Las vacaciones escolares han sido para niños y adolescentes una verdadera cura de sueño. Sin madrugones, con horarios relajados y durmiendo siestas durante más de dos meses, volver a la rutina se les hace cuesta arriba a muchos de ellos. Según la Academia Estadounidense de Pediatría, se estima que entre un 25 y un 50% de los niños y un 40% de los adolescentes tienen problemas relacionados con el sueño. Además, entre el 25-30% de las visitas al pediatra son debidas a este problema. Pero ¿qué altera el sueño a esas edades y cómo ponerle remedio?
“Aunque hay factores internos y dependientes del funcionamiento de nuestro propio sistema nervioso que pueden afectar a la regulación del sueño, la inmensa mayoría de los problemas y trastornos del sueño son debidos a factores externos”, señala el neuropediatra Manuel Antonio Fernández, que es también director del Instituto Andaluz de Neurología Pediátrica (INANP). Lo más frecuentes, asegura, “son los derivados de malos hábitos en genera como los horarios, la alimentación, el ejercicio…”. También las pantallas han contribuido alteraciones en todas las etapas de la infancia.
Las pantallas como generadoras de insomnio
“La aparición de las pantallas planas retroiluminadas, cuya luz, además, cuenta con un tono azulado que resulta muy similar al de la luz diurna, ha generado un importante repunte e intensificación de los problemas de sueño de todo tipo y a todas las edades”, detalla. El problema es que mirar estos dispositivos provoca que el cerebro “tenga la sensación de que estamos aún en periodo diurno, lo que tiene unos efectos directos y claros sobre el funcionamiento de nuestros ritmos de sueño y vigilia”. Es decir, los famosos ritmos circadianos.
“Se produce una menor liberación cerebral de melatonina, que es una de las sustancias más directamente relacionada con la regulación del sueño. Esto genera una mayor dificultad para dormir, y con ello, un círculo vicioso difícil de romper”, indica el director del INANP.
Contenidos adictivos
Otro de los aspectos nocivos de las pantallas son “el tipo de contenidos que se visualizan”. Están diseñados para buscar la atracción máxima posible, por lo que “en manos infantiles, aunque también en adultos, la capacidad adictiva de este tipo de contenidos, juegos, actividades, redes sociales y demás es casi infinita”.
El resultado es “el cóctel perfecto para los problemas de sueño, con todo los riesgos y consecuencias que estos generan”.
Consecuencias poco conocidas
Manuel Antonio Fernández cree que “la mayoría de los adultos no somos conscientes de las repercusiones que los problemas de sueño pueden tener en nuestros hijos”.
Algunas sí son más o menos lógicas y conocidas. En este grupo se encuentra el cansancio, la irritabilidad, los problemas de rendimiento académico y aprendizaje, el déficit de atención, la hiperactividad o la somnolencia diurna. Pero las que más preocupan a los facultativos son las menos conocidas. Entre ellas, la aparición de problemas de crecimiento, el riesgo de aumento de aparición de obesidad o infarto en la vida adulta.
Melatonina sintética
Ante este escenario, una de las grandes soluciones ha sido la administración de melatonina. El director comercial de MABOsalud, Carlos Herrero, explica que se trata de una “neurohormona producida por los pinealocitos de la glándula pineal durante la noche (durante las horas de oscuridad)”. Es decir, el cuerpo humano la genera de forma natural.
“Los niveles séricos de serotonina son muy bajos durante el día y por eso es conocida como la hormona de la oscuridad”, añade. Está relacionada de forma directa con la inducción del sueño y juega “un papel importante en la sincronización interna del ritmo circadiano y sirve de marcador del reloj biológico”.
Mejora en la conciliación del sueño
“Cuando la administramos, ayuda a la regulación del funcionamiento de las áreas cerebrales responsables de su fabricación y liberación para ayudarles a recuperar su funcionamiento normal”, informa el neuropediatra. Es decir, tiene un efecto directo “en la conciliación del sueño, la dificultad para quedarnos dormidos”.
También “suele mejorar la calidad de dicho sueño al facilitar el efecto reparador del mismo en el cuerpo y en la mente”. Con todo, su administración externa es de efecto rápido. No dura más de cuatro horas, por lo que si se requiere una ayuda más prolongada “es necesario añadir algún complemento como puede ser triptófano o algunas hierbas relajantes como la melisa o la valeriana, por ejemplo”.
La importancia de unos buenos hábitos
Sin efectos secundarios importantes --más allá de una poco frecuente leve somnolencia--, se considera un complemento alimenticio, “por lo que, en teoría, no sería necesaria la supervisión médica”.
Con todo, los pediatras coinciden en que resulta “fundamental” contar con un asesoramiento médico para su uso correcto. No se recomienda su uso en niños menores de 6 meses y, en general, no es necesario su uso mantenido largo tiempo para regular el sueño. No se suele recetar más allá de las ocho semanas, cuando se considera que ya se debería haber modificado el mal hábito que genera problemas en el sueño.
Los profesionales también coinciden en que su administración “no servirá de nada si no va acompañada de unos hábitos adecuados previos al sueño”. Empezar con el juego relajado como mínimo media hora antes, apagar los dispositivos electrónicos y habilitar un confort adecuado en la habitación y en la cama. Que el ambiente tenga una temperatura adecuada y la ropa y los materiales de las sábanas, edredones y pijamas sean los ideales para dormir cómodo.
“Todo ello es tan importante como la ayuda de la melatonina, que ningún padre lo dude”, sentencia el doctor Fernández.