El que fuera consejero delegado del Comité Olímpico Organizador de Barcelona 92 (COOB'92), Josep Miquel Abad, recuerda los Juegos Olímpicos (JJOO) de la capital catalana cuando se cumplen 30 años de aquella cita. Considera que fueron un éxito porque "todo el mundo hizo lo que tenía que hacer", pero apunta que "el legado moral se evaporó rápidamente", mientras observa con "mucha preocupación" el estado actual de la ciudad.

Abad, en una entrevista concedida a Efe con motivo de la efeméride, defiende que lo que llevó a Barcelona 92 a convertirse en los que muchos consideran aún los mejores Juegos Olímpicos de la historia fue que "todo el mundo hizo lo que tenía que hacer, poniendo los Juegos al servicio de la ciudad y no al revés".

Sin despilfarros

Añade que cada céntimo se inivirtió a conciencia en "lo necesario y estratégico para el presente y el futuro", sin dilapidar recursos. Sin olvidar la entrega y el entusiasmo de la población, de los voluntarios y del buen papel de los deportistas españoles, que "se forraron a medallas".

De aquellos JJOO, dice, quedaron dos legados: el físico y el moral. El legado físico son "las rondas, las torres de comunicaciones de Collserola y Montjuïc, el Palau Sant Jordi y los pabellones de Badalona y de Granollers, el canal de aguas bravas de La Seu d'Urgell y el de remo de Castelldefels, la primera remodelación del aeropuerto y del Port Vell y, sobre todo, la recuperación del frente marítimo". Cambios, todos ellos, que hubieran tardado "decenas de años" en llegar si no hubiera sido por la cita olímpica, que obligó a Barcelona a ponerse al día.

"No éramos más que nadie, pero tampoco menos"

Por el contrario, cree que el legado moral "se evaporó rápidamente". "Fue la constatación de que como país no éramos más que nadie, pero tampoco menos, y que podíamos hacer grandes cosas si queríamos, quitándonos de encima viejos e interesados estigmas". "Demostradas nuestras capacidades, no teníamos derecho a volver a la mediocridad", defiende una vez más.

En la entrevista, también destaca que la "unanimidad" del Estado, la Generalitat, el Ayuntamiento de Barcelona y el Comité Olímpico Español (COE) hizo posible la perfecta organización de los JJOO, y, si bien "esta unanimidad sufrió bastante, no se rompió nunca". Justo al contrario de lo que ha sucedido con la candidatura fallida de los JJOO de invierno del 2030, donde "los intereses políticos partidistas han primado sobre los del conjunto de los territorios". En este sentido, constata que "es un mensaje devastador, independientemente de si había posibilidades reales o no de ganar".