El doctor Arcadi Navarro es el actual director de la Fundació Pasqual Maragall, referente en la investigación sobre el Alzheimer y en dar apoyo a los enfermos que padecen la enfermedad y a sus familiares. Es catedrático de Genética y profesor e investigador ICREA en el Departamento de Ciencias Experimentales y de la Salud de la UPF. En esta entrevista, explica los avances que se están experimentando en la investigación y prevención de una enfermedad, el Alzheimer, que dentro de 50 años afectará a 100 millones de personas en el mundo.
-Pregunta: ¿Qué indicadores biológicos son un indicio de la aparición de la enfermedad de Alzheimer?
-Respuesta: Los indicadores biológicos aparecen mucho antes que los clínicos. También hay, por ejemplo, biomarcadores en sangre, que son detectables mucho antes que la enfermedad. Tenemos algoritmos de inteligencia artificial que permiten analizar neuroimágenes que ya empiezan a mostrar alguna señal de deterioro cerebral antes de que se desarrolle la patología. Y, con todos estos elementos, empezamos a tener una serie de instrumentos cruciales para hacer el diagnóstico precoz del Alzheimer.
-¿Qué avances ha habido en los últimos años en el tratamiento de la enfermedad?
-En estos momentos, hay decenas de investigaciones que, si bien no han funcionado, han abierto nuevas líneas de investigación que permiten soñar en que está cerca un fármaco que modifique su curso. Las líneas que se han mostrado más prometedoras son aquellas que atacan la generación de placas por la acumulación de proteína beta-amiloide, un hecho que en pacientes con Alzheimer se produce de forma patológica, y que deteriora el cerebro. Los medicamentos que permiten acabar con estas placas quizá nos aportarán, por primera vez, un tratamiento que cambie la evolución de la enfermedad.
-Se habla de encontrar medicamentos para retrasar la aparición del deterioro cognitivo, ¿pero es muy descabellado pensar en encontrar una cura definitiva?
-Con suficiente inversión en investigación, todo es posible. Los últimos cientos de años demuestran que cada vez que la humanidad ha tenido un problema de salud, la ciencia se ha activado y lo la solucionado. En el caso de las demencias, como son enfermedades de degeneración paulatina, no se ha invertido tanto como en otras más agresivas como el cáncer. La inversión en demencias es mucho menor, cuando el coste social, aquel en el que incurren las familias, es enorme. Por esta razón, el trabajo de entidades como la Fundació Pasqual Maragall es muy importante, porque por medio de aportaciones y mecenas, tratan de cubrir este vacío.
-¿Qué importancia tiene el hecho de detectar la enfermedad precozmente, a la hora de controlar mejor su progresión?
-El diagnostico precoz es vital. Hay toda una serie de intervenciones no farmacológicas que hoy ya sabemos que funcionan. Por ejemplo, funciona una mejor dieta o dejar el tabaco. Todo lo que es beneficioso para el corazón, es beneficioso para el Alzheimer. Esto se entiende porque las neurodegenerativas son enfermedades en las que el cuerpo se ataca a sí mismo, y cuando lo hace, puede encontrarse, por ejemplo, un cerebro debilitado por el estrés, o uno saludable, lo que ayuda a retrasar la progresión del deterioro. Además de darnos margen para el tratamiento, el diagnostico precoz facilita la aplicación de intervenciones que frenan la llegada de los síntomas.
-Los datos apuntan que dentro de 50 años habrá 100 millones de personas en el mundo que padezcan Alzheimer. Más allá del elemento demográfico, ¿qué otros factores influirán en esta realidad?
-Se trata de proyecciones fundamentalmente demográficas. Empezamos a ver que hay otros elementos que son importantes. Vemos que hay factores ambientales, como la contaminación, que tienen una influencia notable en el desarrollo de la demencia. En cualquier caso, el principal punto que explica estas cifras es el resultado de un éxito. Vivimos en sociedades prósperas, con buena atención sanitaria. Y en estas sociedades, las personas son más longevas. Y, por tanto, padecen enfermedades asociadas a la edad, como son las neurodegenerativas. Ante la realidad demográfica, no queda más remedio que aumentar la inversión en investigación, para afrontar la pandemia estructural en que se convertirán las demencias.
