Año Nuevo 2022. Uvas, cava y botellones para Nochevieja. Esta suele ser la tónica habitual durante las primeras horas de enero. No obstante, el singular toque de queda que ha aplicado el Govern en los municipios de más de 10.000 habitantes con alta incidencia y la niebla que ha cubierto Barcelona y su área metropolitana, han desalentado a muchas personas a seguir las fiestas en las calles como sucedió el año anterior.
El paraíso de los botellones que debía producirse en la superisla entre Maresme y Vallès Oriental quedó totalmente liquidado, tras el anuncio del consejero del Interior, Joan Ignasi Elena (ERC), de reforzar la vigilancia en las entradas con los 200 agentes de Mossos d’Esquadra que habían sido desplegados de forma excepcional para Nochevieja. Esto ha provocado carencias de policías en otros puntos del territorio, que han optado por la permisividad con gente paseando por las calles de los municipios con toque de queda a las dos y tres de la madrugada.
Calma en los municipios metropolitanos
Los pequeños pueblos metropolitanos han descansado tranquilos al acabar las 12 campanadas. El movimiento en reductos como Teià o Sant Climent de Llobregat no ha sido más que el de los jóvenes residentes en el lugar. Algunos solo querían celebrar 2022 con sus amigos y otros se veían enfrascados en botellones ocultos entre rieras y matorrales.
En cualquier caso, a simple vista los festejos no han sido masivos. Ni siquiera se oían las guitarras de la amplia comunidad romaní del barrio de Cinco Rosas de Sant Boi de Llobregat. La policía ha patrullado poco por las calles de cinturón barcelonés. De hecho, en la playa de Castelldefels, uno de los puntos calientes cada Nochevieja, tan solo se registraba una furgoneta de Mossos d’Esquadra en el paseo marítimo que permanecía aparcada en una parada de autobús. Los coches circulaban y los viandantes paseaban, sin miedo a ser sancionados por el toque de queda imperante en el municipio.
Botellones en bosques y playas
Los más jóvenes agotaron los pocos minutos previos a la una de la madrugada para dirigirse a las entradas de las zonas boscosas con bolsas llenas de botellas de alcohol. En la mayoría de los casos, como en Viladecans, Sant Boi de Llobregat e incluso Barcelona, eran grupos reducidos. Pasadas las cuatro de la madrugada se escuchaban gritos, música y risas, lo que se prevé una fiesta larga que acabe junto al toque de queda.
Este mismo escenario se ha avistado en otros parajes naturales de la capital catalana. Las playas cercanas a la Barceloneta, y el propio paseo del barrio de la Ciudad Condal, han sido un hervidero de botellones, separados en grupos medianos, que han llamado la atención de los vecinos. Los cuerpos de policía eran escasos en el lugar. Quebrantar el toque de queda y beber en la calle ha pasado desapercibido, al no producirse de forma tan masiva como en ocasiones anteriores.
Año Nuevo sosegado. La variante ómicron ha hecho saltar todas las alarmas por la alta velocidad de contagio. El dato epidemiológico debe sumarse a otras tres variables: responsabilidad ciudadana, anuncio de dispositivo especial de Interior y la niebla. Todo ello, ha provocado que poco antes de finalizar el toque de queda las incidencias hayan sido mínimas y la gente haya podido deambular con prácticamente total libertad en los municipios metropolitanos con restricciones nocturnas.