Adrià Cuéllar tiene 33 años. Sufrió abusos por parte de su profesor de batería cuando tenía 12, pero no fue hasta marzo de 2019 cuando, junto a otro compañero, Isaac, interpuso una denuncia contra el maestro en los juzgados de Girona. “La mía ha prescrito, pero hay otras seis más, y cada día nos contactan más víctimas”, cuenta a Crónica Global. Otros afectados han roto su silencio después de que varios exalumnos de J. B. se uniesen con dos objetivos: “Que no le suceda a nadie más y que se haga justicia”.
Cuéllar tardó en hacerlo. Su catarsis llegó cuando una amiga le relató que su padre abusaba de ella. “Fue cuando me di cuenta, por así decirlo, de que yo también los había sufrido; de otra manera y en otras circunstancias. Entonces tenía 26 años”, relata. El recorrido es largo. “Antes que el sexual, está el abuso psicológico, que hace que uno no sepa cómo reaccionar. Hasta que no nos juntamos varios alumnos y lo hablamos entre nosotros, no vimos que no era normal lo que nos había pasado”.
Evitar nuevas víctimas
El primer objetivo que se marcaron las víctimas fue “pararlo [al profesor]; evitar que le pasase a alguien más”. Pero la puesta en común de los afectados no llegó hasta tiempo después. Isaac contactó con Adrià a través de un amigo común. “Necesitaba hablarlo, y le dije que sí”, recuerda el segundo. Y, tras un proceso de dos años, de encuentros entre ellos, y otros exalumnos, así como de atención psicológica, decidieron sacarlo a la luz. “Llega un punto en que, cuando te das cuenta de la situación que has vivido, necesitas hablar de lo que te ha pasado y que se haga justicia”, explica Cuéllar.
Y es que, detalla, “a nivel psicológico, no sabes cómo encararlo o si es verdad lo que te ha pasado. Necesitábamos hablar con otros alumnos y ver si sus vivencias cuadraban con las nuestras”. Así fue. No eran las únicas víctimas de un individuo que impartió clases de batería en un sótano de Girona durante cuatro décadas. Algunas eran adolescentes, y otras ya mayores de edad.
Abusos sexuales prescritos
A pesar del paso adelante de Adrià, la ley no permitirá juzgar a su abusador, porque estos delitos prescriben entre cinco y 15 años después de que se cometan, según su gravedad. Un plazo que comienza a contar desde que la víctima cumple la mayoría de edad. “En mi caso, la juez indica que a esta persona no se la puede acusar de nada porque ha prescrito. Te causa… no sé cómo decirlo, te sientes desamparado”, lamenta.
El siguiente paso, tras el portazo de la vía legal, fue hacerlo público. Acudieron a radios y periódicos para contar su calvario. El objetivo era apartar al abusador de posibles víctimas y que tuviese que dejar de impartir clases en su sótano. “Y, si le había pasado a alguien más, que pudiesen denunciarlo, y que la acusación puede salir adelante”, cuenta Adrià.
Romper el silencio
Inspirados por exalumnas del Instituto de Castellar del Vallès, que se alzaron contra los abusos de su profesor de gimnasia a través de una cuenta de Instagram, ellos crearon su propio perfil en la red social. Iniciativa que ha llevado a otras víctimas a romper su silencio; contar sus casos y, a algunos, también a recurrir a la justicia.
Mientras el Juzgado de Instrucción 2 de Girona decide si lleva a juicio al profesor de música, decenas de afectados han contado lo que sufrieron a manos del maestro. No lo ha apartado de sus clases ninguna sentencia, sino la valentía de sus víctimas. Y es que, cuenta Adrià, él mismo fue a verle tras presentar la queja formal. “Hable con él y con su mujer, y les enseñé mi denuncia”. Tras esa conversación el individuo cesó con su actividad docente.
Buscar justicia
El testimonio de Adrià ha valido, no solo para apartar al presunto abusador de potenciales víctimas, sino para que decenas de exalumnos hayan dejado de sentirse solos, y algunos den el paso de denunciar. Saben que muchos de los casos han prescrito, después de décadas de impunidad, pero no todos. “La cuestión es demostrar que esto ha ocurrido, y que hay más afectados. Creemos que superan el centenar”, alerta. Su esperanza se deposita ahora en la decisión del juzgado para que “lleve adelante la acusación formal”.
Por su parte, el profesor negó ante la magistrada cualquier tipo de conducta sexual en relación a sus alumnos. A la espera de que esta decida si envía el caso a juicio o lo archiva, su abogado, Carles Monguilod, señala que J. B. mantiene su inocencia.