Las colillas son uno de los residuos más abundantes en el suelo de Barcelona. Una mirada en profundidad permite comprobar cómo las aceras, las bases de los árboles y las alcantarillas están repletas de estos residuos, que en el año 2019 supusieron 2.720 toneladas de basura.
Además, están hechas de un material, los filtros de celulosa, que tarda diez años en degradarse, por lo que su impacto ambiental perdura a lo largo del tiempo.
8,5 billones de cigarros al año
El año pasado se consumieron en Cataluña 8,5 billones de cigarros. Todo ello a pesar de que los efectos de las leyes antitabaco han hecho descender el número de fumadores, hasta reducirlo al 20% de la población, o lo que es lo mismo, a 1,5 millones de personas, según un estudio de la Fundación Rezero. Pese a esta reducción, un alto porcentaje de las colillas terminan en el medio natural, puesto que hay un hábito muy extendido entre los fumadores, a veces inconsciente, que consiste en tirarlas al suelo sin mirar dónde caen.
Además, socialmente está muy mal visto que alguien tire un papel o un plástico al suelo, pero no pasa lo mismo con este tipo de desechos, que la sociedad ha asumido como una parte más del ecosistema urbano. Un ejemplo de esta situación se puede ver en las paradas de buses, un espacio en el que muchas personas aprovechan para fumar mientras esperan. Al lado de la mayoría de ellas no hay papeleras, y mucho menos ceniceros, por lo que los fumadores optan por arrojarlas directamente a la acera, o en cualquier caso, a la calzada.
Difíciles de reciclar
La mayoría de colillas terminan en el suelo, más concretamente, un 70% de ellas se convierten en suciedad en el exterior. Pero en el caso de que el fumador decida depositarla en la basura, gran parte acaban en el contenedor gris, debido a que no hay ningún depósito para este tipo de residuo tóxico.
Uno de los datos más alarmantes es que estos pequeños residuos representan un 40% de la suciedad que se encuentra dispersa por los municipios. Esta cifra está muy por encima de otros residuos que abultan más, pero contaminan menos. Hay espacios en los que su acumulación es más acentuada aún a pesar de que son emplazamientos en los que está prohibido fumar en virtud de la Ley 42/10, que modifica la Ley Antitabaco de 2005. Este es el caso de los suelos de parques infantiles, recintos hospitalarios y educativos, espacios en los que no solo no se puede salir a fumar a la puerta, sino que para hacerlo se exige alejarse del perímetro del edificio.
La arena, un cenicero inmenso
Fumar en la playa está permitido al tratarse de un espacio al aire libre con circulación de oxígeno. En este caso, es cierto que hay fumadores que cuando acuden a estos espacios se llevan ceniceros portátiles especialmente diseñados para esta función, o en su defecto, utilizan botellas vacías para depositarlas dentro. A pesar de esta situación, y de que de cada vez más hay más consciencia del impacto medioambiental, sigue habiendo una gran cantidad de personas, que, tras fumar, arrojan las colillas en la arena. Los más “pulcros” las entierran, para evitar que queden a simple vista. Cabe destacar que para combatir esta realidad en la actualidad existen una decena de playas, sobretodo de la Costa Brava, que ya han prohibido fumar en su costa.
Las colillas suponen el 25% del total de residuos que se encuentran en las playas de zona mediterránea occidental y obtienen el oro en el podio de residuos marinos. El impacto que suponen es irreversible. Cada una de ellas tiene capacidad para contaminar 1.000 litros de agua. Este dato, multiplicado por la inmensa cantidad que cada día se lanzan al mar, supone un agravio importante para el gran lago azul que regula la temperatura de nuestro planeta. “Un elemento peligroso de las colillas es el tabaco que queda dentro de ellas, que contiene hidrocarburos, y cuando llega a las canalizaciones o al mar, se deshace, y contamina”, afirma Lleonard Oliver, ambientólogo.
Tareas de concienciación
Conocedoras de esta realidad son muchas las administraciones que han desarrollado campañas para concienciar a la ciudadanía sobre la necesidad de depositar las colillas en las basuras o ceniceros. El problema, eso sí, es que, por ejemplo en Barcelona, siguen habiendo muchas papeleras que no disponen de cenicero ni de plaquetas para apagar los cigarros.
En este sentido, el Ayuntamiento de Barcelona ha iniciado recientemente la campaña Residus Cero contra todos los desechos que llegan al mar. Una medida que, junto a otras, se presentará en la Semana Europea de la Prevención de Residuos 2020. Por esta razón, el consistorio ha comunicado la instalación de cien placas al lado de alcantarillas de la ciudad con el mensaje Aquí empieza el mar. No tires nada.
90 euros de multa
Durante el año pasado también se realizó otra campaña, en la cual buena parte de las papeleras de la ciudad amanecieron con unos letreros adosados, en los cuales se reflejaban conductas incívicas habituales, y se contrastaban con la forma correcta de comportarse.
Entre ellas, había la de apagar las colillas y tirarlas dentro de las papeleras. En caso de que no lo hagan y tengan la mala fortuna de que los detecte un agente del orden, los fumadores infractores se enfrentan a una sanción de 90,15 euros, en virtud de la ordenanza sobre el uso de las vías y espacios públicos de Barcelona aprobada en 1998.