Cuatro puertas de Antoni Gaudí, a la venta en Wallapop por 10.000 euros. Las reliquias de arquitecto modernista podrían proceder del edificio de La Pedrera, en Barcelona, construido a principios del siglo XX. El supuesto vendedor es un hombre llamado Francisco, de La Seu d’Urgell (Lleida).
Las piezas tienen un precio unitario de 2.500 euros. Aunque el vendedor los describe en la plataforma de objetos de segunda mano como “antiguos, procedentes de La Pedrera”, sin especificar la autoría de Gaudí, muchos han asegurado la autenticidad de las puertas.
Podrían ser auténticas
La venta de las reliquias de Gaudí por parte de Francisco en Wallapop fue avanzada por el blog Salvem la Rotonda y ha publicado de nuevo este sábado El País. La autenticidad de las puertas ha sido cuestionada por la Fundación Catalunya La Pedrera, que gestiona el inmueble en el corazón de Barcelona.
No obstante, uno de los mayores expertos en muebles del arquitecto catalán, Luis Guellburt, no duda de que son auténticas, “construidas en tiempo de Gaudí, por las molduras y por cómo están realizadas”. A su juicio, “nadie se va a poner ahora a tallar una puerta que le costaría hacerla unos 5.000 euros y luego pintarlas para que parezcan viejas y luego venderlas en Wallapop por 2.500 euros, perdería dinero. De los muebles se han hecho copias, pero de las puertas nunca”, ha explicado al rotativo nacional.
Puertas de Gaudí
Las puertas, pintadas de color ocre, presentan, en general, un mal estado de conservación. Tres de ellas mantienen el marco original de yeso, decorado con formas ondulantes de inspiración vegetal y los clavos que las fijarían a la pared, lo que indica que fueron retiradas durante una reforma, según el periódico.
Tres de las puertas son macizas, decoradas con cuarterones y en dos se conservan los pomos ergonómicos, como los que creó Gaudí, y en una puede verse el número 12. La cuarta no es maciza, puesto que su parte superior es de cristal traslúcido, aunque “se ve que es moderno”.
Tiradas al contenedor
El edificio de Gaudí en Paseo de Gràcia fue construido para Roser Segimon y su segundo esposo, Pere Milà, el arquitecto quería que todas las puertas fueran de roble --como las que realizó para el piso muestra-- pero Segimon se negó a que fueran tan caras y al final acabaron siendo de pino, excepto las de su piso.
En el año 1946, cuando Segimon vendió el céntrico edificio barcelonés a la inmobiliaria Provenza, se reformaron algunas de las viviendas para sacarles una mayor rentabilidad. Ese fue el primer momento en el que podrían haber sido arrancadas las puertas y habrían acabado en un contenedor, algo que ocurrió con una treintena que ahora se conservan en el MNAC.