Una tarea tan sencilla como llevar a un niño al parque o apuntarlo a un campamento de verano no lo es para Noemí Font. Esta maestra tiene dos hijos. Miquel, de 8 años, puede hacer ambas cosas, mientras que Emma Joana, de 6, no. Nació con espina bífida. Para recorrer distancias largas utiliza una silla de ruedas, y para las cortas, un caminador. Algo corriente para el resto, como la tierra de una zona de juegos, la convierte en inaccesible para ella. "Nadie piensa que hay niños en silla de ruedas que también juegan”, explica la madre a Crónica Global.
La convicción de que su hija debe disfrutar de los mismos derechos que el resto de niños la ha llevado —no sin horas de esfuerzo, frustración e incluso gasto en abogados— a lograr que una enfermera atienda a la pequeña en la escuela ordinaria, de titularidad pública, donde estudia. “Hay que cambiarle el sondaje urinario cada tres horas y pretendían que lo hiciese un monitor sin ninguna formación”, recuerda. Otra batalla ganada fue contar con un parque accesible. “En Barcelona hay unas 1.000 áreas de juego infantiles, pero solo 10 tienen rampas. En cambio, hay 100 espacios para perros”, expone.
Ahora se encuentra inmersa en la organización de una carrera para niños con movilidad reducida. Será el 14 de agosto en el barrio Gòtic. Está ilusionada, pero admite el cansancio de quien debe batallar por derechos que, pese a reconocidos, en la práctica no se materializan. Todo comenzó con un apunte en Twitter en el que Noemí explicó todos los obstáculos de una acción cotidiana: un paseo con su pequeña por Rambla Catalunya.
PREGUNTA. ¿Por qué una carrera?
RESPUESTA. Mi hijo puede apuntarse a todas las que quiera, pero mi hija no. Él ha ido a campamentos y ha vivido esa aventura, pero ella no puede, porque no están preparados. Lo que él hace me sirve un poco de guía, y por eso pregunté por el deporte. Si ella quiere practicarlo también debería, pero no he encontrado ninguna alternativa en nuestro barrio. Solo piscina. Así que para que mi hija, con seis años, pueda participar en una carrera, la tenemos que organizar nosotros.
—Todo nace a raíz de explicar los obstáculos cotidianos.
Compartí en Twitter una foto con mi hija en Rambla Catalunya. Yo expliqué que sufría para que no se chocase con la gente y que no se hiciese daño. Eran mis pensamientos, y ella me dijo: “¿Hacemos una carrera?”. El tuit tuvo mucho recorrido, y una de las respuestas que recibí fue de la asociación sevillana Carros de Fuegos. Ellos organizan carreras para niños con movilidad reducida y yo dije que estaría chulo hacerlo también en Barcelona. Me llamaron de Betevé para hacer una entrevista sobre la idea, y dije: “me tiro a la piscina”; y así surgió.
—¿Con qué limitaciones más os habéis encontrado?
Dificultades muy grandes, como que los parques no están pensados para niños con movilidad reducida, y me parece muy injusto. Se han dado pasos, pero la administración es lenta. Desde el ayuntamiento han atendido mis quejas, porque pese a que hay una normativa de accesibilidad, no había un parque adecuado para niños en silla de ruedas. El proyecto del de delante de nuestra casa se modificó, y gracias a eso tenemos una rampa que sirve para mi hija.
—¿Se nos olvida que los niños pueden tener problemas de movilidad?
Es normal, porque a mí también me ha pasado. Pensamos en una silla de ruedas y nos viene a la cabeza alguien mayor, porque muchas discapacidades son adquiridas, pero no tenemos en cuenta las de nacimiento y por eso no existe normativa sobre accesibilidad a áreas de juego infantiles; solo sobre movilidad urbana… y estamos en el siglo XXI en Barcelona, una ciudad muy accesible en términos generales.
—¿Y el colegio?
Tenemos un decreto de escuela inclusiva que recoge que los niños no pueden ser discriminados por razón de discapacidad, pero la realidad es otro capítulo, y por eso quiero solucionar las discriminaciones que sufre mi hija en el día a día. Ella es feliz y no es consciente, pero yo lucho por eso.
—Es la primera niña de Cataluña en conseguir la atención de una enfermera en la escuela ordinaria.
Tuvimos que contratar a una abogada. Aunque el decreto del 2017 sí lo prevé, nació sin presupuesto. Estamos en 2021 y seguimos igual. Pero es que como profesor —yo lo soy—, hasta que no te llega una criatura que necesita esa atención, tampoco eres consciente.
—Faltan recursos.
Mi hija tiene un 78% discapacidad, pero no tiene ninguna afectación cognitiva, solo motriz. Muchas veces los recursos se destinan a alumnos con problemas conductuales y así pasan los años.
—¿Emma Joana es consciente de las barreras?
Sabe que para que haya un parque con una rampa delante de casa hemos tenido que luchar. No se lo hemos tenido que explicar demasiado.
—¿Y su hermano?
Ahora que estamos con la carrera, para que no se sienta desplazado, le quise explicar el por qué. Él mismo me dijo que había muchas cosas que no estaban pensadas para niños a los que les cuesta caminar. Es una reflexión que él mismo hizo. Ellos son conscientes de que si algo no es justo, tenemos que intentar cambiarlo. A mis hijos no les transmito la frustración, pero sí lo que conseguimos.
—¿Y de las reacciones ajenas?
Mi hijo es muy consciente de que, cuando paseamos, a su hermana la saludan con mucho cariño y a él no. Tendrían que tratarlos a los dos por igual, pero hay gente que se vuelca mucho con ella, y él lo ve... que muchas veces hacia Emma Joana hay una atención que él no recibe.
—¿Está ilusionada con la carrera?
A veces me dice que no puede dormir porque está muy emocionada, o que entrenemos. Está contenta y nerviosa.
—Y la visibilidad que supondrá.
Parece inverosímil, pero nosotros salimos a la calle y nos miran como si fuésemos extraterrestres, o la pregunta de 'qué le ha pasado'. No quiero que mi hija crezca pensando que le ha ocurrido algo, necesita plantillas y un caminador; como quien necesita gafas. Yo entiendo las preguntas, pero a veces me veo forzada a dar respuestas a la curiosidad de una persona que no conozco, delante de ella. Y a ella se lo explico a medida que tiene dudas, no antes de que sea el momento.