Investigadores y administraciones sanitarias llevan años advirtiendo de la amenaza que supone para la salud pública el aumento de patógenos resistentes a los antibióticos. Ahora, un informe elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), ha recordado que la presencia de medicamentos en el agua podría catalizar el desarrollo y propagación de bacterias resistentes.
De acuerdo con un estudio publicado por la misma institución, en 2015 se consumieron alrededor de 34.800 millones de dosis diarias de antibióticos, de los cuales un 90% se expulsan al medio ambiente. Señalan como fuentes principales de contaminación el saneamiento deficiente de las aguas residuales, los efluentes de la fabricación de productos farmacéuticos, los residuos de los centros sanitarios y los vertidos de la producción animal. En este sentido, alertan, la población mundial está expuesta --sin saberlo-- al agua contaminada por antibióticos.
Del agua a las personas
La directora del Programa de Infecciones Víricas y Bacterianas del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), Sara Soto, explica a este medio que las instalaciones del tratamiento del agua residual no logran filtrar el 100% de los antimicrobianos. “Si estos organismos llegan al río, los animales beben el agua, los agricultores riegan los cultivos con ella, y por tanto, acaban llegando a nosotros”, detalla.
Además, desde Naciones Unidas apuntan a que otro de los grandes problemas a los que se enfrenta la humanidad, el cambio climático, está directamente relacionado con el incremento de las bacterias resistentes a los antibióticos. “Los cambios en las condiciones ambientales y la temperatura pueden provocar un aumento de la propagación de enfermedades bacterianas. Los fenómenos meteorológicos y la subida del nivel freático pueden hacer que las aguas residuales y el alcantarillado desborden las plantas de tratamiento”.
¿Nueva pandemia mundial?
Tal y como figura en el informe, en 2019, las infecciones resistentes a los antibióticos se relacionaron con la muerte de cerca de cinco millones de personas. Un número que podría duplicarse si no se toman acciones inmediatas. “Otra pandemia se esconde a plena luz. Las consecuencias podrían ser catastróficas”, alertan los autores del documento.
“Si no se soluciona el problema, habrá gente que muera por una simple infección, algo impensable hoy en día. Se calcula que, en el caso de que la situación no mejore, habrá más muertes por resistencia a los antibióticos que por cáncer antes del 2050”, subraya la investigadora del ISGlobal.
Un proceso “reversible”
Por otro lado, la catedrática de microbiología de la Universidad de Barcelona (UB), Maite Muniesa, matiza que “no podemos hablar de una pandemia”, sino de un “problema global de salud pública que ya ha comenzado”. Asimismo, señala que se trata de un proceso “totalmente reversible” y recuerda que en países donde se utilizan menos antibióticos y de manera más controlada la cantidad de bacterias resistentes es menor.
“Como se trata de un problema que ya está pasando, existen muchas iniciativas para revertir la situación. Ya se están poniendo las pilas. Se estudia cómo hacer que estos residuos no lleguen al medio ambiente y se invierte en la creación de nuevos antibióticos”, añade.
¿Hay solución?
El informe insta a hacer frente a esta problemática mediante la mejora del tratamiento de las aguas residuales y un uso más selectivo de los antibióticos que se utilizan “con demasiada frecuencia cuando no es necesario”. Así, los investigadores de las Naciones Unidas piden a las autoridades políticas “no bajar la guardia”.
“Para frenar este problema es necesaria una reeducación respecto al uso de este tipo de medicamentos. Los ciudadanos tienen que aprender la importancia de acabar siempre el tratamiento para evitar la resistencia y los profesionales clínicos deben contar con las armas necesarias para diferenciar una infección vírica de una bacteriana”, sentencia Soto. Todo ello, para evitar el escenario que se ha pronosticado.