Ser padre o madre no es tarea fácil, especialmente cuando hablamos de establecer límites. Sin embargo, estos vienen marcados prácticamente desde el nacimiento de los hijos. Casi sin pensar, intentamos dar forma a sus necesidades para que estas encajen con nuestro propio ritmo de vida y aprendan, posteriormente, a vivir de forma exitosa en comunidad. Aun así, hay cierta tendencia a relacionar los límites con algo negativo, como si estableciéndolos nos excediéramos con el control. Y es que todavía hay quien pone en duda que los límites sean necesarios para vivir en sociedad.
“Las normas y los límites nos ordenan y evitan que cada uno haga lo que quiera sin que le importe el otro. Desde ese punto de vista, limitan nuestra tendencia al egoísmo. Lo mismo pasa con el niño. Al enseñarle reglas y límites también le estamos mostrando que hay otros, que no le puede interesar solo lo que él quiere”, explica Sebastián Girona, psicólogo especializado en vínculos.
¿Los límites limitan la personalidad?
No obstante, nos encontramos con progenitores que, habiendo vivido en una familia que ha ejercido sobre ellos un excesivo control, se pasan al otro extremo con el argumento de que poner límites es limitar su personalidad. ¿Qué hay de cierto en ello?
“Los límites son necesarios, por supuesto que en su justa medida. De hecho, a veces los niños parecen pedirlos. Cuando les enseñamos límites les enseñamos a que regulen aspectos de su personalidad. Y, también, de alguna forma les estamos aplicando la vacuna de la frustración. Es decir, los padres les inoculamos pequeñas dosis de frustración en un contexto controlado y eso hace que los niños cuando sean mayores puedan gestionar y tolerar mejor las frustraciones que todos en mayor o menor medida vamos a tener en la vida”, señala Girona.
¿Pueden los niños autorregularse sin establecer unos límites?
Poner límites sin pasarse de la raya y acabar pareciendo un padre autoritario es, claro, donde se encuentra la complicación. “La clave es no imponer. Para poner un límite no es necesario gritar o enfadarse, se trata de dejar claro cuáles son las reglas de la casa y cuáles son los valores que tienen importancia en esa familia. Un límite puede ser acompañado con una explicación y un motivo por el cual los padres hacen eso”, aclara este psicólogo catalán.
Lo fácil para los progenitores es, evidentemente, dejar al pequeño hacer libremente, sin límite alguno. Pero esto puede llevar de forma directa al desastre a los niños. “Así como les enseñamos a cruzar la calle cuando la figura de la persona está en verde, también tenemos la obligación de enseñarles a regularse. Los niños difícilmente puedan regularse solos ya que en la infancia todo es deseo y por ellos no habría restricciones. Si no les enseñamos eso como padres lo que provocaremos es que no sepan en un futuro gestionar sus frustraciones, y que eso los lleve a convertirse en adultos frustrados que se derrumban cuando las cosas no salen como ellos quieren. La pareja de padres tiene esta tarea y deben formar un equipo, en la medida de lo posible, sin fisuras para sacar esta tarea con éxito. Los límites, junto al amor y cariño, son lo más importante de la crianza”, destaca Girona.
Retos: sobrepasando límites
En ciertos momentos de la etapa infantil, como padres podemos llegar a notar que los niños sobrepasan los límites establecidos, casi como retándonos. ¿Por qué hacen eso y cómo lo gestionamos? “Normalmente, es una forma de medir hasta dónde pueden llegar con lo que hacen. Pero no necesariamente es un reto, me inclino más por pensar que es una exploración del mundo y de los vínculos con los adultos. Los niños no entienden de razones, en ellos predomina el deseo y lo único que vale es lo que quieren hacer en ese momento. La tarea de los padres es darle un marco a ese deseo ilimitado que tienen los niños para que sea compatible con el mundo en el que vivimos”, argumenta este profesional de la salud mental.
Por ello, para que los límites que les transmitimos se establezcan con éxito, Girona insiste en la importancia de formar con la pareja “un equipo lo más sólido posible y estar de acuerdo en los límites y en las formas. Esos límites tendrán que ver con los valores de los padres y de la familia. Esto no quiere decir que no pueda haber diferencias entre los progenitores. De hecho, las habrá. Sin embargo, es necesario hablar de ellas en la soledad de la pareja y no frente a los niños, que siempre están atentos a las grietas de los padres para poder filtrarse por allí y conseguir lo que quieren en ese momento”, concluye.