La precariedad laboral de las trabajadoras del hogar va de mal en peor. Si antes de la llegada del Covid-19 este sector ya era conocido por subsistir a base de salarios irrisorios y, en muchos casos, en negro, la pandemia ha hecho estragos en los cientos de miles de mujeres que forman parte de este colectivo.
“La situación es terrible. Muchas de estas mujeres han sido despedidas de la noche a la mañana”, explica Carles Bertran, de CCOO a Crónica Global. “Algunas recibieron un mensaje y otras se enteraron cuando llegaron a la casa y no les abrían la puerta”, añade. En el año 2017, en Cataluña había al menos 400.000 empleadas domésticas que ya se encontraban en una situación de riesgo de pobreza, según datos del sindicato.
Internas forzosas
Según Bertran, existen dos dinámicas a las que se han tenido que enfrentar las trabajadoras. “Muchas han sido despedidas por miedo a contagiarse pero también hay algunas a las que no las dejan salir de casa y las convierten en internas”, afirma.
En este caso, las mujeres deben aceptar trabajar más horas por el mismo salario. “Muchas me han llamado y me han explicado que trabajaban desde las siete de la mañana hasta las diez de la noche por el mismo salario”, asegura Isabel Valle Brun, presidenta de la Asociación Mujeres Unidas entre Tierras. “Hay casos en los que incluso les quitan parte del salario por darles de comer”, añade.
Casi sin recursos
Según un estudio del Centro de Información para Trabajadores Extranjeros de CCOO, el salario medio entre las trabajadoras del hogar es de poco más de 8.000 euros anuales, cuando el salario mínimo interprofesional en 2019 era de 12.600 euros anuales.
Sus gastos van desde el 40% de su sueldo para alquilar una habitación, a otro 40% destinado a pagar las deudas del viaje para venir a España, dejándolas con alrededor de 150 euros mensuales para sus necesidades básicas.
Falta de ayudas públicas
Esta situación obliga a las trabajadoras del hogar a salir adelante mediante las redes de contactos que han ido estableciendo entre ellas a lo largo de estos años. “Hemos ido repartiendo alimentos y material de protección que nos han dado, pero todo es gracias a contactos u otras asociaciones”, explica Valle. “A veces podemos dar un poco de dinero gracias a la caja de resistencia, para que las familias hagan la compra o puedan pagar la habitación donde están. Por pocos euros nos agradecen demasiado”, asegura la presidenta de la entidad. En Cataluña hay más entidades que han decidido tomar cartas en el asunto promoviendo fondos de ayuda, como el de Mujeres Migrantes Diversas, que ha llegado a superar los 20.000 euros, o la recolecta de alimentos y productos básicos del colectivo Abejas Migrantes.
“La situación de estas mujeres ya no era buena antes de la pandemia, pero ahora es aún más grave”, alerta Bertran, quien ve con buenos ojos la solidaridad entre entidades pero critica la falta de implicación de las administraciones. “Obviamente estas redes de ayuda son una respuesta a la falta de medios por parte de las instituciones”, añade.
Situaciones extremas
Valle explica el caso de una pareja con tres hijos que se quedó en la calle por no poder hacer frente al alquiler. “No podían pagar la habitación donde estaban, su pareja ya se había quedado sin trabajo un par de meses antes, e iban por la calle con los tres niños hasta que conocieron a una persona que los acogió”, recuerda.
A pesar de todo, la historia no acabó ahí. Según relata la presidenta, la persona que les alojó les pidió que se encargaran de su casa mientras alquilaba el sofá a otra persona por 250 euros y otra habitación por 500 euros. Después, al saber que estaban buscando trabajo, les intentó cobrar 500 euros por una habitación con un colchón en el suelo y un armario que no podían utilizar. “Al ver que no podían pagarlo y que tardaban en marcharse, llamó a los Mossos alegando que la madre le pegaba a sus hijos. Cuando llegaron, ella les pudo explicar que todo era un malentendido”, cuenta Valle.
Futuro incierto
Por otra parte, la ayuda anunciada por el Gobierno destinada a las trabajadoras del hogar afectadas por el Covid-19 parece no ser suficiente, según denuncian desde Mujeres Unidas entre Tierras. “Es solo para las trabajadoras que tenían papeles y hay muchísimas que trabajan o trabajaban en negro”, lamenta Valle.
El trámite también exige que el contratador pueda asegurar la situación de la trabajadora, a pesar de que las horas cotizadas suelen ser mucho menos que las reales. La brecha digital también dificulta el acceso a esta ayuda, ya que muchas de estas mujeres no tienen acceso a un ordenador.