Hablamos de complejos cuando la persona focaliza un defecto --real o imaginario-- y acaba teniendo una imagen distorsionada o deformada de ella misma. Si esos complejos florecen en etapas tempranas de la vida, como pueden ser la niñez, preadolescencia y adolescencia, y no se abordan de una u otra forma, será algo que probablemente arrastren durante toda la vida y que les puede llegar a afectar en la forma de relacionarse con los demás.

"Si hay una etapa en la que el físico se hace especialmente relevante en las personas y se vincula directamente con la autoestima, las emociones o la seguridad personal es en la adolescencia", afirma la psicóloga Ana Asensio, autora de Vidas en Positivo. Pasar por una adolescencia --época compleja dominada por las hormonas y grandes cambios físicos y psicológicos-- con complejos es algo natural, "pero si las dificultades físicas son muy evidentes y acusadas puede llegar a causar alteraciones en la seguridad personal y en la autoestima y por esta razón hay que estar pendiente y atentos a nuestros adolescentes de manera que podamos prevenir, cuidar y paliar cualquier inicio de trastorno o dificultad asociada al físico en esta etapa", subraya esta profesional de la salud mental.

Influencia de las redes sociales

Según un estudio sobre complejos elaborado por Mundopsicologos.com, el 58% de los encuestados cree que, sin lugar a dudas, el momento clave en que se formó este complejo fue en la preadolescencia, y el 26% lo atribuye ya a la etapa adolescente.

A ello hay que sumar ahora el efecto de las redes sociales en los jóvenes, profundamente influidos por las imágenes que reciben, y muy preocupados por la imagen física que proyectan. Como padres, ¿cómo podemos advertir que los complejos de nuestros hijos están dañando de forma notable su autoestima?

Cambios de comportamiento

Asensio insiste en que hay cambios de comportamiento en estas edades derivadas de complejos que podemos intuir con facilidad: suelen ser conductas de evitación de determinadas situaciones; no quieren compartir actividades deportivas o acuáticas que impliquen que se vea el físico; rechazan estar en entornos con mucha luz donde se aprecien todas las imperfecciones faciales, acné u otras marcas; comienzan a usar maquillajes o productos para ocultar estos signos; se enrarece la conducta nivel social; y, si el complejo es muy acusado, su actitud se verá alterada a nivel general. En muchos casos comienzan a vestir con ropa ancha para evitar marcar la figura o significar más el complejo del adolescente”.

Además, aclara esta sanitaria, “también se pueden observar cambios en las posturas; en ocasiones hay adolescentes que se encorvan para ocultar pecho; otros que evitan la mirada por vergüenza facial; otros alteran su conducta alimentaria; otros sacan agresividad y conductas desagradables con sus compañeros derivadas de su propio malestar; y otros se inhiben y se acomplejan evitando situaciones sociales por temor al rechazo a verse mal”.

Cultivar la autoestima

La autoestima, en este tipo de casos, con síntomas de complejo ya muy acusados, puede verse muy afectada. Así lo confirma Asensio: “El físico y la autoestima están muy relacionados en la adolescencia. Los adolescentes cambian mucho físicamente en poco tiempo, el aspecto físico comienza a tomar una importancia grande para construirse la imagen de uno mismo en base a criterios estéticos principalmente y siendo está para ellos exitosa o fracasada".

"De manera que es significativo que atendamos a este aspecto y comencemos a desarrollar acciones relacionadas con los valores y con la vida interior de las personas que aunque en este momento al hablar de ello parezca que no genera un especial impacto, sí que ayuda a que ellos puedan forjar su seguridad y autoestima basada en otros aspectos de vida más duraderos y profundos que un estado físico puntual”, añade.

Bullying

Algo que nos debe mantener también alerta como padres es el bullying, ya que “está muy unido a la estética. Las personas con sobrepeso, con obesidad, con gafas en edades tempranas, o con a alguna dificultad física o diferencia son más propensas a recibir insultos, y mal trato por parte de algunos compañeros. Con esto no quiero decir que siempre ocurra o que siempre que se tenga características físicas diferentes o especiales se vaya a sufrir acoso, pero sí es cierto que se incrementan las posibilidades de recibir insultos, desprecios, o faltas de respeto según nos demuestran los datos estadísticos del acoso en menores entre ellos”, lamenta Asensio.

Por ello, esta psicóloga cree “importante trabajar desde el hogar y desde los centros educativos estos aspectos comenzando a propiciar desde pequeños las conductas de cooperación, la ayuda al otro, poner en relieve la valía personal al margen del físico, y premiar la empatía y la defensa de las injusticias, así como el respeto por todos nuestros iguales y por nosotros mismos”.

Cirugía estética en menores

Los complejos entre menores son numerosos y se relacionan, sobre todo, con la parte física. Entre los más habituales están los causados por el acné, el tamaño del pecho, la forma de la nariz o las orejas, o por un exceso de peso. Es una realidad que no se debe ignorar. Las consultas a clínicas de medicina estética para abordar algunos de estos complejos crecen como la espuma. También las intervenciones. En España se realizan, según los datos de la SECPRE 2017-2018, cerca de 400.000 intervenciones de cirugía estética al año, de las cuales 8.000 corresponden a menores, el, 1,9% del total, cifra que va en aumento año a año. No hay en nuestro país una ley que determine una edad mínima para intervenciones de cirugía estética, pero “es aconsejable a partir de los 18 años. Si el adolescente es menor de edad necesita el consentimiento de sus padres”, explica la doctora Vicenta Llorca, especializada en medicina estética.

