“Hola, David. Soy el administrador del edificio de Lloret donde tenéis el apartamento. Tengo una mala noticia: hay okupas en tu piso”. Con este mazazo se despertó un vecino de Barcelona hace tres semanas. Su segunda residencia, una pequeña vivienda de apenas 40 metros cuadrados a 50 metros de la playa, comprada a medias con su mujer, Nuria, y sobre la que aún pesa una hipoteca --tras años de esfuerzos abonando religiosamente las cuotas mensuales--, había sido asaltada por varias personas que, tras cambiar la cerradura, se habían instalado en ella.

La pareja --de entorno a los 40 años de edad y con dos hijos comunes-- pidió permiso para ausentarse de sus respectivos trabajos --ambos son asalariados-- y se dirigieron urgentemente a la turística localidad gerundense. Impotentes y humillados con lo que allí se encontraron, decidieron no rendirse, sobreponerse a todos los obstáculos y pelear contra una situación de una injusticia inexplicable. Y ganaron. Esta es su asombrosa historia, que explican con todo lujo de detalles a Crónica Global.

Cerradura cambiada

Pasadas las 9 de la mañana, Nuria y David llegaron a Lloret de Mar. “Lo primero que hicimos fue dirigirnos a la oficina del administrador”, señala ella. Este había estado en el piso el día anterior --con una llave que le habían entregado los propietarios-- para comprobar el estado de unas reparaciones a causa de una fuga de agua. Entonces todo estaba en orden. Sin embargo, a primera hora de esa mañana, el pintor que fue a repasar la obra ya no pudo entrar. La puerta estaba visiblemente forzada y alguien había colocado una cerradura nueva.

La pareja y el administrador comprobaron que la vivienda estaba okupada. Había un bombín nuevo y las persianas estaban bajadas, pero a través de una ranura se veía una luz en el interior. Nadie respondía al timbre.

Inacción de los Mossos

A continuación, acudieron a la comisaría de los Mossos d’Esquadra. “Buenos días, me llamo Nuria L. y esta es mi pareja, David F. Somos los propietarios de un piso que acaba de ser okupado y queremos denunciarlo. Estas son las escrituras que demuestran que somos los dueños de la vivienda, y este señor es el administrador, que testifica que ayer por la tarde la vivienda estaba en orden. Es decir, la okupación se ha producido en las últimas horas. Tenemos entendido que en estos casos ustedes pueden realizar un desalojo exprés”, indicaron al agente de la policía autonómica que les atendió.

Pero la respuesta fue decepcionante. El mosso les dijo que eso no funciona así. Que ellos no podían actuar en este caso, que si ya habían cambiado la cerradura y se habían instalado, el procedimiento era denunciarlo y esperar a la acción de la justicia. Un proceso que fácilmente puede durar entre seis meses y algo más de un año, y costar varios miles de euros.

Desesperación

Desesperados, David y Nuria insistieron al policía: “No es posible que no se pueda hacer nada. Los okupas apenas acaban de entrar. Debe de haber algún método”.

Pero fue imposible. El mosso que les atendió únicamente les dio la opción de volver al piso, llamar al 112 denunciando lo ocurrido y ver si los agentes que acudiesen conseguían convencer a los okupas de que se fuesen de la vivienda.

Un par de agentes del cuerpo de policía de los Mossos d'Esquadra / EP

“Nos conjuramos para recuperar el piso”

Sin embargo, la pareja no se arrugó. “Habíamos oído otros casos similares, pero nunca pensamos que seríamos víctimas de algo así. Nos sentimos pisoteados, impotentes y abandonados. Aunque, en vez de rendirnos, optamos por actuar. Nos conjuramos para recuperar el piso. Y hacerlo con rapidez”, apunta David.

Tras el fracaso de la vía legal, ambos apostaron por una nueva estrategia. Y se apostaron junto al edificio --completamente vacío porque todos los inmuebles son segundas residencias que los propietarios solo utilizan en verano-- a esperar a que los okupas salieran.

Esperan a que salgan los okupas

Unas horas después, un joven sospechoso --“conocemos a los vecinos y él no era uno de ellos”-- abandonó la finca. Entonces, Nuria y David llamaron a un cerrajero de urgencias alegando que su puerta había sido forzada.

Cuando este llegó, constató que la cerradura no estaba forzada sino que había sido sustituida y les confirmó que, con toda probabilidad, la vivienda había sido okupada.

