio de mentalidad en lo que respecta al tiempo que dedican sus hijos a las pantallas --tabletas, móviles, consolas, televisión--. Ese tiempo, recomienda la educadora, podrían invertirlo en leer un libro, visitar un museo, o simplemente sentarse todos juntos a hablar de cómo ha ido el día. “Creo que cuando empecemos a cambiar en ese aspecto podremos ir viendo algún cambio respecto al fracaso escolar que en los últimos años se ha incrementado”.

Cortoplacismo

Alberto Solana relaciona la crisis educativa con las fuertes transformaciones que sufre actualmente el mundo occidental. “En particular, el saber y el conocimiento ya no se presentan como metas a las que haya que aspirar. Todo es más pragmático y cortoplacista, y las exigencias para completar las etapas educativas han bajado de manera llamativa, en especial en España”. Esto, insiste, tendrá sin duda sus consecuencias, porque la preparación será más limitada.

“Tal vez, en vez de centrarse exclusivamente en la ratio de alumnos, en los cursos en los que más problemas surgen, que son los de secundaria, habría que repensar el sentido de mantener obligatoriamente en las mismas aulas a alumnos con objetivos vitales y capacidades completamente distintos. Y potenciar una mejor formación de los maestros”, concluye.