Este año está justificado pero el turismo rural que vive sus mejores días “gracias” a la pandemia, puede disparar las cifras de patologías como la enfermedad de Lyme.
El turismo rural ha sido el gran protagonista este verano. Con ocupaciones que rozan el cien por cien en algunas zonas de España, hemos buscado alojamientos más aislados que nos permitieran disfrutar del tiempo libre sin necesidad de vigilar la distancia de seguridad a cada paso.
Con la mascarilla, la higiene y la distancia social que de manera individual debemos cumplir, hemos dejado en manos del sector hostelero la prevención del Covid en sus establecimientos con el esfuerzo y responsabilidad añadidas para estos profesionales. Todas estas precauciones frente al Coronavirus suponen una cortina frente a otro tipo de riesgos para nuestra salud. Y está justificada la reiteración de mensajes de prevención ya que nos encontramos en una pandemia mundial que no parece tener intención de retroceder. Sin embargo, hay otras patologías que podrían tener consecuencias graves a largo plazo.
Cuidado con el campo en verano
El Lyme es una de estas enfermedades. La pasada primavera, durante la desescalada, se alertó de la mayor presencia de garrapatas en zonas boscosas y de prados. El confinamiento y las lluvias del invierno prepararon el mejor escenario para la reproducción de estos pequeños ácaros; las temperaturas más cálidas, por otra parte, están cambiando su ciclo biológico y las hacen más resistentes.
Esta alerta está justificada: la enfermedad de Lyme, si no se diagnostica a tiempo, puede derivar en una enfermedad crónica grave. De hecho, en su tercera fase ya se la conoce por Síndrome de mutiinfección Multisistémico; desde el aparato locomotor al sistema nervioso o el inmunológico, no hay tejidos que la bacteria borrelia – agente infeccioso que transmiten las garapatas en su mordedura – no pueda atacar. Lejos de afectar solo a nuestras mascotas, son numerosos los casos de personas que padecen la enfermedad de Lyme. Y cada día son más. Los síntomas de la enfermedad de Lyme están claros para unos pocos especialistas que han buscado su formación fuera de España para dar respuesta a la gravedad de los pacientes.
Un diagnóstico a tiempo
La bacteria borrelia no solo es muy agresiva sino que es tremendamente escurridiza. Los análisis de anticuerpos o el conocido Western Blot arrojan un elevado número de falsos negativos y, en el caso de diagnóstico positivo, no pueden darnos una dimensión real de la gravedad de la infección.
En sus primeros estadios, el Lyme temprano y el Lyme de diseminación temprana, los síntomas son más concretos y el tratamiento con antibiótico más eficaz. El Lyme temprano se caracteriza por una marca roja llamada “ojo de buey” pero también por síntomas similares a los de la gripe. Si no se detecta la marca o la garrapata en la piel y los síntomas persisten varios días, un facultativo puede sospechar la existencia del Lyme.
En el caso del Lyme de diseminación temprana, el diagnóstico se complica. Los síntomas de parálisis de los músculos faciales, el dolor generalizado, la alteración en el ritmo cardíaco o el dolor torácico se asocian a los de otras enfermedades sobre todo, si tenemos en cuenta que pueden aparecer semanas e incluso meses después de la mordedura. Así, se hace difícil relacionar el padecimiento de una persona con la excursión que hizo por el campo meses atrás.
Cronicidad
Si hablamos de Lyme Crónico – o síndrome de multiinfección multisistémica – hablamos de personas con años de sufrimiento a sus espaldas. Se calcula que un paciente tarda en obtener un diagnóstico certero de Lyme dos años y medio desde que empieza a buscar soluciones. Desde la fibromialgia hasta la depresión, el diagnóstico de la enfermedad de Lyme se confunde con el de otras patologías. Y podemos decir que, en cierta forma, esta confusión está justificada.
A la enfermedad de Lyme se le llama “la gran imitadora” porque se mimetiza con otras enfermedades. Los síntomas inespecíficos, la falta de pruebas válidas generalizadas y el desconocimiento de la enfermedad por parte de la comunidad médica, hacen que pase un tiempo valiosísimo sin que un paciente reciba tratamiento.
Síntomas
Veamos los síntomas del Lyme crónico: El aparato locomotor es uno de los más afectados: la inflamación crónica de articulaciones, el dolor muscular y el cansancio extremo, inmovilizan a los pacientes. El sistema neurológico también falla y tiene dificultades en la coordinación de movimientos y la sensibilidad; incluso lleva a problemas psiquiátricos.
Pero hay otros síntomas añadidos como la falta de capacidad de concentración o la falta de memoria, la inflamación de la médula o los síntomas cardíacos que son tan inespecíficos que apuntan más a las enfermedades autoinmunes o a una fibromialgia que a la enfermedad de Lyme.
Experiencia profesional
Desde Zaragoza, el Dr. Mariano Bueno explica que el conocimiento de la clínica es tan importante como el resultado de un análisis en la enfermedad de Lyme. “Son años de estudio y de experiencia que no encuentras en la facultad de Medicina y que, en mi caso, se iniciaron para intentar ayudar a un paciente que me derivaron hace años. Desde entonces, hemos innovado en pruebas diagnósticas y en tratamientos que están ayudando a pacientes de todo el mundo”.
En su clínica, Biosalud Day Hospital, trabajan de forma independiente y en colaboración con especialistas que tienen su misma visión. Así han podido desarrollar pruebas como el LymeCheck® o tratamientos antibióticos sin efectos secundarios. “Es muy compleja la situación de las personas que llevan años con la enfermedad, todo su organismo puede estar afectado y lo viven en medio de una gran incomprensión".
Prevención
Por eso, la prevención es una de las mejores armas contra esta enfermedad, pero, ¿cómo prevenir la enfermedad de Lyme este verano? Andalucía, Asturias y Galicia son los destinos más demandados por los españoles que viajan en temporada alta, según el II estudio LovingTourism. En cualquier caso, buscamos lugares frescos y paisajes abiertos por los que pasear alejados del peligro de contagio por covid. Pero debemos estar atentos a otros agentes patógenos, y una garrapata puede serlo, por la bacteria que transmite.
Pantalón lago y camisa de manga larga en colores claros para identificar a una garrapata antes de adherirse a nuestra piel, un repelente adecuado y , sobre todo, revisar nuestro cuerpo al volver a casa, especialmente la parte trasera de las rodillas, las ingles, el cuero cabelludo y, en general, las zonas más húmedas del cuerpo. Además, si lavamos la ropa a una temperatura superior a los 60 grados podemos terminar con estos ácaros si se han quedado en nuestra ropa. Son gestos tan sencillos que no nos costará nada realizar después de quitarnos la mascarilla y lavarnos las manos al llegar a casa.
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