Este martes ha arrancado en la Audiencia Provincial de Barcelona el juicio con jurado popular contra V. A. I., presunto autor del asesinato con alevosía y ensañamiento de la pareja de su exnovia. En este caso, la acusación será ejercida únicamente por el Ministerio Fiscal dado que no se ha presentado ninguna acusación particular.
Según el escrito de calificación provisional del ministerio público el día 1 de junio de 2019, frente al bar L’Alzina de Montcada i Reixac, el acusado apuñaló con un cuchillo de grandes dimensiones que llevaba en la mochila hasta en 118 ocasiones a la víctima en la cabeza, cara, abdomen y genitales, “causándole un dolor innecesario”. No obstante, la fiscalía considera que en el momento de los hechos el presunto autor, que sufre esquizofrenia paranoide, tenía “ligeramente mermadas las facultades cognitivas y volitivas”.
Problemas mentales desde la infancia
El ministerio público alega que el acusado fue diagnosticado de esta enfermedad mental en 2011, a la edad de 18 años, aunque ya presentaba alteraciones conductuales desde la infancia. “Agredí a mi padre violentamente”, ha reconocido el propio acusado. “Me impusieron una orden de alejamiento de él e ingresé varias veces en centros psiquiátricos antes, siendo el periodo más largo de tres meses”.
El acusado, que actualmente se encuentra cumpliendo condena en un módulo especial por la enfermedad mental que padece, bajo supervisión médica y medicación pautada, ha recordado los hechos por los que ha sido imputado. “Inicié una relación sentimental con una compañera de trabajo. Nos conocimos en la tienda de animales en la que ambos trabajábamos. Aunque ella tenía pareja en Venezuela, su país natal, iniciamos una relación que duró unos meses”.
“Escuchaba voces”
A las dos semanas de conocerse se fueron a vivir juntos al domicilio de ella, en Montcada i Reixac. “Una noche al regresar del trabajo me dijo que nuestra relación no iba a ningún lado y que quería volver con su novio con el que llevaba 11 años. Me pareció normal, aunque me dolió y lo pasé mal”. Según el relato del acusado ese mismo día abandonó la vivienda que ambos compartían y, al día siguiente, el novio de su expareja se presentó en Barcelona en un vuelo procedente desde Caracas y se instaló en ese mismo domicilio. No obstante, su compañera de trabajo y él seguían viéndose a escondidas hasta que su pareja se enteró. “Él descubrió lo nuestro y la empezó a tratar mal… bueno, o eso creo porque en aquella época no me estaba tomando la medicación que tenía pautada”.
A partir de ahí, comenzó la debacle. Según ha relatado el acusado, la ruptura amorosa, la descompensación de su enfermedad debido a que no se estaba tomando las pastillas, varios días sin dormir y el despido de su trabajo hicieron que acabara sufriendo un brote psicótico. “Tenía unas voces que me decían que lo tenía que matar. Se apoderaron de mí. Yo pensaba que estaba haciendo lo correcto porque la estaba tratando mal”, ha alegado.
¿Estaba en sus plenas facultades?
La piedra angular de este juicio será precisamente esclarecer si, tal y como ha relatado el acusado, en el momento de los hechos sus capacidades intelectivas y volitivas estaban anuladas, gravemente modificadas, levemente alteradas o intactas. Mientras que la fiscalía alega que en el momento de los hechos tenía sus facultades levemente afectadas, lo que supone un atenuante que rebaja la pena hasta los 22 años y medio de prisión, Marina Mas, su letrada, defiende que la alteración que padecía era muy grave, por lo que solicitan el eximente por trastorno mental. Esto implicaría que, en lugar de ingresar en prisión, lo haga en un centro psiquiátrico durante un máximo de nueve años.
“Las voces me decían que tenía que terminar con la vida de este chico. Me molestaban mucho, intentaba no escucharlas pero estaban en mi conciencia. Para poder hacer mi vida normal tenía que repetir tres veces ‘C’est fini’”, ha continuado explicando el estado en el que se encontraba al jurado popular. El grado de paranoia llegó a tal punto que un día antes del crimen llamó al centro de salud mental para pedir ayuda, pero la psiquiatra que lo trataba en aquel entonces no estaba. “Se me cayó el mundo encima. Al final las voces se apoderaron de mí… y lo maté”, ha confesado.
“Quería acojonarlo”
Sobre el día de los hechos, V. A. I. se ha excusado diciendo que no quería matarlo. “Solo quería acojonarlo”. Cuando su expareja y el novio de esta, la víctima, salieron de la estación de ferrocarril de Montcada i Reixac, el acusado salió corriendo del bar L’Alzina donde llevaba esperando varias horas y se fue hacia el chico. “Él me roció con espray pimienta dos o tres veces y salió corriendo. Yo iba a por él y él me rociaba el espray y retrocedía. Esto sucedió varias veces hasta que lo alcancé y estuvimos cuerpo a cuerpo. Forcejeamos, tropezó y se cayó al suelo. Entonces le di una puñalada y se le fue la vida”. No obstante, ha dejado claro que la víctima pudo haber escapado porque la agresión se produjo en la intersección de dos calles.
Este relato difiere sustancialmente de lo recogido en el escrito del Ministerio Fiscal, que sostiene que el acusado esperó en la cafetería hasta que vio a la víctima. En el momento en el que consiguió derribarlo, se subió a horcajadas sobre su pecho y, sin que tuviera posibilidad alguna de defenderse, le asestó más de un centenar de puñaladas en menos de cinco minutos que no fueron mortales y que solo acrecentaron el sufrimiento del fallecido.
Niega el ensañamiento
Sobre el agravante de ensañamiento, el presunto autor de la muerte violenta del joven venezolano ha alegado que la víctima no sufrió. “Murió a la primera o a la segunda puñalada, lo sé porque se le fue la mirada”. Además, la estrategia de la defensa del acusado, que se centra en demostrar que sufría un problema mental como eximente, ha aportado también dos atenuantes: la confesión del crimen y la colaboración de su defendido durante el transcurso de la investigación policial.
En este sentido, el acusado ha recordado el momento de su confesión. “Cuando lo vi tendido en el suelo me sentí muy mal, me entraron ganas de vomitar y pensé ‘Dios mío, ¿qué he hecho?’. Después de eso, la gente de la calle me empezó a llamar asesino y me estaban matando a palos. Entones llegó la policía y me sacó de allí”.
“Medicado es un encanto”
La abogada defensora, Marina Mas, ha explicado a las puertas de la sala que su defendido se encuentra “medicado y perfecto. Medicado es un encanto de persona”. No obstante, recalca que el acusado sufre una grave patología, descontrolada en aquel entonces, por lo que incide en que “cuando hay una enfermedad mental, no se puede hablar de premeditación.”