Fue un virus el que postró a Elisabeth Tova Bailey en una cama cuando tenía 34 años. Así es como da forma a su ensayo El sonido de un caracol salvaje al comer (Capitán Swing), tras observar la rutina de un gasterópodo durante su convalecencia. Aislada, inmóvil y con inmensos dolores, a través de su obra reflexiona sobre las restricciones de su libertad que, recupera, en parte, gracias al pequeño animal. Y es que, como señala, en plena pandemia del Covid-19: “el aislamiento puede ser muy duro, a veces incluso más difícil que la propia enfermedad”.
--PREGUNTA. Explica que se creía indestructible y que si algo le sucedía, confiaba en que la medicina sería capaz de curarla, pero, durante un tiempo, no fue así. ¿Subestimamos el lujo de la vida cotidiana?
RESPUESTA. Lo que es un lujo maravilloso es no tener que experimentar la enfermedad. Hasta que uno no ha estado gravemente enfermo es difícil comprender del todo cuánto puede afectar a todos los aspectos de la vida. Sin embargo, creo que esta pandemia está llevando esta división entre la salud y la convalecencia a la arena pública mundial, de forma que no había sucedido nunca. La salud implica el lujo de la libertad del cuerpo que uno puede dar por sentado. En cambio, la enfermedad a menudo la restringe. Para un enfermo ese lujo cambia y puede ser poder cruzar una habitación de nuevo o abrir una puerta.
--P. En su ensayo expone que, "cuando el cuerpo se vuelve inútil, la mente continúa corriendo como un sabueso, siguiendo el rastro de los porqués, el qué y el cuándo." ¿Cómo se alivia la ansiedad cuando uno no puede ni salir de la cama?
R. Cuando la vida cambia repentinamente y el cuerpo ya no funciona bien, es natural sentirse ansioso. La enfermedad implica incomodidad e incertidumbre, con las cuales es difícil convivir. La actividad física relaja el cerebro y cuando esta se reduce, nos quedamos inmersos en nuestros pensamientos, pero luego uno se adapta, como ha sucedido ahora con las restricciones y cuarentenas --por el coronavirus--. Todos nos hemos adaptado aunque para una especie social el aislamiento no sea natural, y sin embargo, lo estamos haciendo.
--En su caso, se centró en la observación de un caracol que le trajo una amiga.
Cualquier enfoque o conexión, no importa cuán pequeño o grande sea, nos ayuda a superar circunstancias difíciles y calmar la mente. Si no hubiera estado gravemente enferma, no podría haber pasado tanto tiempo observando un caracol. Fue el compañero perfecto con su mundo microcósmico y su lenta velocidad. Tenía una ventana a su mundo y este encajaba mucho mejor que el mío de humanos ocupados. Eso me calmaba.
--¿Cuál es la enseñanza más valiosa de una enfermedad que ralentiza las actividades diarias?
Nos recuerda que somos mortales y puede hacernos reevaluar lo que es más importante en nuestra vida y priorizar nuestras metas.
--¿Es necesario sufrir una enfermedad para valorar lo cotidiano; ir a trabajar o salir a caminar?
El sufrimiento nunca es necesario para aprender, pero cualquier cambio importante en nuestra vida hace que nos detengamos y reevaluemos nuestras circunstancias. Si todo avanza como se esperaba, es difícil reducir la velocidad y prestar atención a los objetivos y prioridades. Sin embargo, cuando algo interrumpe lo que estamos acostumbrados a hacer, es lógico hacer los ajustes y adaptaciones necesarios.
--Sostiene que llegó a comprender que la enfermedad forma parte de la evolución.
Durante los primeros años, me sentí como un fracaso en la evolución de mi especie. Mi cuerpo me había decepcionado y, un siglo atrás, o incluso solo una década, habría muerto, pero el desarrollo de la medicina moderna es también parte de la evolución de nuestra especie, y eso me mantuvo con vida. Después de varios años, me di cuenta de que en realidad yo era un éxito en términos de evolución: estaba y sigo viva.
--Apunta que la supervivencia a menudo depende de algo muy concreto; una relación, una creencia o una esperanza. ¿Es la única forma de salir adelante?
A veces es algo tan simple como el calor del sol que entra por la ventana, o una amistad específica. Nuestros cuerpos pueden ser más fuertes que nuestras mentes y seguir funcionando incluso cuando emocionalmente queremos tirar la toalla. La enfermedad implica vivir en la incertidumbre y cualquier cosa que nos mantenga conectados con el mundo será útil para superar un momento difícil.
--Habla del "sentimiento de inutilidad". ¿Existe una sensación añadida de culpa durante la convalecencia?
Cada país e incluso cada persona tienen un enfoque diferente para comprender y tratar las enfermedades. Aquí, en EEUU, no poder trabajar puede hacer que uno se sienta inútil muy rápidamente y eso podría hacer que alguien se sienta culpable, como si fuera una carga. Pero nadie quiere estar enfermo. No es una forma agradable de vivir. Nadie debería sentirse culpable por estar enfermo. No elegimos la enfermedad y tampoco nuestra genética.
--En uno de los pasajes señala: "el simple hecho de pensar en darme baño, me causó una nostalgia inconmensurable". ¿La mente es nuestro enemigo más poderoso?
Los recuerdos también pueden ser alegres. Me encantó poder recordar el lujo de un baño, no era un pensamiento negativo o tortuoso, sino lo que anhelaba. La mente puede ir en cualquier dirección y, aunque es más saludable mantenernos positivos, no hay nada de malo en ser realista. Qué triste sería si no pudiéramos recordar las cosas buenas de la vida.
--Durante el tiempo que pasó sin poder salir de cama, apunta que le ayudó saber que había "otras personas confinadas en sus hogares con enfermedades o lesiones". La emergencia sanitaria nos ha confinado a todos.
Esta pandemia es la primera crisis que sufrimos todos los países a la vez. La experimentamos juntos, incluso sin conocernos. Y es que, a pesar de tener diferentes vidas y culturas, podemos sentir empatía. Políticas a parte, como individuos estamos unidos para tratar de continuar con nuestras vidas de la manera más segura posible.
--Hubo momentos en que deseó que el virus se la llevase. ¿A qué se aferró para no rendirse?
El aislamiento puede ser muy duro, a veces incluso más que la propia enfermedad. Aún ahora no sé ni cómo yo, ni nadie, puede sobrevivir. A menudo logramos permanecer conectados a algún aspecto del mundo, una persona, una mascota, un deseo o una conexión. Para mí resultó ser un caracol que vivía junto a mi cama y que me ayudó a superar un momento difícil. Cada uno de nosotros, al sobrevivir a cualquier desafío de la vida, encuentra una manera de hacerlo, algo que le sostiene. Puede que incluso no sepa a qué se aferró hasta años después.
--Concluye diciendo que “al mismo tiempo que la enfermedad me recuerda constantemente mi mortalidad, también me ha ayudado a entender que lo que importa no es que sobreviva, o incluso que nuestra especie sobreviva, sino simplemente que la vida continúa evolucionando ". Después de todo, ¿sufrir una enfermedad sirve para darse cuenta de lo insignificante que es uno?
Si hay una regla para la evolución, es que una especie en su conjunto seguirá adaptándose para sobrevivir, y quienes hemos sufrido una enfermedad lo sabemos. Hemos tenido que adaptarnos, ni siquiera ha sido una elección, ha sido el único camino a seguir. Entonces, la importancia de un individuo puede ser menor en comparación con la supervivencia de una especie y la supervivencia de una especie puede ser menor en comparación con la supervivencia de la vida misma, en cualquier forma, en la Tierra.