Falta pocos minutos para las ocho de la tarde. Jóvenes, muchos de ellos encapuchados y ataviados con ropa oscura, suben las Ramblas de Barcelona en dirección a plaza Catalunya. Huele a gasolina. Entre algunas jardineras volcadas y contenedores tirados en medio de la calzada, se escuchan unos golpes. La multitud se gira, comienza la carrera. Un grupúsculo la emprende a golpes contra una sucursal de La Caixa.
Encapuchados incendian con gasolina un cajero de las Ramblas / ELENA BURÉS
Una llamarada comienza a extenderse por el cajero automático, pero el resto avanza. Son unos 250 individuos, que se dividen en grupos de 15 o 20. Solo ocho minutos después ocurre: el grueso de la marcha se detiene ante la comisaría de la Guardia Urbana y comienza el lanzamiento de pirotecnia --petardos y bengalas--. Humo rojo y ruido. Cámaras y manifestantes se arremolinan ante la escena hasta que uno de ellos lanza un cóctel molotov que impacta en un furgón policial y comienza a arder.
Un furgón de las Guardia Urbana en llamas tras recibir el impacto de un cóctel molotov / ELENA BURÉS
Escena de pánico. El conductor consigue salir del vehículo por la puerta del copiloto. La multitud enardecida no se detiene. El siguiente objetivo es otra sucursal bancaria, esta vez, el BBVA en los bajos de la mítica Casa dels Paraigues, uno de los edificios más fotografiados de las Ramblas, a pocos metros del mural de Joan Miró. Para conseguir avanzar, agentes de la Brigada Móvil de los Mossos d'Esquadra bajan de sus furgones y apartan vallas y otros obstáculos de la calzada, que los mismos grupúsculos, que esconden botellas de gasolina en sus mochilas, lanzan para obstaculizar su paso.
Destrozos y dispersión
La turba prosigue, a la carrera, y otro de los grupos ataca el Zara de la calle Bergara. A fotografiar los destrozos se detiene un repartidor de Glovo, que se mezcla con otros curiosos que captan imágenes del escaparate golpeado. Tan pronto tiene la imagen, se pone a pedalear de nuevo, debe entregar un pedido.
Los encapuchados de ropa oscura, todos muy jóvenes, prosiguen su recorrido por Rambla Catalunya. Allí: más destrozos. El afectado ahora es el hotel NH Collectoon. Nueva nube de gráficos para captar una silla a la que han prendido fuego, y que uno de los trabajadores del alojamiento sofoca a golpe de extintor.
13 detenidos
Los furgones policiales siguen dispersando a los jóvenes, encapuchados y con ropa oscura, que corren Rambla arriba, dirección Diagonal, como si de un videojuego se tratara. La partida termina con las detenciones. Según el balance provisional, 10 arrestados por Mossos y otros tres por la Urbana. Uno de ellos, de corta edad, ataviado con una camiseta de manga corta del Barça, a quien colocan las esposas en Roselló/Muntaner, acusado de "lanzar objetos contra la línea policial". A poca distancia, una anciana observa la escena desde el portal de su casa. La policía se retira. Solo son las 21.30 horas y dos chicos, cuando constatan que no hay agentes cerca, muestran su arsenal frente a la parada de FCG de Provença: esprais, pirotecnia y botellas con gasolina.
Los altercados se han sucedido en un espacio de 90 minutos, pero han conseguido empañar la marcha pacífica por la libertad de expresión que arrancó en diversos puntos de la capital catalana, para confluir a las seis de la tarde en plaza Universidad. Desde allí, centenares de personas marcharon bajo una pancarta hasta el mercado de Sant Antoni. Manifestantes de todas las edades, que se desvanecieron casi tras el primer incidente: el ataque a un cajero en la Rambla del Raval. Así es como la violencia ha vuelto a empañar una protesta y a diluir cualquiera que fuese su reivindicación.