El despido de Ronald Koeman, por Raúl Pozo
La destitución de Ronald Koeman como entrenador del Fútbol Club Barcelona no solventará, a buen seguro, muchos de los múltiples problemas que acumulan los culés desde el inicio de la temporada. Sin embargo, es una medida menos mala que mantenerle en el cargo como si nada sucediera. Resulta evidente que la sintonía del entrenador holandés, otrora leyenda del club como futbolista, con la plantilla no ha sido la ideal. Y que sus fórmulas para tratar de hacer jugar bien al equipo y obtener resultados positivos no ha funcionado ni en un sentido ni en otro.
La historia demuestra que cuando una situación llega a este extremo, lo mejor es cortar por lo sano, aunque se cometa en parte una injusticia. Porque, a fin de cuentas, Koeman tiene ni más ni menos que la parte de culpa que le corresponde y que no es precisamente mayoritaria. No es responsable de la precaria situación económica del club, que le ha llevado a tener que prescindir de activos como Messi y Griezmann, ni de los desmanes de la actual directiva, errática a la hora de encauzar la situación. Pero, más que depurar responsabilidades, con este tipo de maniobras se busca en la mayoría de las ocasiones un revulsivo, un volantazo que sirva para cambiar una tendencia negativa que el técnico tulipán no parecía estar capacitado para corregir.
El despido de Ronald Koeman, por Gerard Mateo
Ronald Koeman, el héroe de Wembley, el hombre que dio la primera Copa de Europa al Barça, no merece esta salida del club; no merece ser despedido en un avión. Es cierto que el fútbol no vive de recuerdos, pero él fue el único que descolgó el teléfono cuando el equipo, en decadencia y sin rumbo (y el club, sin dinero), requirió de un revulsivo, o de un parche. Aceptamos que no es un técnico brillante, que es posible que no tenga nivel Barça, pero en el escenario en el que se mueve hoy el Barcelona era la mejor opción. Salvó con buena nota su primera temporada en el banquillo y merecía algo más de margen en esta segunda, en la que las lesiones y la ausencia de Messi han zancadilleado su gestión.
Todo el mundo asumía que esta era una temporada de transición, que no se esperan títulos y, en estas circunstancias, ya sea por convicción o porque no tenía alternativa, el técnico –ya lo hizo el curso pasado— ha apostado por la cantera para comenzar a armar el Barça del futuro, liderado por Ansu Fati y Pedri, y acompañados de los Mingueza, Gavi, Nico y compañía. Es decir, Koeman no solo ha dado la cara por el club y se ha comido todas las tensiones –Joan Laporta le comunicó en verano que no contaba con él, pero que se lo quedaba por falta de alternativas, le dejó sin su mejor jugador y fue incapaz de compensar su ausencia con grandes fichajes—, sino que ha abierto el camino de una nueva era gloriosa. No lo duden: en unos años, cuando el equipo vuelva a ilusionar gracias a estos chavales, todo el mundo se acordará de quién los hizo debutar.