El cerrajero les abre la puerta

A pesar de ello, y ante la persistencia de la pareja, el cerrajero aceptó abrirles la puerta. “Nos dijo que nos echaría una mano pero que no se responsabilizaba de lo que pudiera pasar. Y le agradecimos que lo hiciera”, explica Nuria.

Instantes después, el acceso a la vivienda estaba franco. David hizo una foto de la puerta sin cerradura y escondió el bombín que los okupas habían colocado en sustitución del original.

El piso estaba vacío

No sin cierto miedo, Nuria y David entraron en el piso: “Al fin y al cabo, no sabíamos qué nos íbamos a encontrar. Podría haber otros okupas dentro. Podrían ser violentos...”, indican.

Afortunadamente para ellos, no había nadie más en el domicilio. Los allanadores habían utilizado dos camas y tenían algo de ropa en una habitación. Todo estaba en orden salvo un PC, un microondas, una minicadena y un reloj que les habían sustraído.

vivienda okupada por okupas

Vuelve el okupa

Pero el momento más tenso aún estaba por llegar. Cuando el cerrajero se disponía a colocarles la nueva cerradura, volvió el okupa que habían visto salir del edificio: un joven de menos de 30 años.

Este intentó acceder al piso alegando que era okupa y que vivía allí. Pero la pareja se lo impidió bloqueándole la puerta. Tras varios empujones, el joven se retiró unos metros e hizo una llamada. Inmediatamente, se presentó un segundo joven okupa y la situación se complicó aún más.

Tensión y llamada a los Mossos

En castellano con acento árabe, los dos jóvenes intimidaron a los dueños del piso, les avisaron de que según el artículo 245 del Código Penal no podían ser desalojados a la fuerza y les advirtieron de que, si les denunciaban, se deberían atener a las consecuencias.

Pero Nuria y David no se amedrentaron. Mientras él les mantenía a raya en la puerta, ella llamó a los Mossos por teléfono: “¡Socorro! ¡Nos han robado y dos hombres intentan entrar en mi casa! ¡Vengan rápido, por favor!”.

¿Y la cerradura?

En pocos minutos, dos policías autonómicos se presentaron en el domicilio y la situación se calmó. Los okupas se identificaron como tales, indicaron que había ropa suya en la vivienda y mostraron una llave que supuestamente era de la cerradura, lo que demostraría su versión. Pero en la puerta no había ninguna cerradura...

Por su parte, David y Nuria explicaron a los agentes que, cuando llegaron, se encontraron la cerradura reventada y el piso estaba vacío. Denunciaron que eran víctimas de un robo y que los ladrones, tras llevarse varias cosas, probablemente volvían para incrementar su botín.

Robo, no okupación

Los policías concluyeron que, sin cerradura y con pocos indicios de que los jóvenes se hubiesen instalado de forma permanente en el piso, la explicación de los propietarios de la vivienda era la más verosímil.

“Los mossos se llevaron detenidos a los dos delincuentes. Eso sí, acusados de robo, no de okupación, puesto que fue lo que nosotros denunciamos. Ahora está pendiente el juicio. Así es como echamos a los dos okupas de nuestro piso”, señala Nuria, visiblemente nerviosa al recordar lo ocurrido.

“Tuvimos suerte... pero la buscamos”

“Tuvimos mucha suerte”, indica David. “Aunque también la buscamos”, matiza Nuria. “El cerrajero estaba harto de encontrarse pisos okupados y nos ayudó. La clave es reventar la cerradura y hacerla desaparecer. Y yo creo que los mossos --que nos confesaron estar superados y tener las manos atadas ante este problemón-- también fueron flexibles en la evaluación del escenario. Según el administrador, en esa zona los okupas piden entre 1.000 y 1.500 euros en efectivo a los propietarios a cambio de devolverles la vivienda. Pura extorsión. En otros casos, las realquilan a otros okupas impunemente”, añade él.

“Nosotros ya hemos puesto una alarma conectada con la policía, pero en el edificio de al lado, hay el piso de un juez joven que conocemos y que acaba de ser okupado. Nos ha asegurado que contratará los servicios de una empresa de mediación del estilo de Desokupa. Me temo que, o cambian las leyes, o esto acabará mal, muy mal”, concluye Nuria.