-Los hábitos de vida de la sociedad han evolucionado mucho en las últimas décadas, ¿existe una relación entre el estilo de vida de una persona y la mayor predisposición a desarrollar la enfermedad?
-Hay varias formas del Alzheimer. El primero es el familiar, que suele estar asociado a mutaciones, que son el factor principal. Por otra lado, hay una forma más compleja de aparición, más tardía, en la que esos factores de riesgo van mucho más allá de la genética. En las enfermedades complejas, como la aparición espontánea del Alzheimer, las cadenas causales son también complejas, y hay factores genéticos, de estilo de vida y ambientales que las agravan. Por eso, cuanto más sana es una persona, más baja es la probabilidad de desarrollarlo.
-Cada enfermo de Alzheimer tiene una evolución diferente. El día en que se encuentre un tratamiento eficaz, ¿es posible que haya pacientes a los que la medicación no les haga efecto?
-Sería posible, porque conocemos mucho del proceso del Alzheimer, pero aún hoy desconocemos las causas, y qué es lo que genera la acumulación de placas de proteína beta-amiloide y de proteína tau. Y, por esta razón, no podemos descartar que haya diferentes tipos de enfermedad. Es un proceso muy habitual que haya diferentes medicamentos, y que algunos sean más eficaces que otros dependiendo del paciente. Precisamente sobre este elemento se asientan los fundamentos de la medicina personalizada, en darle a cada persona la medicina que necesita.
-¿Considera que hoy, desde el sistema sanitario, se está dando una buena atención a las personas que sufren deterioro cognitivo?
-Nuestros profesionales sanitarios son unos héroes que aplican al máximo todas las herramientas que tienen a su disposición. Pero llega un momento en que no pueden hacer nada, porque la enfermedad no tiene cura, y es en este momento en el que el sector sociosanitario debería ir más allá, y cambiar el modelo de cara a atender a los pacientes y a sus familias, por medio, por ejemplo, de una mejor atención domiciliaria. Porque en una población pequeña en la que tal vez no hay ni centro de día, todo el peso recae en la familia, en alguien que tendrá que abandonar el trabajo para hacerse cargo de la persona afectada. Y esta situación se debe evitar adoptando una atención sociosanitaria transversal.
-¿Qué papel tienen las familias en la detección precoz? ¿Y en el proceso médico completo?
-El papel de las familias es fundamental. Cuando alguien sospecha que puede tener la enfermedad, las primeras visitas suelen ser mucho mejores si el paciente va con un familiar, porque hay cambios en el carácter, en la memoria, de los que uno mismo no es consciente, y son los más cercanos los que en primer lugar toman consciencia. Tener seres queridos es más esencial en el momento de acompañar a las personas afectadas. Llega un momento en que necesitan cuidados y, en esta sociedad, el peso del apoyo se lo cargan los familiares y, sobre todo, las mujeres. Si hay una diferencia fundamental entre el Alzheimer y otras enfermedades, es que el peso del primero lo asumen los núcleos familiares, y en otras patologías este peso lo soportan los sistemas sociosanitarios.
-¿Cómo afecta la brecha socioeconómica a las familias que tienen un enfermo de Alzheimer?
-En España hay 900.000 núcleos familiares que tienen algún problema relacionado con la demencia. Las familias que se pueden permitir un cuidador, o incluso dos, no verán un impacto en su estilo de vida, pero aquellas que están en condiciones precarias, caen en un pozo, porque alguien tiene que abandonar el trabajo para cuidar del enfermo, y acaban viviendo extremadamente estresadas. En Fundació Pasqual Maragall hacemos una investigación para determinar cómo dar apoyo a las familias con el fin de que estén mejor anímicamente, y sepan mejor cómo atender a los enfermos.