El 12 de septiembre de 1908 el escritor y periodista Ferran Agulló acuñó por primera vez el término Costa Brava en un artículo publicado en el periódico La Veu de Catalunya. Apenas dos palabras le bastaron para condensar la esencia de esta hermosa, agreste y escarpada zona costera que se extiende, a lo largo de más de 200 kilómetros, desde Blanes hasta Portbou.
Cuentan que la inspiración se transformó en palabra mientras contemplaba las espléndidas vistas desde la ermita de Sant Elm, uno de los elevados flancos que vigila la bahía de Sant Feliu de Guíxols, amable municipio costero del Baix Empordà.
Historia, arte y patrimonio
En las faldas de este privilegiado mirador, pila bautismal de la costa ampurdanesa, se encuentra el antiguo monasterio benedictino fortificado de Sant Feliu, declarado Bien Cultural de Interés Nacional. En origen, fue un complejo monástico de grandes dimensiones dotado de diversas dependencias.
De aquel monumental conjunto arquitectónico, máximo exponente patrimonial de la ciudad, se conservan elementos tan destacados como Porta Ferrada, una de sus partes más antiguas datada en el siglo X; la iglesia de la Mare de Déu dels Àngels; las torres defensivas del Corn (Cuerno) y del Fum (Humo) y el arco de Sant Benet, del siglo XVIII y estilo barroco, único vestigio que se conserva de la antigua entrada al recinto. El interior de este solemne lugar alberga actualmente el Museo de Historia de la Ciudad y, ocupando las antiguas dependencias del abad, el Espacio Carmen Thyssen.
Un municipio que vive por y para el mar
La historia del municipio está íntimamente ligada al mar. Durante el siglo XIX, numerosos carpinteros trabajaban en los astilleros de la playa de Sant Feliu de Guíxols construyendo grandes embarcaciones destinadas al comercio, así como bergantines, botes o goletas. La pujanza económica, fruto de aquella actividad naval y de la manufactura del corcho, su otro gran puntal, se refleja en las numerosas construcciones modernistas, algunas tan singulares como el casino de La Constancia, un bello edificio de inspiración árabe edificado en 1889 por el arquitecto General Guitart i Lostaló, que en aquella próspera época se convirtió en punto de encuentro de artesanos, gentes del mar y burgueses liberales. Puertas adentro, aún conserva todo el encanto y la misma estructura de antaño.
Aunque el azul intenso de sus calas y playas genere un potente magnetismo del que resulta difícil escapar, recorrer calles y plazas, descubriendo todos sus recovecos, nos brinda la oportunidad de disfrutar la ciudad de una manera diferente. Por ejemplo tomando un aperitivo en el pequeño mercado municipal, catalogado como Bien Cultural de Interés Local, situado junto a la popular plaza del Mercat; también podemos visitar con los más pequeños el Museo de Historia del Juguete que atesora una colección de más de 10.000 piezas, fechadas entre 1870 y 1985, fundamentalmente de fabricación española o acercarnos hasta el Museo del Salvamento Marítimo donde, además de deleitarnos con unas magníficas vistas de Sant Feliu de Guíxols, podremos conocer este singular espacio consagrado a divulgar la historia de la práctica del salvamento de náufragos en estas costas.
Camí de Ronda, la esencia de la Costa Brava
Pero si hay algo que refleja la esencia de la Costa Brava son los caminos de ronda, un extenso entramado de senderos que recorren el litoral gerundense mientras traza una espectacular ruta entre acantilados, recónditas calas, rincones salvajes y seductoras playas. Como compañeros de viaje nos acompañan el profundo azul turquesa de las aguas mediterráneas y el aroma y verdor de los pinares anclados en las laderas rocosas. El tramo que discurre entre Sant Feliu y la playa de Sant Pol atraviesa parajes idílicos con impresionantes vistas al mar. En la cala del Molí se encuentra una vía ferrata, la única en toda Europa sobre el mar, el enclave perfecto para practicar escalada.
Todos estos atractivos, que no son pocos, han labrado la personalidad de un territorio cincelado por la naturaleza, bendecido por el arte y agitado por la historia. Y todo ello sin olvidar su sabrosa gastronomía, sus fiestas tradicionales y populares o sus eventos culturales como el célebre Festival de Porta Ferrada que cada verano impregna de música y artes escénicas cada rincón de este bello municipio ampurdanés.