Este martes han declarado en la Audiencia Provincial de Barcelona los seis peritos que elaboraron los informes psicológico de Alba A., acusada de estafa y de inducir a su amigo Ismael, que padece esquizofrenia, a asesinar al padre de este y a quemar su casa en Vilanova i la Geltrú en 2019. Los peritos de parte que hicieron la valoración sobre la salud mental de la joven han expresado que en los test de inteligencia “el resultado fue tan bajo” que llegaron a plantearse que “pudiera estar simulando tener unas capacidades inferiores” a las reales.
“Incluso con el discurso infantil que planteaba, nos parecía un resultado muy bajo”, han descrito. Después de que Alba obtuviera esta puntuación, que se enmarca en el extremo más bajo de la tabla poblacional, decidieron realizarle una segunda prueba. En el segundo test, los forenses confirmaron que “obtuvo el peor resultado que podía tener y que está entre el 5% de la población con inteligencia más baja”. No obstante, su nivel de inteligencia se enmarca “dentro de la normalidad, aunque con un funcionamiento intelectual límite”, si bien no tiene una discapacidad.
Personalidad infantil
“¿Existe un dictamen que pudiera justificar entonces una adaptación curricular durante su periodo académico?”, ha preguntado la jueza. “Lo desconocemos”, han respondido los peritos de parte. Los especialistas han descrito a la acusada como una persona “vulnerable, infantil e incapaz de resolver problemas”. Un extremo que la fiscal ha rebatido recordando que vivió sola y de manera independiente, que tuvo varias parejas y que desempeñó varios trabajos con normalidad.
No obstante, los expertos de parte han incidido en que Alba presentaba una personalidad infantil, que le impedía incluso asistir a la consulta de Barcelona sola porque “no sabía manejarse en el transporte público” y que se creía mentiras fácilmente detectables. De hecho, los psicólogos han declarado que “no pasó tampoco la prueba psicológica”. Para poder conocer si tenía alguna psicopatía le realizaron el test Minnesota, cuyos resultados fueron inválidos. “No sabíamos si había contestado a las preguntas al azar o si padecía un trastorno de personalidad”. Por eso, realizaron un segundo test “más sencillo” con acompañamiento de un profesional para intentar que el apoyo presencial le permitiera pasar la prueba. En esta evaluación, se detectó que Alba tiene "rasgos de personalidad dependiente", un extremo en el que han coincidido cinco de los seis peritos, frente a uno de los especialistas que mantiene que sufre un trastorno.
Una persona dependiente
“Desde el inicio de la valoración ustedes presumen que existe una dependencia emocional, una limitación y una incapacidad por parte de esta chica”, les ha reprochado la fiscal a los peritos de parte. “Necesitaba de un apoyo emocional”, ha expresado una de las psicólogas, que ha confirmado que Alba presenta rasgos de personalidad dependiente que la hace ser una persona “vulnerable”. Presenta un “discurso muy simple, una puesta en escena infantil y un aislamiento social”, ha enumerado.
“¿Es una persona lista, que no inteligente?”, ha preguntado la fiscal. “Si usted habla de llamar por teléfono o de usar Instagram sí, podía hacerlo. Pero para hacer razonamientos más complejos necesita ayuda. No sabe usar la información para competencias cognitivas complejas. No es autónoma, es una persona dependiente”, ha expresado una de las peritos. “¿Podría entonces haber respondido durante cuatro horas a un interrogatorio en un juicio sin que hayamos detectado estas limitaciones?”, ha espetado la fiscal. “O tenía capacidades muy altas o muy bajas. Algo no encaja. O hay simulación o efectivamente tiene bajas capacidades…”, ha indicado una de las especialistas, reiterando las dudas que se le plantearon durante el proceso evaluativo pero remarcando que la joven está en el estrato más bajo poblacional en lo referente a la inteligencia.
Alteró las pruebas
“Había controversias en su relato”, ha confirmado otra de las peritos del Institut de Medicina Legal i Ciències Forenses de Catalunya (IMELEC) que ha subrayado, además, que la acusada no exteriorizaba ningún tipo de emoción pero que relataba episodios de violencia con una pasmosa normalidad, "como si fuera un cuento". Sin embargo la fiscal ha remarcado que, frente a esta fachada “inexpresiva” frente a quienes la analizaron psicológicamente, ella se presenta como una persona “apenada y triste”. Un extremo que han confirmado los expertos, que han recordado que se presentaba como una víctima, “que seguía aquello que otra persona le pedía que hiciera y por no saber decir que no”.
En lo que difieren los peritos de parte y los del IMELEC es en el nivel de inteligencia de la acusada. Frente al 5% de la población con inteligencia más baja donde la encuadran los de parte, los del IMELEC consideran que, si bien no tiene altas capacidades, Alba intentó manipular los resultados para aparentar tener una capacidad inferior. Estos segundos han planteado que la joven no presenta ningún delirio ni trastorno psicológico, pese al relato inverosímil que les trasladó. “Esta persona ni tiene altas capacidades, ni es superdotada, tiene bajas capacidades. Ya está”, ha aseverado uno de los médicos forenses del IMELEC, que ha constatado que la acusada mintió durante las pruebas con la intención de alterar los resultado, "una distorsión" que uno de los peritos de parte considera "aceptables". "Exagera" determinados rasgos de su personalidad dependiente. "El test está distorsionado y aparecen rasgos de esquizoidismo y sadismo" pero, a diferencia de los peritos de parte, se ha desmarcado de que Alba A. sea "borderline".