La popularización de los drones ha multiplicado el tráfico en el espacio aéreo en los últimos años. Su uso ha supuesto una auténtica revolución tecnológica pero también ha generado serios incidentes, como el ocurrido en 2020 en Madrid, cuando la presencia de varios aparatos sobrevolando las pistas de aterrizaje obligó a cerrar el aeropuerto de Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Precisamente, de la necesidad de regular estos vuelos han nacido unidades específicas en las policías de todo el mundo.

Aunque su nacimiento se remonta a 2016, desde enero de 2020 en Barcelona opera una de las unidades Pegaso de la Guardia Civil. Si bien su nombre evoca al caballo alado mitológico, responde en realidad al acrónimo de las siglas de Policía Especialista en Gestión Aeronáutica y de Seguridad Operacional.

Un equipo futurista

Este equipo, cuya función es hacer cumplir la legislación para preservar la seguridad del espacio aéreo de 14 aeródromos de la provincia, está formado por un cabo y cuatro agentes. Además de dar protección al espacio aéreo del aeropuerto de Barcelona, también se encarga del control de la aviación ligera, globos, campos de aeromodelismo, escuelas de vuelo, drones y seguridad operacional.

Aparte de la formación propia del cuerpo, los cinco miembros que componen el equipo son pilotos de drones que se han instruído en seguridad de aeropuertos, mantenimiento de drones y fiscalidad y fronteras. En el ámbito tecnológico, van “armados” con una pistola inhibidora de frecuencia con alcance de un kilómetro de distancia, un dron Mavic 2 Pro y dos detectores Aeroscop que les permiten detectar la presencia de vehículos aéreos no tripulados.

 

Jonathan Trigo Rico, cabo primero y jefe del equipo Pegaso de Barcelona, se mueve con su aparataje por toda la provincia en un vehículo que cuenta con un sistema de antenas que se encargan de localizar drones. “Tenemos un sistema de antenas que, a medida que nos vamos moviendo, es capaz de detectar las conexiones que se establecen entre un dron y su mando y nos dice la ubicación exacta tanto del aparato como del piloto”, explica Trigo.

Cuando esto sucede, se dirigen al punto indicado y requieren al propietario la documentación precisa. “Si dispone de ella perfecto y si no se lo notificamos a la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA), que es el órgano sancionador competente”. Para evitar cometer una infracción, el cabo recuerda que aquellos drones que pesen más de 250 gramos precisan de una licencia expedida por AESA. Además, dependiendo del lugar en el que se desee volar el aparato, se requieren determinadas licencias. “Si uno está cerca del área de influencia del aeropuerto se necesita un estudio aeronáutico de seguridad y coordinarse con Enaire, el gestor de navegación aérea de España. Este gestor tiene que sellar el estudio aeronáutico y, a través de apps como Ícaro y Enaire Planea, preparar un plan de vuelo para que el controlador aéreo tenga localizado al dron y pueda comunicarse con el piloto en caso de necesidad”.

Multas millonarias

De no cumplir con la normativa, las sanciones pueden ser desorbitadas. “Las multas oscilan entre los 60 y 100 euros, por no llevar el código identificativo en el dron, hasta sanciones muy cuantiosas, de varios miles de euros, si se ha perjudicado la ruta de un avión comercial”, lo que puede generar pérdidas millonarias para un aeropuerto en caso de tener que cerrar el espacio aéreo. “Además, AESA puede retirar la titulación a un piloto dependiendo del impacto que haya originado”, aclara el responsable.

En 2021 los agentes del equipo Pegaso han realizado 147 visitas a aeródromos, campos de aeromodelismo e inspecciones de trabajos aéreos. En el presente año han procedido a la identificación de 132 aeronaves ligeras y han registrado 139 expedientes por infracciones. “Las cifras se mantienen, aunque este año han aumentado ligeramente”, aclara el cabo. Desde el nacimiento de este grupo en Barcelona han abierto 335 actas por infracciones. En contra de lo que se podría creer, durante la pandemia las sanciones apenas disminuyeron. “Se realizaron muchísimos vuelos, la gente tenía mucho tiempo libre y lo hacía desde terrazas y azoteas”.

