En 2011, según datos del Ministerio de Agricultura, apenas se dedicaban 1.813 hectáreas al cultivo del pistacho, nuevo rey de los frutos secos. Hoy, la superficie ronda las 70.000. Un boom agrario sin precedentes, especialmente en la España más árida con un clima idóneo (inviernos a -7º y veranos por encima de 28º).
Se trata de uno de los cultivos, ahora en plena campaña de recolección, más productivos de 2022. Ha tolerado bien la sequía y las olas de calor. Una especie de nuevo oro verde. No solo por el color brillante que identifica su fruto, sino por una rentabilidad superior al almendro, viñedo o frutales, pese a que solo están en producción la cuarta parte, pues, al tratarse de un leñoso necesita unos siete años para ir dando cosecha.
Liderazgo manchego
“La inversión es rentable, una oportunidad en un campo cada vez más abandonado y en manos de intermediarios”, coinciden Alejandro Ibánez y Luis Miguel López, pistachoagricultores de Cariñena (Zaragoza) y Torralba de Calatrava (Ciudad Real). La Comunidad de Castilla-La Mancha acapara el 80% del cultivo, con 53.500 hectáreas. Le siguen Andalucía y Aragón.
Por algo se ha creado en Albacete la mesa del pistacho e inaugurado en Argamasilla de Alba (Ciudad Real) la planta de procesado, hasta 6.000 millones de kilos, mayor de Europa.
Más que rentable
Según los diferentes estudios, una hectárea puede proporcionar a plena producción ingresos de entre 6.000 y 9.000 euros, más elevada si se certifica como producción ecológica. Además, el desembolso que exige su cultivo no excede de los 1.000 euros por hectárea.
Cierto que antes es necesario disponer del terreno adecuado, no arcilloso, labores y una inversión en árboles resistentes (mejor autóctonos) como la cornicabra, quemaculo o emborrachacabras que han de ser injertados.
Prohibido por lascivo
Originario de Asia, el pistachero llegó a la Península de mano de los romanos. Su cultivo se mantuvo durante la época árabe, pero desapareció en la Edad Media. Su fruto fue incluso prohibido por la Inquisición por sus connotaciones sexuales. Y eso que desconocían su potencial para mejorar la disfunción eréctil (y pecar más, claro) según un reciente estudio.
Han tenido que pasar cinco siglos para que este fruto seco, muy demandado en Europa y Occidente, fuera rescatado del olvido por arriesgados agricultores de la mano del científico José Francisco Couceiro, en el Centro de Investigación Agroambiental El Chaparrillo en Ciudad Real.
Estos pioneros se percataron de que se trataba de un cultivo en zonas semidesérticas, con climas secos y demanda de poca agua. La moda se extendió luego por España, aunque los expertos avisan de que su implantación presenta dificultades en comunidades como Cataluña o Galicia donde no acompañan el exceso de humedad y las temperaturas.
Rey de la cocina y la dieta
Ha pasado a ser uno de los frutos secos más valorados de nuestra gastronomía, en ensaladas, espaguetis, croquetas, calamares rellenos, carnes o helados. Los nutricionistas también lo ponen por las nubes: ayuda a regular los niveles de colesterol y glucosa en sangre y a mantener una buena presión arterial.
Las alabanzas continúan por los dietistas: es bajo en grasas, el fruto seco que menos calorías contiene y con efecto saciante. De paso, mejora y regula el tránsito intestinal, y está considerado como uno de los alimentos más antioxidantes.
Consumo sin techo
Los especialistas en prospectiva apuntan que su consumo se disparará en los próximos años. Por su sabor, por sus virtudes nutritivas y saludables, y por el peso que está ganando la proteína vegetal frente a la animal.
De momento, en Europa el consumo per cápita ronda los 25 gramos, lejos de los 130 registrados en EEUU y lejísimos de los 600 de Irán o Turquía, principales productores mundiales donde este fruto seco es casi un bien cultural.
Fuentes del sector calculan que en 20 años se cultivarán 300.000 hectáreas en la UE y el 70% de ellas estarán en España. “Si se llega a 100.000, el pistacho sería una riqueza para el campo español como es el vino o el queso”, pronostican.
Precios y competencia
Los agricultores han comprobado que todo lo que se cosecha se vende, sobre todo al exterior, y a buenos precios en comparación con otros productos agrícolas. El kilo se paga a unos 6 euros y empieza a reinar en supermercados y tiendas, donde llega a alcanzar los 20 euros.
Pero también avisan los cultivadores de que la competencia con Turquía, Irán y California es dura y que se trata de un producto agrícola, que depende de intermediarios y vaivenes.