Los dos son de Bogotá, Colombia. Gonzalo Cipagauta de 55 años y Jaqueline, de 37. Ambos, auxiliares de enfermería con más de una década de experiencia en su país, pero los trámites para homologar sus títulos, con los que llevan casi 12 meses, no les permitían ejercer su profesión. Una situación que cambió cuando estalló la pandemia y el sistema sanitario, al borde del colapso por el gran número de infectados, necesitaba refuerzos. Fue así como ambos comenzaron a trabajar en una residencia de Poble-Sec que, tras una década cerrada, el ayuntamiento habilitó para acoger a ancianos con Covid-19, derivados de geriátricos.
Esta pareja reside desde hace dos años en la capital catalana. Ambos tienen permiso de trabajo y residencia, pero este escollo legal les ha llevado a subsistir desempeñando otras tareas. Como conductor en el caso de él, o de cuidadora de una anciana, en el de ella. La crisis del coronavirus les abrió la puerta en abril para desempeñar su verdadera profesión, la sanitaria, y a jugarse el tipo en los días más duros de la pandemia, velando por la salud del colectivo de más riesgo: los mayores, hasta que el pasado 30 de junio les dieron la patada. “Nos dijeron que los contagios habían bajado, y que no hacía falta tanto personal”, explica Gonzalo, quien lamenta, “fuimos héroes, nos aplaudían a las 20.00 desde los balcones, y ahora nos han olvidado y nos mandan al paro”.
De atender infectados al paro
El virus interrumpió el proceso de homologación el pasado marzo, pero con la escasez de sanitarios comenzaron a llegar las ofertas de trabajo. Gonzalo y Jaqueline habían entregado sus currículums al servicio de Inserción Laboral de Cáritas, y así se incorporaron al centro de Paral·lel. “Tengo el título original, también soy conductor de ambulancia, y ya había trabajado con pacientes con enfermedades infecciosas, como tuberculosis”, explica. Tras mandar la copia del documento que acreditaba su formación y confirmar que estaba dispuesto a desempeñar tareas bajo alto riesgo de contagio, Cipagauta se incorporó primero a un geriátrico de Les Corts en marzo, y una mes después a la residencia habilitada por el Ayuntamiento de Barcelona, donde ya ejercía su pareja.
Una de las plantas estaba destinada a contagiados leves, y otra para pacientes críticos, recuerdan. “Trabajar allí nos daba miedo porque íbamos a estar en contacto directo con el Covid-19”, admite. Pero aún así, no se lo pensaron dos veces y se pusieron manos a la obra, hasta que a finales del mes pasado les comunicaron que ya no hacían falta. “Cuando les daban el alta, los ancianos volvían a sus respectivas residencias, y nos dijeron que se recortaba personal”, cuenta Gonzalo, quien lamenta que ahora les toca volver a buscar trabajo. Ya no de su profesión, sanitarios, porque ahora les exigen, de nuevo, el título homologado.
Convalidar la titulación
“Nosotros desde el año pasado intentamos que nos convaliden la titulación. Tenemos todos los documentos originales, el acta de bachiller, de grado, el diploma y todavía nos queda un papel más”, explica. Por el momento, están esperando a que vuelvan a estar operativas las oficinas municipales para poder continuar con el proceso. Ambos están dados de alta como demandantes de empleo del Servei d'Ocupació de Catalunya (SOC). La burocracia les mantiene en un limbo legal que les ha dejado desamparados pese a haber ejercido su profesión para atender a infectados por coronavirus.
“Tuvo que venir una pandemia para que nos ofreciesen un empleo de lo que realmente hemos ejercido en nuestro país”, lamentan. La alternativa que les han dado es volver a incorporarse si se produjese un rebrote. Mientras tanto, se encuentran sin trabajo. “Cuando aplicamos a alguna oferta nos recuerdan que el título homologado es fundamental, pero eso no fue así durante los días más duros de la emergencia sanitaria”, recuerda él. Pacientes que superaban los 65 y alguno incluso con 105 años, cuenta Gonzalo, que se habían infectado en sus residencias y a quienes habían trasladado a este espacio, que funcionó como un hospital de campaña en el Paral·lel.
Utilitarismo durante la emergencia
Ni Gonzalo ni Jaqueline entienden que el utilitarismo durante la crisis y el abandono posterior. No se resignan, son sanitarios e, igual que arrimaron el hombro en los peores momentos, seguirán afrontando la burocracia para conseguir el enésimo papel que les permita convalidar el título que acredita que pueden ejercer una profesión que desempeñaron, sin él, cuando más falta hacían. Si los contagios vuelven a dispararse, recurrirán a ellos de nuevo, así se lo han avanzado. Entonces, cuestionan, ¿cuán necesaria es la homologación?