Cuando somos niños deseamos crecer, abandonar la infancia y, sin embargo, en la edad adulta --especialmente si nos convertimos en padres/madres-- debemos conectar de nuevo con nuestro niño interior. La gran mayoría de veces, fracasamos. El peso de las responsabilidades, el cansancio del día a día y las preocupaciones aparejadas a la vida adulta no sólo nos han hecho decir adiós a nuestro niño interior, sino también desconectar de la infancia de nuestros propios hijos.
La razón de esta desconexión es que “estamos demasiado conectados a otras cosas. Sospecho que ellos hacen mucho por entrar en nuestros mundos y nosotros, los adultos, hacemos poco para habitar los suyos”. “Sí, los acompañamos a ver “películas de dibujos” pero no las disfrutamos, no las miramos con ojos de niño, con esa mirada siempre nueva, siempre llena de asombro”, sostiene Gabriel García del Oro, licenciado en Filosofía por la Universidad de Barcelona, coach certificado por la International Coaching Federation, director creativo ejecutivo & strategy advisor en Ogilvy Barcelona y escritor de literatura infantil y juvenil.
Recuperar a nuestro niño interior
Además, este creativo ve como una consecuencia lógica que los más pequeños acaben por no conectar con sus padres, “porque los niños conectan con niños y nosotros no nos permitimos serlo. ¡Pero lo somos!”. “Te cuento una anécdota. A mí, cuando mi hijo me pregunta cuántos años tengo, le digo que nueve. Él protesta. Me dice que eso es imposible. Que le estoy mintiendo. Pero yo le digo que no, que tengo ocho. Y nueve. Y 14. Porque los he cumplido, lo que significa que los tengo y puedo regresar a esa edad y conectar desde ahí. Y ver, también desde ahí, esa película de dibujos y entenderla como ellos la entienden”, añade.
Recuperar a nuestro niño interior es fundamental, por tanto, para entender el mundo desde el prisma de esos locos bajitos, pero también nos aporta valores necesarios para mejorar nuestro desarrollo personal. “Porque la infancia es inocencia, asombro, juego y diversión. Todos estos valores nos hacen crecer, creer y crear. Divertirse es recrearse. ¡Recrearse! Y es así como crecemos y nos desarrollamos y avanzamos, con la recreación. Si te fijas, es en la infancia en la época en la que más crecemos, ¿no? Pues eso. ¿Y cómo lo hacemos? Pues con eso: inocencia, asombro, juego y diversión… Y, seamos sinceros, estos valores nos escasean y su falta nos entierra en las rutinas y las arenas del aburrimiento”, considera el filósofo García del Oro.
Ejercitar la creatividad
La falta de creatividad, de la que muchos adultos se despiden al abandonar su niñez, es otro mal común que impide a la sociedad actual conectar con la infancia. ¿Es recuperable? “La creatividad está en nosotros. No es que sea recuperable… es que sólo tenemos que usarla. Ahí está. Como cualquier músculo del cuerpo. Y ya sabemos qué sucede con los músculos que no se usan… se atrofian, se afofan… ¡Debemos volver al gimnasio creativo! Y ejercitar. Es curiosa esta palabra. Ejercicio significa, en su significado original, poner en movimiento. Si conseguimos ejercitar nuestra creatividad, la pondremos en movimiento y, al hacerlo, tendremos un envidiable six-pack”, señala el creativo de Ogilvy Barcelona.
Para dar de nuevo la bienvenida a la creatividad y acortar el camino con el/la niño/a que fuimos hay muchas herramientas que nos pueden ayudar. Una de ellas es Fantastica School, creada por el propio Gabriel García del Oro. Esta escuela, la primera dedicada a la formación integral de storytelling orientada a la transformación de personas y negocios, “pretende enseñar a los adultos el arte de narrar historias para, además de conectar con su niño interior, entender qué somos y hacia dónde vamos”, apunta este creativo, autor de, entre otros libros, Taller de Storycoaching.
La importancia del relato
Y es que Gabriel García del Oro sabe a ciencia cierta que “el relato nos puede ayudar a conocernos mejor y poder ofrecer a nuestros hijos lo mejor de nosotros. De hecho, nos relacionamos con el mundo, con los demás y con nosotros mismos a través de los relatos que contamos y nos contamos”.
“Esa relación, ese relato, puede generar realidades. Por ejemplo, si yo me cuento que no hay manera de entenderme con esta persona, va a ser muy complicado que, efectivamente, me entienda. Pero ¿qué pasa si me cuento otra cosa? ¿Qué puede ocurrir si me digo que puede que seamos diferentes?, pero precisamente por eso esa persona puede aportarme valores, visiones o planteamientos que ensanchen mi vida. Seguro que puedo generar una realidad diferente. Ser conscientes de cómo funcionan las historias que funcionan hará que podamos hacer funcionar la nuestra de la manera que nos sea más propicia, más propia y se ajuste mejor a nuestros anhelos, metas, objetivos”, concluye.