Los establecimientos de Florencia reabren las llamadas Buchette del vino (ventanas del vino, en castellano), pequeños orificios excavados en la pared durante la epidemia de peste bubónica que azotó la ciudad italiana en el siglo XIV y que, como en aquella época, ahora sirven para disminuir el riesgo de contagios por coronavirus entre la clientela.
En un primer momento, las buchette del vino eran comunes en los palacios cuyos señores se dedicaban a la vendimia, pero con la llegada de la peste, su uso se extendió entre los los establecimientos y edificios del centro histórico. Se han llegado a encontrar ventanas de vino en edificios como el hospital de Santa Maria Nuova, en cuyos planos originales aparece una buchetta. Ahora los comercios florentinos han reavivado esta costumbre adaptándola a los nuevos tiempos: a través de las buchette se pueden comprar desde helados de la famosa heladería Vívoli, hasta aperol spritz en la animada Piazza Santo Spirito y comida para llevar del restaurante Babae.
Los inicios
El primer documento escrito que habla de estos dispensadores de vino data de 1634, año en el que el académico florentino Francesco Rondinelli elabora un "informe de contagio" sobre la epidemia de peste, donde describe la eficacia anticontagio de las buchette. Rondinelli narra que durante la terrible epidemia que asoló a toda Europa, quienes vendían vino de sus palacios recibían el pago con una cuchara de metal y no con la mano para evitar contagiarse al entrar en contacto con los compradores. Inmediatamente, las monedas se sumergían en vinagre para desinfectarlas.
El trato de los recipientes también se hacía cuidadosamente: el comprador podía adquirir el vino ya enfrascado a través de las ventanas o, si prefería utilizar sus propios recipientes, los rellenaba a través de una especie de grifos alimentado desde un recipiente colocado en el interior del palacio.
La última 'buchetta'
Se cree que la última ventana del vino operativa fue la del palacio Gondi, que funcionó hasta 1958, según la historiadora del arte Diletta Corsini, que el pasado septiembre entrevistó al último marqués de la saga, Bernardo Gondi.
El noble recuerda cómo el conserje del palacio montaba guardia en un cuartito que servía de almacén y entregaba el vino a aquellos compradores que llamaban a la buchetta. Según relata Gondi, este procedimiento se hacía más por tradición que por necesidad, pues la puerta del palacio siempre estaba abierta y las compras y entregas podían realizarse en el vestíbulo. En la segunda mitad del siglo XVII, esta forma de vender vino fue prohibida por el gobierno local, ya que se consideraba una competencia desleal para los taberneros.
Impulso local
La localización de las numerosas ventanas del vino escondidas en Florencia y el reacondicionamiento de algunas de ellas para su uso ha sido impulsada por la asociación cultural Buchette del vino, creada hace ahora 3 años. Por el momento, han documentado 173 dispensadores de vino en la capital de la Toscana, las cuales se han encargado de restaurar e identificar con placas informativas. La asociación también ha creado un mapa interactivo en el que es posible identificar las diferentes ventanas de Florencia.
La implicación de la ciudadanía italiana en la búsqueda de estos curiosos dispensadores de vino ha facilitado el descubrimiento de ventanas en otras localidades de la región, como Pistoia y Faenza, e incluso en otras regiones, como en el Piamonte, al norte de Italia.