El 14 de marzo de 2020 se inició, sin duda, el que hasta ahora ha sido el mayor experimento de teletrabajo de nuestro país. El confinamiento forzoso hizo que varios millones de personas abandonaran de la noche a la mañana sus centros presenciales para entregarse de lleno al trabajo virtual. Y parece que este método ha llegado para quedarse, algo que ya sucede desde hace tiempo en países como Holanda, Finlandia o Luxemburgo y que aspira a mejorar una conciliación familiar que resulta, con los horarios españoles, a priori, complicada. De hecho, el banco holandés ING anunció el pasado día 10 de junio a sus trabajadores en España un nuevo plan de trabajo en remoto para que sean los propios empleados los que elijan si quieren seguir teletrabajando o si, por el contrario, prefieren operar desde la oficina. 

Pero, pese a la buena intención de la medida, la experiencia de teletrabajar no es la misma para las personas sin descendientes --o con ellos ya mayores-- que para aquellos que han debido compaginar durante el estado de alarma su faceta profesional con la de cuidadores y profesores de sus hijos pequeños, sin colegio y sin poder salir a la calle.

Un hijo quiere jugar con su padre mientras él teletrabaja / PIXABAY

Melisa Sáez, abogada de una compañía de seguros, madre de mellizos de dos años y que jamás había teletrabajado, ha podido saborear los beneficios de trabajar desde casa. “Todo cambia radicalmente: no hay madrugones, ni prisas matutinas, tampoco atascos y estrés para llegar a tiempo”. Reconoce, sin embargo, que la conciliación con dos niños tan pequeños ha sido “realmente complicada. Son todavía muy pequeños para hacerles entender que mamá está trabajando y no puede jugar con ellos en ese momento”. Pese a disfrutar de una reducción de jornada a la que se acogió tras su baja maternal, su empleo requiere de un horario estricto, algo que ha resultado a veces difícil, “ya que a mi marido, profesor y que ha sido el que se ha encargado la mayor parte del tiempo del cuidado de nuestros hijos, también le ha tocado teletrabajar en horas que coincidían con mi jornada. Sin colegio y sin mi marido en casa, la verdad es que mi nivel de estrés sería muy elevado, porque lo que está claro es que los niños, al menos de la edad de míos, no se entretienen solos, necesitan a una persona que esté con ellos de forma permanente”, sostiene. “Pero con colegio y sin peques en casa, debe de ser un auténtico lujo”, ríe.

Dificultades para concentrarse

Y es que teletrabajar con niños pequeños alrededor a los que atender, según un estudio en el que han participado casi 800 personas coordinado por la profesora del IESE Mireia Las Heras, que también es directora de Investigación del Centro Internacional Trabajo y Familia, es muy estresante para el 43% de las mujeres y para el 41% de los hombres encuestados. El 43% afirma que con niños en casa tienen muchas dificultades para concentrarse. Por contra, sólo el 19% de los encuestados sin hijos refieren problemas de concentración en el teletrabajo.

Una madre con el portátil y su hija al lado / PEXELS

La productividad, eso sí, no se ha visto afectada. O al menos de forma aparente. Barbara Gawior, profesora en Esade y directora de RRHH de GCR Group, no ha detectado en su empresa una bajada de la productividad. Aunque, recalca, “no hemos hecho diferencias entre los trabajadores con hijos y los que no tienen, ya que todos viven en circunstancias diferentes y a veces muy complicadas, sí hemos intentado analizar cada caso individualmente y ver cómo nos podíamos adaptar a la nueva normalidad para que la empresa siguiera con su actividad habitual y para que los trabajadores se sintieran cómodos y pudieran realizar sus funciones sin problemas. Esto requiere algunos ajustes en los puestos de trabajo y la necesidad de desarrollar algunas competencias técnicas como las soft-skills (habilidades personales que se necesitan para tener éxito en el ámbito laboral)”. “Lo que sí hemos visto es que las personas que han teletrabajado durante este tiempo, aproximadamente el 50% de la empresa, han dedicado más horas al trabajo que cuando acuden a la oficina”, admite.

Coincide Irma Berenguer, asesora de Marketing Digital y Comunicación y madre de un niño de cuatro años, en que la productividad ha aumentado. Sin embargo, el tetris de turnos y horarios que ha tenido que poner en marcha para compaginar su trabajo con el de su pareja para cuidar a su hijo “ha hecho que esté mucho más cansada. Él sí debe seguir el horario que le marca la empresa, así que soy yo quien adapto mi horario laboral al suyo. Ello implica bastante estrés y que a mí me falten horas, por lo que trabajar hasta la madrugada y fines de semana es ya más que habitual en mi caso. No obstante, más que mi estrés o cansancio, me preocupa no estar dedicando suficiente tiempo de calidad a mi hijo, él me necesita más que nunca a su lado en esta situación que difícilmente logra entender, y tengo la sensación de que hay días que no estoy a la altura y que, definitivamente, no llego a todo. Eso me genera bastante frustración. Y yo digo esto sólo con un hijo, no me quiero imaginar cómo lo deben de estar pasando las familias numerosas o monoparentales”.

Anécdotas para el recuerdo

Eso sí, si algo está dejando el teletrabajo con niños, aparte del estrés por las nubes, es un conjunto de anécdotas para el recuerdo. Niños que aparecen en videoconferencias con el jefe, que se cuelan en conversaciones con clientes… “Hace unas semanas, precisamente, mantenía una conversación bastante técnica con un cliente donde tratábamos temas de impuestos y comentábamos algunas de las medidas aprobadas por el Gobierno, cuando apareció uno de mis mellizos, Pablo, por la puerta y me informó decidido: “Mamá, tengo caca”. El cliente, que lo escuchó perfectamente, me dijo con un tono entre comprensivo y simpático: “Por favor, ayude a su hijo, hay cosas que no pueden esperar”, explica la abogada Melisa Sáez.

 

 

Los hijos de este hombre interrumpieron una entrevista a su padre en la BBC / YOUTUBE 

Anécdotas aparte, José Luis Gallego, responsable operativo de un Servicio de Asistencia Técnica (SAT), padre de una niña de cinco años, “harto de Peppa Pig y sus trillones de capítulos” y que está habituado a teletrabajar, cree que “la sociedad, salvo honrosas excepciones, no percibe con claridad las dificultades de trabajar en casa con niños. Debes integrar la presión de un empleo en la presión de una casa; es decir, integrar dos escenarios distintos en uno solo y hacer que funcione, y eso no es, en absoluto, una tarea fácil. Unos lo conseguirán con más o menos éxito, pero para muchas familias el teletrabajo con niños ha sido la anticonciliación: intentar estar en todo y no llegar a nada, una verdadera misión imposible”.