La muerte de García-Soler deja una poco huérfano el instinto de pacto que anida en la sociedad catalana. Se ha ido un gran defensor de la tercera vía, aquella que se sitúa entre la postura radical del soberanismo y el catalanismo reformista y comprometido de la mayoría social. Ayer lunes, muy de mañana, Josep María Sala, exsecretario de Organización del PSC en los años dorados, recibía la notica de la muerte de su amigo. A primeros de marzo, Sala y García-Soler se vieron por última vez, cuando, antes del estado de alarma, el dirigente socialista presentó su libro, Moments del socialisme, en la Sala Joan Raventós. El PSC es un partido de cuadros y aquel día estaban todos, incluido un exultante y confiado García-Soler. Pero el corazón sufrido del camarada caído dejó de latir el domingo pasado; fue como el viento cuando se apacigua en un silbido que exhala la vida. Ayer, mientras Sala descolgaba su teléfono para atender a Crónica Global, empezaba una jornada de murmullos y tristezas. Pero Sala nunca se ha ido por las ramas: “García-Solerfue el relator de la Nova Cançó. Se ha merecido una Creu de Salt Jordi”.
En las horas siguientes, la Barcelona de García-Soler fue regresando al presente tras haber recibido el impacto de la noticia. Se ha ido un tercerista convencido. En 2014 fue uno de los impulsores del movimiento ciudadano Tercera Vía, que nació con la voluntad de crear puentes en una sociedad catalana fracturada por el debate independentista y para encontrar una fórmula para resolver este conflicto que permitiera “decidir a los catalanes, pero no de espaldas, y menos aun teniendo en contra, al resto de españoles”. A esta filosofía ha dedicado sus colaboraciones de los últimos años, interrumpidas, este 31 de mayo. Sí; Jordi era un hombre de hierro, no del latón simple que enmascara esta época de radicalizaciones venenosas, al estilo de Puigdemont, y de renuncias oportunistas, como la de Agustí Colomines.
Su recuerdo reverbera en platós de radio y televisión, tanto las que siguen en pie como las desaparecidas en estos tiempos inmisericordes: Radio Barcelona, COM Ràdio, Catalunya Ràdio, TVE, TV3 o Radio L' Hospitalet; también en Radio Juventud de Barcelona. Música, ondas, buen estilo y palabras sinceras; este hombre, al que echaremos mucho de menos, se embarcó en el mundo de las letras sin saber todavía que iba a convertirse también en un as del oficio de tinieblas: creó el departamento de Comunicación del Partido de los Socialistas de Catalunya (PSC) y lo dirigió hasta 1982. A propuesta de este partido fue nombrado miembro del consejo de administración de la Corporación Catalana de Radio y Televisión, del que formó parte entre los años 1983 y 1996. En aquel tiempo, la Corpo era como el Hermano Mayor de Blade Runner, de donde salían las penas capitales para los replicantes desafectos al pujolismo.
El hombre que viaja ya a la estratosfera celeste no ha parado de escribir durante el último medio siglo. Ha escrito miles de artículos inteligentes, en diferentes medios. En los últimos tiempos, ha colaborado en El Triangle, en Elplural.com y Crónica Global. Se especializó en el fenómeno musical de la Nova Cançó, al que dedicó dos libros: La Nova Cançó (1976) y Crónica apasionada de la Nova Cançó (1996). Él recordaba a menudo que la revista musical Fonorama, con sede en Madrid, se preguntaban a la mitad de los sesentas: “¿Qué es la Nova Cançó Catalana? Se abrieron puertas, pero no respuestas; los nuevos cantantes hacían música en lengua catalana, bajo un único sello discográfico, Edigsa. En aquel momento apareció el nombre de Raimon, la primera gran estrella del movimiento y junto a él se movieron Delfí Abella, José María Espinás, Remei Margarit, Guillermina Motta o Enric Barbat. La máquina solo se había puesto en marcha; Jordi contó el resto en dos entregas.
Hace años, una noche en la que volvían juntos de un debate en TV3, Jordi García-Soler iba al volante de su coche con Manolo Milián Mestre a su derecha; en un momento de confidencias, el primero confesó su sufrimiento por la muerte de su primera esposa, con antecedentes familiares en Morella. Manolo, autor prolijo, cerebro de la gran patronal y ex miembro del PP de Fraga, es morellano; ayer, apenado por la muerte del amigo, recordó la relación del periodista con las familias pudientes del pueblo, los Puig y los Giner, que sentaron reales en Barcelona. De niño, Manolo salió de Morella, camino del seminario de Tortosa; aprendió latín, griego y arameo. Pues bien, este hombre de letras ha sabido entender mejor que nadie la intrincada economía de las concertaciones sociales y del crecimiento, adobes del empresario schumpeteriano. Ahora prepara su próximo libro, Paradojas de la amistad, en el que aparecen personajes aparentemente contradictorios, pero unidos sobre el suelo común de haber practicado el afecto, noble deporte que encumbró a Jordi. Manolo habla del poeta Alberti, del cardenal Tarancón o de Baltasar Porcel, y unos cuantos más. Ha sido el cerebro de Foment del Treball, la gran patronal catalana; trabajó con el ex presidente Joan Rosell y fue anteriormente muy cercano a mismo Alfredo Molinas, brazo decisivo de Caralos Ferrer-Salat en la creación de la CEOE, al calor de los Pactos de la Moncloa, pórtico de la Transición. Molinas orientaba a Ferrer-Salat de la mano de Milián Mestre; “Manolo prepara un casete”, le ordenaba el entonces presidente de Foment, cuando se acercaba un discurso público del fundador de CEOE.
Una de las mejores aportaciones periodísticas de García-Soler fueron las entrevistas a fondo, con personajes a los que extraía el jugo humano, además del profesional. Su amiga Silvia Cópulo llora especialmente la muerte de Jordi. Ella le ha sacado lustre al género en su programa El divan, de Cat Radio y TV3, con esfuerzos que nos recuerdan al ausente y a sus entrevistas. Los dos destellos, Cópulo y García-Soler, merecen un puesto destacado en la historia de las ondas, junto al mítico Joaquín Soler Serrano o al inolvidable Joan Barril, en el programa Café de la República.