Quién le iba a decir en febrero a Rosa Martín, presidenta de És per tu, asociación que trae a niños ucranianos a Cataluña en verano y Navidad desde hace más de 9 años, que el proyecto que con tanta ilusión empezó a preparar en febrero junto a su marido, Julio Fernández, se iba a anular un mes después.
Setenta y ocho niños que esperaban con ilusión ver a sus familias españolas y disfrutar del verano que merece cualquier niño. Setenta y ocho familias deseando abrazar a unos niños --algunos llevan años viniendo y tienen un fuerte vínculo con las familias, para otros era su primera vez-- que necesitan salir del entorno de Chernóbil casi más que el comer. No ha podido ser. El proyecto de Navidad de 2020 también está en duda.
‘És per tu’, la asociación que trabaja para mejorar la salud de los niños de Chernóbil / CANAL 21
Los grandes olvidados por las autoridades
El proyecto solidario Vacances en Pau en Cataluña, que coordina Susana Sanahujes, también ha visto como el Covid-19 ha dejado a 450 niños saharauis, que tenían previsto llegar en junio a Cataluña, sin salir del campo de refugiados en el que viven confinados desde su nacimiento. Ni siquiera cree que puedan traerlos en el verano de 2021.
A estos 528 niños, grandes olvidados por parte de las autoridades, también les ha golpeado el Covid-19, aunque de forma indirecta. Si el coronavirus está haciendo tambalear de forma fuerte la economía española, "en Ucrania la situación es realmente dramática, han estado confinados como nosotros, con la diferencia de que una gran parte --especialmente en zonas rurales-- trabaja en la economía sumergida. Con la prohibición expresa de salir de casa, no han podido trabajar y, por tanto, se han quedado sin ningún tipo de ingreso. Las familias ucranianas de los niños que traemos nos han pedido que les enviemos comida. Están desesperados", lamenta Martín, de És per tu.
Riesgo para la salud
Pero no sólo está en juego el verano de estos niños, ni siquiera su situación económica. Está en juego lo más importante: su salud. Desde la entidad de acogida de niños ucranianos hacen un llamamiento a las autoridades. "Es obvio que lo primero es lo primero, pero hay que tener en cuenta que la salud de estos niños está en serio peligro por la escasa alimentación que reciben debido a la gran crisis económica que atraviesan y por la fuerte subida de los niveles de radiación a causa de los recientes incendios, que han aumentado los efectos de la dispersión atmosférica de los productos radioactivos", señala Martín.
Se refiere a los incendios que tuvieron lugar el pasado mes de abril en la zona del entorno de Chernóbil, los peores que se recuerdan. Los alrededores de la ciudad que da nombre a la famosa central nuclear, que empezaban a recuperarse levemente del accidente nuclear acaecido el 26 de abril de 1986, han visto como el humo, que se veía desde Kiev --a casi 100 km de distancia-- ha hecho aumentar los niveles de radiación de forma alarmante.
Un paréntesis de dos meses
Aguantar cincuenta grados de temperatura en un campo de refugiados, sin aire acondicionado, con dificultad para acceder a una alimentación equilibrada y sin posibilidad de poder optar a unos servicios médicos completos no es fácil para nadie, pero es especialmente preocupante cuando les ocurre a niños.
"Para los niños saharauis, olvidar durante un par de meses las condiciones en las que viven, alimentarse de forma equilibrada, hacerse un chequeo médico y vivir sin más preocupaciones que las que debería tener un niño es fundamental", explica la coordinadora del proyecto de acogida de niños saharauis Vacances en Pau.
Impaciencia de las familias acogedoras
"Actualmente tienen serios problemas para conseguir alimentos. La caravana de ayuda humanitaria que tendría que haber salido en el mes de abril, no ha podido salir. Ellos viven de ayuda humanitaria. Que los países donantes, debido al Covid-19, dejen de donar o donen menos, les afecta muchísimo", añaden desde la entidad.
Mientras las encargadas de los proyectos de És per tu y Vacances en Pau y los centenares de familias acogedoras cruzan los dedos para poder traer pronto de nuevo a casa sus niños de acogida, estos seguirán allí padeciendo una suerte de distancia social de miles de kilómetros que los separa de las familias con las que conviven tres meses al año, y también de su salud. Para entender la importancia de estos proyectos que quedan por ahora aparcados, concluye Martín, "sólo hay que ver cómo vienen y cómo se van para saber lo negativo que es para estos niños no pisar nuestro país".