Oculta su nombre por temor a las represalias. Pero esta vecina de Girona quiere narrar el infierno que se vive en un bloque del barrio de Sant Narcís. “Llevamos años con okupas en el edificio y con un narcopiso en la primera planta”, denuncia esta inquilina. “He estado con ansiedad y me he tenido que medicar por picor de ojos y dolores de cabeza. Pero no quiero irme de mi casa”, exclama esta inquilina.
El inmueble, ubicado en calle del Riu Güell, 154, no es el único en la zona que ha sido presa de los allanadores. “En la escalera de al lado también hay okupas, y hace años se vivieron problemas de droga. Detrás, en la calle Orient, pasa lo mismo. Los vecinos tenemos miedo”, cuenta.
Oleadas de okupas
Actualmente, los propietarios conviven con dos pisos usurpados en la quinta planta, donde reside un okupa desde hace unos cinco años y una familia de origen marroquí que llegó de Francia hace un año. “Estos últimos llegaron y en media hora ya tenían cambiadas las cerraduras”. Desde entonces, siguen instalados.
En octubre de 2019, la situación empeoró: varios delincuentes fueron entrando y saliendo de una vivienda vacía del primero. Para acceder dentro, desarmaron una puerta metálica y la sustituyeron por otra de madera. “Fueron al menos más de diez. Tras mucho esfuerzo y llamadas a la policía los fuimos echando a todos, uno tras otro. Echábamos a uno y llegaban otros. Incluso alguien nos aconsejó que quitásemos la puerta y pusiéramos cinta americana, porque nadie querría vivir en un sitio sin puerta”. Y añade: “No son familias desesperadas, son bandas”.
Tráfico de drogas
A este panorama se suma el menudeo de marihuana que se desarrolla en el edificio. “Entre el primero, donde vive un chico que sí es propietario, y el okupa del quinto hay mucho sube y baja de gente que viene a comprar. Ambos tienen mucha relación y sospechamos que mueven la maría”, narra. La sensación de inseguridad es continua por el ajetreo de personas desconocidas que acudan al portal y que inquietan al vecindario.
Durante el estado de alarma la convivencia empeoró, ya que al estar recluidos en casa los olores desprendidos por la plantación se volvieron insoportables. “Nos hartamos de oler a marihuana y se lo dijimos. Es cuando empecé a medicarme. Además, de julio a este tiempo ya empezamos a oler otra cosa... algo químico”, explica. “Llamamos hartos a la policía el pasado lunes, pero cuando vinieron el chico no les dejó entrar. Yo ya lo había visto con una mascarilla industrial, como las que se usan cuando se trabaja con productos químicos, pero no me atrevo a decir qué pasa en el piso”.
Pendientes de una orden de registro
Esta vecina expresa el cansancio unánime de los residentes. Asegura que la policía municipal está recabando pruebas para pedir una orden judicial de registro con la que acceder al narcopiso y obligar al joven a deshacer el cultivo.
Pero la denunciante exige más celeridad: “Pedimos que cuando llamemos a los agentes haya soluciones inmediatas. No quiero mal para nadie, pero queremos que cuando se perjudique la salud de la gente o se ocupe un piso, se actúe de forma rápida”, zanja.