Mucha lluvia y poca agua. La sequía meteorológica ha acabado, pero ha dado paso a otro tipo de escasez de este preciado líquido: la hidrológica. Las bajas reservas de los embalses en Cataluña, que se sitúan en el 54% de su capacidad, han dejado un escenario --especialmente en el mundo agrícola-- que espera acongojado unas intensas precipitaciones primaverales.
Ignasi Servià, secretario de la Comisión del Agua del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Cataluña, explica este cambio de paradigma entre la sequía meteorológica y la hidrológica. “Hay pocos niveles de agua en los embalses, a pesar de las últimas precipitaciones”, remarca. Algo que el ingeniero achaca al descenso de “nevadas y sus reservas”, así como a la incapacidad de las lluvias de llenar unos pantanos a medio gas y el bajo caudal de los ríos tanto de la cuenca interna catalana como la del Ebro.
Emergencia climática
Ante el leve incremento del caudal de los ríos y los embalses, la sequía persiste con un estado de los pantanos que roza la mitad de la capacidad que tenían hace tan solo un año en Cataluña. “La emergencia climática nos debe llevar a una cultura de uso eficiente del agua, donde gestionemos valores normales y no extremos” como ahora, remarca Servià.
De hecho, el estado de las reservas de agua ha hecho incrementar la producción de las plantas desalinizadoras de El Prat de Llobregat y Tordera del 30% al 85%. Esto representa pasar de los 0,8 metros cúbicos por segundo de agua depurada a los 2,12. El secretario de la Comisión del Agua remarca la importancia de “avanzar” en este tipo de instrumentos para la “reutilización” de agua, algo clave para los campos y productores agrícolas, que son los más perjudicados en épocas de sequía.
Los agricultores, los más perjudicados
Mientras la demanda cotidiana y del consumidor está garantizada para más de diez meses en Cataluña, los agricultores sufren las restricciones de prealerta por sequía en el área de Barcelona y la alarma de la cuenca del Fluvià-Muga. En el informe Àrea 5G Terres de Ponent de Servià se puntualiza la necesidad de la digitalización en los campos como freno para la despoblación. Algo que contrasta con el regadío tradicional concentrado en la provincia de Lleida, el Delta del Ebro, el Empordà y el Parc Agrari del Baix Llobregat.
Esta digitalización debe ir acompañada del despliegue de la fibra óptica en Cataluña, concretamente de la tecnología 5G en zonas rurales para el desarrollo estratégico de los sectores de agroalimentación, ganadero y de salud animal, gestión del agua, y el comercial y logístico. No obstante, el problema no radica tanto en las conexiones como en la modernización de las infraestructuras, que en muchos casos se encuentran ancladas en el siglo XX e, incluso, finales del XIX. “Si aplicamos mucha tech, pero no tenemos las infraestructuras necesarias, se matan moscas a cañonazos”, sentencia el ingeniero agrónomo.
Riego por precisión
El riego por inundación es una de las modalidades que más sufre en épocas de sequía hidrológica como la actual. Esto se agudiza cuando el 47% de las explotaciones agrarias de Cataluña se nutren de este sistema, muy superior al 25% de toda España. Por eso, Servià apuesta por el método de precisión, como se analizó ya en 2018 en la Feria de Sant Miquel de Lleida.
“Estamos regando de manera tradicional, necesitamos una transformación y pasar al regadío de precisión que solicitamos los ingenieros agrónomos”, remarca Servià. De hecho, esto no solo se basaría en una utilización menor de agua para el cultivo, sino en la forma de transportarla. Una necesidad menor implicaría un impacto mucho más pequeño en la agricultura cuando se llegan a valores extremos, con las reservas de agua totales prácticamente a la mitad.
“¿Podremos regar de la misma manera? ¿Veremos cómo llegan las lluvias en primavera?”, son algunas de las preguntas que lanza al sector agrícola y a la sociedad el secretario de la Comisión del Agua del Colegio de Ingenieros Agrónomos de Cataluña. Estas son las grandes incógnitas a las que se enfrenta la comunidad ante esta sequía hidrológica, que es más acusada en el norte de África, lo que impediría la importación de alimentos que no puedan producirse en nuestro territorio.