Falta concienciación

Aunque sí que existe un mayor conocimiento sobre las licencias necesarias, “la gente sigue sin estar concienciada del problema que puede originar un dron”, denuncia Trigo. La temeridad de volarlo en una zona no permitida puede poner en riesgo al resto de ciudadanos. “Es como meterse como un patinete en una autopista”.

En este sentido, el jefe aclara que desde enero de 2020 varios pilotos de vuelos comerciales alertaron a los agentes tras avistar drones en zonas próximas al aeropuerto de El Prat. “En esos casos se valora el riesgo y se hace un reconocimiento de la zona. Contamos con unos 10 o 15 minutos, lo que suele durar el vuelo de un dron, para llegar hasta el piloto. Lo que nos encontramos habitualmente es gente que desconoce la normativa y que no es consciente de la gravedad de lo que está haciendo”. Por eso, además de la función preventiva realizan una notable labor didáctica.

Su arma: un inhibidor de frecuencia

Además del riesgo en caso de perder el control de la aeronave o de que esta interfiera en una ruta de un vuelo comercial, los drones son vigilados por ser susceptibles de “introducir mercancías en una zona restringida, como las instalaciones de un aeropuerto”. Si se detectara dentro de la pista, aclara, por protocolo tendría que cerrarse el espacio aéreo. Pero además, una conducta de riesgo podría desencadenar en la comisión de un delito. “Aunque lo habitual son infracciones administrativas, hemos recibido alguna que otra denuncia de particulares contra pilotos que podrían haber cometido un delito contra la intimidad de las personas por grabar el interior de una vivienda o propiedad para hacer un uso particular de dichas imágenes”.

Francisco Javier Bernal, agente de la Unidad Pegaso, inhibe la señal de un dron / LUIS MIGUEL AÑÓN - CRÓNICA GLOBAL

No obstante, la tecnología de la que disponen solo les permite, por el momento, inhibir la señal. “Lo que hace el inhibidor es mandar ruido dentro de la señal que se emite entre el mando y el dron, por lo que el aparato pierde la conexión con el joystick. Cuando se queda sin conexión el dron está preparado para quedarse estático, a merced del viento, hasta que se agota la batería y realiza un aterrizaje de emergencia”, explica el cabo. Mientras que los agentes inhiben esta señal el propietario no puede controlarlo, pero ellos tampoco. El arte de la policía del aire está precisamente en jugar con el viento para hacerlo aterrizar en una zona próxima a la que se encuentran.

Infraestructuras críticas

La democratización del uso de los drones, al alcance de cualquiera, plantea el riesgo de que puedan ser utilizados con fines terroristas. “En un nivel de alerta 4, se valora esta posibilidad y más cuando los grupos van innovando”. Por ese motivo, la unidad pone especial atención en las infraestructuras críticas.

“Cualquier persona desde su casa puede cargar un explosivo en un dron y dirigirlo a la Sagrada Familia, por ejemplo”. Sin embargo, ni siquiera en un caso de peligro inminente podrían abatirlo. “Hay redes que los atrapan, pero en España la policía no las utiliza porque tienen un alcance muy corto”, apostilla Francisco Javier Bernal, uno de los agentes de la unidad.

Un agente revisa el radar AeroScop instalado en el vehículo del Equipo Pegaso /  LUIS MIGUEL AÑÓN - CRÓNICA GLOBAL

Colaboración con otras unidades

El equipo también tiene presencia en escuelas de vuelo, donde se encargan de velar por la seguridad de los alumnos y de comprobar los registros de los vuelos realizados para evitar fraudes. Sobre todo, se aseguran de que “las avionetas tengan un certificado de aeronavegabilidad, que dispongan de un seguro y de que se cumpla la normativa para que el alumno esté seguro durante la formación por la que ha pagado”.

Además de su función principal, hacer cumplir la legislación para preservar la seguridad del espacio aéreo, colaboran en otros operativos. Hasta el momento han apoyado a la policía judicial en la búsqueda de plantaciones exteriores de marihuana y a Seprona en las campañas de prevención de incendios forestales, de vertidos de residuos e incluso en la revisión de explotaciones agrícolas para evitar el maltrato animal. “Con el dron puedes llegar a sitios que son inaccesibles para un coche o para una persona a pie”, remarca el responsable de la unidad de policía que, paradójicamente, controla el cielo sin despegar los pies de la tierra.