“La SECPRE (Sociedad Española de Cirugía Plástica y Reparadora) aconseja que no se hagan cirugías plásticas en menores de 18 años, puesto que el desarrollo, tanto físico como psicológico, se considera completo a partir de esta edad. Pero sí es cierto que existen excepciones que podrían encuadrarse más dentro de la cirugía reconstructiva como puede ser las orejas de soplillo o el labio leporino”, esgrime esta prestigiosa doctora estética.

Orejas de soplillo

Precisamente, una de las operaciones que más se llevan a cabo en centros de medicina estética es la corrección de las denominadas orejas de soplillo, que no son más que “un tipo de malformación que consiste en unas orejas prominentes y proyectadas por falta de definición en el antihelix. Esto ocasiona un complejo en niños pequeños, pues son motivo de bromas y burla, lo que conlleva a presentar problemas de autoestima. En términos generales, las orejas ya se han desarrollado a la edad de 5 años, por eso es una cirugía aceptada para pacientes jóvenes y se realiza a partir de los 7 años aproximadamente, cuando el paciente manifiesta una preocupación por este problema", señala la doctora Andrea Marroquín.

"Se aconseja a los padres que además del cirujano, pidan consejo tanto al pediatra como psicólogos para determinar si es necesaria la intervención. La otoplastia corrige la forma y la posición de las orejas, mejorando así su apariencia”, añade la especialista en medicina estética.

Tamaño del pecho

Las operaciones de aumento o disminución de pecho también se encuentran entre las más demandadas entre menores. Sin embargo, “hay que tener en cuenta que el pecho termina de desarrollarse por completo entre los 16 y 18 años. Por lo tanto, en caso de optar por la cirugía, tiene que ser a una edad en que no sea previsible un desarrollo posterior de la mama. Hay que evaluar cada caso individualmente, pero es imprescindible tener en cuenta el desarrollo físico y psicológico de las pacientes. Hay casos en los que los cirujanos puede realizar excepciones, por ejemplo, cuando se trata de una asimetría muy evidente, o cuando es necesaria una reducción de pecho pues ocasiona problemas posturales o dolor de espalda”, recomienda la misma fuente.

Coincide la doctora Llorca con su colega de profesión en que antes de plantear ningún tratamiento que incluya medicina estética, “el adolescente debe ser valorado psicológicamente para ver hasta qué punto su complejo está afectando a su área emocional y de relación. A partir de este momento, cuando el problema está perfectamente diagnosticado y encauzado, se puede plantear hacer una valoración y corrección desde la medicina estética”.

El acné, fácil de tratar

Pero la cirugía estética no tiene por qué ser siempre la solución a los complejos. El acné es, por ejemplo, uno de los problemas “fácil de tratar, pero si no se aborda desde un primer momento, y no se siguen unas pautas, puede durar más tiempo del que debería. Identificar qué tipo de acné está experimentando es clave para un tratamiento exitoso, y para ello es necesario consultar con un médico de cabecera o dermatólogo", señalan Massi Massumeh y su hija Nasrim, propietarias de Massumeh, uno de los centros estéticos más lujosos de Madrid, por el que han pasado famosas como Isabel Preysler y Noor de Jordania.

"Para nosotros, es primordial que el cliente siga las pautas del dermatólogo y las compagine con nuestros tratamientos específicos en cabina para pieles grasas con acné, totalmente personalizados para cada persona en concreto", subrayan.

La medicina estética: ¿siempre es la solución al complejo?

“Es cierto que la medicina estética a veces permite al adolescente sentirse mejor y tener una vida más amable y fácil y sin complejos. Por ejemplo, con depilación láser para gente con excesivo vello y que ha visto sometida a burlas por parte de los compañeros en el colegio, o con cirugía en personas que presentan una marcada desviación del tabique nasal y que además les produce dificultades respiratorias, o con un excesivo desarrollo del pecho en edad temprana y con un tamaño que dificulta una vida cómoda y llevadera”, matiza la psicóloga Asensio.

Sin embargo, advierte, “esto es diferente si la persona necesita cambios estéticos para transformarse en otra persona, y además no se encuentra conforme bajo su propia piel presentando malestar continuo y rechazo a su figura y su identidad. Aquí sería necesario un abordaje terapéutico previo para valorar si la dificultad de seguridad y autoestima permanecerá en la persona a pesar de la intervención. Por lo tanto, en cuanto detectemos el complejo, y mucho antes de tomar una decisión sobre cirugía, es recomendable que como padres ofrezcamos herramientas a los hijos que ayuden a minimizar el complejo. Por ejemplo, que les facilitemos la oportunidad de hablar con alguien que les devuelva una visión objetiva de quién es, o que les hagamos ver qué pueden hacer ellos mismos para poder mejorar eso que tanto les abruma. No es lo mismo un caso de sobrepeso en el que el adolescente puede cuidar hábitos alimenticios, o un acné, que se puede solventar visitando a un dermatólogo, que una estructura que aún está por desarrollar, o el color de unos ojos o una forma de orejas que es muy útil que aprendamos a aceptar. Es fundamental que no sientan que ese complejo es lo que los define como personas en el mundo”.